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Inercia positiva

Inercia positiva

El Oviedo volvió a ganar ayer dos partidos en uno: contra al Nàstic y contra sí mismo. El primero fue más o menos una consecuencia lógica de lo que ocurrió en el césped: los ovetenses fueron superiores, tuvieron empuje y amor propio y por eso se largaron con el botín. El segundo duelo se advierte en el terreno psicológico, ese intangible tan tangible en el Oviedo. En otro contexto, pongamos en uno en el que no se hubiera ganado al Lugo, después de fallar un penalti con 0-0, recibir al poco el 1-0, marrar un puñado de ocasiones, sufrir la lesión de uno de sus mejores jugadores, capear los desesperantes sustos de Juan Carlos y recibir una expulsión; en otro contexto, digo, al equipo le hubiera entrado tal tembleque que se habría llevado por delante todo.

Ayer no. Ayer el Oviedo se sobrepuso a todo eso para descorchar la botella en el minuto 92 con un penalti en semifallo, que no es la manera ni más bonita ni más elegante, pero sí la más prestosa, porque todos los triunfos al final del final prestan más.

Quedarán en el baúl de los misterios los vaivenes tácticos (ayer el Oviedo llegó a usar tres sistemas) y, sobre todo, el motivo por el que Anquela se empeña en situar a Forlín en el centro del campo. Vale que la ausencia de Diegui condiciona el dibujo con carrileros, que es claramente el que mejor le va hoy al Oviedo, pero la presencia del argentino atrás no sólo ordena al equipo, sino que permite descolgarse con menor preocupación al gran Mossa, protagonista del penalti del triunfo. Con Forlín por detrás de los centrales, por ejemplo, es difícil imaginar a Uche penetrando hacia Juan Carlos en la jugada del gol del Nàstic.

La buena noticia, además de remontar fuera de casa 700 días después y de quitarse el complejo a domicilio, es por encima de todo ésa, que el Oviedo se mira al espejo y se vuelve a gustar. Ya no se teme. Ahora vuelve a creer, se ve capaz porque sabe cuál es el camino, aunque de momento sólo lo recorra con decisión en las segundas partes. Una buena inercia que debe aprovechar. El triunfo suena a punto de inflexión fuera. También le sirve al Oviedo para iniciar su despegue y supone otra ración de autoconfianza con la que ir tapando el bache que, tras un inicio esperanzador, lo había zarandeado todo. Si el Oviedo logra mantener el sábado su vuelo en Pucela (allí ganó el Nàstic 0-3) estas semanas de crisis, con la perspectiva del siguiente partido en el Tartiere, ya podrán tener tufo a mentira.

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