Los jugadores del Mirandés tienen por obligación en sus contratos residir en Miranda de Ebro. Nada de alquilar un piso en Vitoria o Burgos. Se trata de hacer piña. Cuando Diego Cervero (Oviedo, 1983) se instaló en su nuevo destino, una localidad de apenas 35.000 habitantes, se compró un futbolín y lo plantó en la enfermería del club. La idea gustó tanto en la entidad que el presidente ha prometido abonarle el importe del futbolín.

Esta historia, la de Diego Cervero en Miranda de Ebro, solo se entiende desde la óptica de la diversión.

Pablo Alfaro dirige la banda. Es el entrenador, tiene la carrera de medicina, viste impoluto y es educado y atento en las distancias cortas. Es el que está sacando jugo a un delantero de 34 años. Alfaro también abraza la teoría de la diversión. "Es un hombre que está disfrutando como un niño", glosa en una frase lo que se puede ver cada fin de semana en Anduva. Cervero puede presumir de cifras (9 goles en 10 partidos, máximo anotador del grupo, y 108 goles en su carrera en Segunda B) pero los que le rodean siempre destacan de él su entrega e ilusión.

La historia de Cervero en Miranda no se explica solo con números.

Luis Ortiz, 52 años y desde los 14 socio del Mirandés , tiene un humilde huerto familiar en el que cultiva tomates. Cada cierto tiempo se acerca a Anduva y le da a Cervero los mejores ejemplares. Las hortalizas tienen poderes mágicos. "Mi idea es seguir alimentándole para que se mantenga la racha", dice orgulloso. Luis Ortiz es de los que ha vivido la perfecta integración en primera persona: "Somos 18 en el grupo que vamos a Anduva y mis amigos están alucinados con Diego. La gente está muy ilusionada, le quiere mucho. Sabían que era goleador pero no esperaban ese ímpetu".

Su aportación en el campo se ve cada semana. Su integración a una ciudad que le idolatra avanza al margen de los focos. En una cafetería cerca de su casa, los jugadores del Mirandés quedan antes de los entrenamientos para tomar café. El campo está tan cerca que Cervero puede ir andando desde su casa. En su tiempo libre, aprovecha para formarse. Está preparando un curso de nutrición que impartirá en abril en la Universidad Rey Juan Carlos. Es su estreno como profesor. Además, quiere completar un máster de "urgencias, emergencias y catástrofes".

Pero volvamos al fútbol, pilar sobre el que se asienta esta historia. El Mirandés busca regresar a Segunda y es líder del grupo II.

Mikel Saizar es el portero del Burgos y llega a Anduva sin haber recibido ningún gol en los nueve partidos precedentes. 810 minutos de imbatibilidad. Esta historia también necesita un malo. Y un reto por conquistar. Patxi Salinas, técnico visitante, lo tiene claro antes del derbi: "Cervero es el Messi de Segunda B".

En la previa, el ambiente es cordial, sin incidentes. Dentro del campo, sí se respira más tensión. El Frente Kolokón, seguidores del Burgos, cantan el "Miranda es una aldea". El Komando Kemando, en el fondo opuesto, les contestan con una pancarta: "Los aldeanos os saludan".

Charlie Mateo, 6 años, es uno de los espectadores que asiste al choque. Es hijo de Sid Lowe, periodista y flamante pregonero en el último San Mateo. Para Charlie, The Doc (como él le llama) es el mejor.

El siguiente diálogo es real:

-Sid Lowe: ¿Quién es tu jugador favorito?

-Charlie: "¡The Doc!".

-Sid Lowe: ¿Y el segundo?

-Charlie Mateo: Michu.

-Sid Lowe: ¿Y el tercero?

-Charlie Mateo: Suárez...

-Sid Lowe: ¿Y Linares?

-Charlie: Sí... ¡También Linares!

Padre e hijo se meten más de seis horas de viaje en el día para ver el derbi de Anduva.

Los locales salen enchufados y Cervero roza el gol en un rechace. Saizar respira aliviado tras el primer aluvión. Se estira entonces el Burgos. Iker Hernández recibe en la frontal y suelta un derechazo a la escuadra. El 0-1 es coreado por los mil seguidores desplazados desde Burgos. Al Mirandés le queda una bala: en la segunda parte atacará ante su gente, ahí donde dicen los expertos en Anduva que llegan las alegrías.

A los 55' se produce el momento mágico. Hay una falta lateral, un remate sin demasiada malicia y un portero que no bloca el balón. Pelota suelta, invitación para el más audaz. Para Cervero, el área es como el salón de su casa, domina cada rincón. Se tira al suelo y remata de forma poco estética, marca registrada. El balón entra con suspense. Saizar ha sido derrotado, su marca se derrumba a los 865 minutos.

Cervero sale endemoniado y celebra a su manera, con una versión libre de la "haka" de los All Blacks. Después, se lanza en plancha hacia el fondo de los seguidores más entregados. Y señala a la tribuna lateral. Allí, Charle Mateo ha descendido un par de filas en su efusiva celebración.

El partido acaba 1-1, el Mirandés sigue líder. Alfaro vuelve a alabar a su delantero en la sala de prensa. "Su entusiasmo contagia. Se nota que está disfrutando del equipo y de la ciudad", expone. Porque al final, la historia de Cervero en Miranda es simplemente la de un tipo que se divierte.