Algo está cambiando. No tiremos aún las campanas al vuelo, pero esto ya no es lo que era. El Oviedo logró ayer espantar al fantasma que le atenazaba cuando viajaba fuera del Tartiere. Por fin. Tras muchos intentos fallidos y demasiados ridículos se logró. No sin apuros y sin pasarlo mal. Porque aquí nos gusta lo épico. No nos hicimos del Oviedo para pasarlo bien. Pero que un lateral llegue al área rival en el último minuto de partido y fuerce un penalti cuando su equipo está jugando con uno menos es algo que pocas veces habíamos visto. Hasta ahora.

Poco a poco Anquela va cambiándole la cara a este Oviedo. Por muchos detractores que le hayan salido al entrenador de Jaén cuando las cosas no iban bien. Pero esta consiguiendo sacarle jugo a una plantilla coja en muchos puestos claves.

Pero tomen nota. La semana pasada el Oviedo consiguió remontar un partido, algo que no ocurría desde hacía mucho tiempo. Encima, contra un buen equipo como es el Lugo. Y esta jornada ha vuelto a ganar fuera con otra remontada.

A partir de ahora, todo esto debería ayudar a los jugadores a descargarles la enorme presión que habían venido acumulando durante los últimos partidos. A ganar confianza. A tener fe en los compañeros que tienen al lado. Cuando todo ese engranaje funcione el equipo podrá subir un escalón más y luchar por cotas más altas. Hasta entonces el Oviedo está condenado a vagar por la mitad de la tabla de la competida Segunda División.

Ahora, toca recuperar a los que siguen tocados, que tienen que ser claves en las próximas jornadas. Y esperar a que los Reyes Magos traigan un delantero de refresco para darle oxígeno al bueno de Linares. Uno de esos que meten goles, por favor.