Ñíguez avisó a los 30 segundos con un zurdazo y Berjón siguió el hilo con un chut desde la frontal, centrado. No es que el Oviedo tuviera claras aproximaciones, pero sí daba la sensación de que las cosas pasarían en el campo del filial. Buena señal para los carbayones.

Pero el Barça, más talento que carácter, aún se estaba desperezando. Tardó 15 minutos Aleñá en entrar en juego y Arnaiz en buscar la verticalidad. Y fue entonces cuando cambió el partido. Arnaiz puso una falta lateral muy cerrada a los 19' como ejemplo de que el viento había cambiado. Aleñá probó después con la zurda. El balón pasó de manera repentina a ser un objeto custodiado por los locales. Mal asunto: cualquier filial, más aún el del Barça, se divierte con el balón.

El mazazo de los de Gerard llegó en una jugada dolorosa para el Oviedo. En una cadena de errores. Lozano ganó la disputa lejos del área de Juan Carlos y Verdés midió mal su entrada. El habilidoso Arnaiz se hizo con la pelota en una zona peligrosa, el área, aunque algo desubicado, sin ángulo. Christian prefirió ceder metros que apurarle en la toma de decisiones y el atacante se sacó una conducción hacia afuera y derechazo raso que, tras tocar el poste, se fue a la red.

El gol premió al equipo que logró ser fiel a su estilo. El Barça B, equipo aburrido por momentos, nunca renunció a la pelota y al juego elaborado, marca de la casa. Frente a esa propuesta, el Oviedo se situó en una posición difícil de definir. Sin balón y sin espacios para correr, al equipo le costaba un mundo recuperar la posesión. Ahí es donde se ahogaba. Toché tuvo la última del primer acto con un derechazo fuera justo antes del descanso.

Con esas coordenadas, el partido se le escapaba al Oviedo, así que Anquela optó por rehacer el mapa. El Oviedo abandonó su actitud pasiva tras el descanso. Dio un paso al frente. Avisó Folch y, de inmediato, Anquela agitó el avispero introduciendo a Linares. Empezaba el partido del juego directo y del cuerpo a cuerpo. En esas condiciones, el balón parado pasa de adorno a un pilar. A los 54' quedó demostrado: centró Berjón desde la esquina y Carlos Hernández cabeceó con más fuerza que el puño de Ortolá. El partido volvía a empezar.

Y en ese nuevo choque, más adulto, sí tuvo el Oviedo la voz cantante. Las cosas volvieron a suceder en el campo del filial, sostenido el centro del campo por el trabajo de Folch y Forlín, encargados de recoger todo lo que se perdía. Folch probó con la zurda y Toché cabeceó arriba un centro de Cotugno. El Oviedo era el más poderoso en el campo y al Barça le quedó la opción de salir al galope. Respondió Lozano desde la frontal pero Juan Carlos acertó con el pie izquierdo en una extraña maniobra.

Agotado el efecto efervescente azul, el paso de los minutos igualó las fuerzas. A cinco del final, el filial se enredó y los azules se encontraron un balón en el área. Owusu se pensó las opciones pero al final dio rienda al instinto: chutó abajo y el balón se fue al lateral de la red.

El Oviedo se dio por satisfecho con un punto que le mantiene en la zona templada, en un reflejo de lo que ha hecho hasta ahora en la competición. Mermado por las lesiones, Anquela ha sabido dotar el equipo de una estructura para competir en todos los escenarios. Pero el Oviedo exige más. Siempre se demanda un paso adelante. En eso trabaja Anquela mientras mira de reojo a la enfermería.