Pasito a pasito, el Oviedo suma y sigue, un metro más cerca del objetivo tras lograr un valioso punto en Vallecas, el segundo consecutivo fuera de casa, antaño territorio resbaladizo. Que el empate en casa de un aspirante sepa a poco es la prueba de la madurez y de la ambición de este equipo. Un dato: el año pasado, el parcial del Oviedo en Huesca y en Vallecas fue de 6-0. Este curso de 3-3.

En una segunda parte loca, al Oviedo, en ventaja y con uno más, le faltó lo que otras veces le sobró: oficio y tranquilidad para dormir el partido. Inteligencia para gestionar la superioridad. El gol de penalti dudoso de Trejo, discutido por la afición azul y después reflejado en un tremendo moratón en el pómulo de Christian Fernández, dejó en tablas un duelo competidísimo entre dos aspirantes claros. El equipo de Anquela demostró de nuevo su capacidad para levantarse, ofreció orgullo, coraje y una capacidad para competir que no es nueva. El empate tiene chicha y debe refrendarse el sábado en Almería, donde Anquela tendrá que inventar media defensa nueva por las bajas de Forlín, Christian y Mossa.

No merece la pena desviar la rabia hacia el díscolo Pérez Pallas. El Oviedo se dejó la victoria porque, conseguido la remontada en dos acciones a balón parado, lo más difícil, no fue capaz de rematar la faena cuando más fácil lo tenía. Este equipo es más de imposibles que de posibles. Pero sigue sin perder. La racha sin caer se va a dos meses, una barbaridad en esta categoría zigzagueante y llena de obstáculos. El vuelo azul se mantiene firme y estable a pesar del sabor agridulce de ayer, rematado por una zapatazo de Rocha que escupió el larguero en el descuento. Los azules suman y siguen. Que es lo importante.

Hubo mucha tensión en el arranque de una noche fría, no más de cinco grados. Oviedo y Rayo fueron transparentes desde el inicio. Cartas boca arriba. Hace mucho tiempo que los azules no engañan: la solidez defensiva y la intensidad, en todas sus vertientes, encabezan la partitura de Anquela, que reserva el repertorio ofensivo a los buenos, ayer más Ñíguez que Berjón. Como el balón lo quería el Rayo, el Oviedo trató de presionar a Trejo, el más talentoso de los vallecanos. Había que morder, y eso hizo Forlín, que se pasó de frenada a los seis minutos y vio la amarilla que le deja sin poder concursar ante el Almería.

Los dos se temían tanto respeto que el centrocampismo dominó el primer tramo, con acercamientos sin peligro, con uys y poco más. El paso de los minutos fue asentando al Rayo, punzante por la izquierda, con Aguirre saboreando la espalda de Diegui. Había la sensación de que uno y otro esperaban al fallo, una rendija por donde clavar el aguijón. Así llegó el primer gol. Folch erró en la salida del balón y la pelota la recogió Embarba, que puso un centro franco para que Chori Domínguez, solo dentro del área pequeña, rematara de cabeza a la red.

El gol dejó un tiempo grogui al equipo azul, excesivamente pendiente de Pérez Pallas. El Rayo acogió sin alardes la adrenalina de la ventaja y los azules, sin sufrir excesivamente, atravesaron minutos de desconcierto, quizá los peores en las últimas semanas, incapaces de asustar y demasiado precipitados. Duró poco, pero en esta fase, Dorado no acertó a la media vuelta tras un error en la salida de Alfonso.

No lo tenía nada claro un Oviedo que, sin embargo, no se descompuso y acabó por levantarse. Ya se sabe que este equipo tiene muchas vidas. Nunca se rinde. Mossa centró desde la izquierda una balón al segundo palo y por allí apareció Carlos Hernández, que remató con el pie y estrelló la pelota en el larguero. El balón salió despedido al cielo y parecía que se iba fuera, que la jugada moría. Lo parecía para todos menos para Linares, listo como pocos, vigilante del área. El aragonés recogió el globo y se lo cedió a Christian Fernández, que lo empujó. En su peor momento, el Oviedo sacó los dientes. Otra vez. Como en Huesca.

El empate reseteó el duelo, pero la onda expansiva azul alcanzó el amanecer de la reanudación. A los tres minutos, Berjón puso un córner y Carlos Hernández, de nuevo él, cabeceó a la red. Dos acciones por alto, dos goles. El Oviedo sabe volar.

La remontada aliñó de épica el panorama y ya se sabe que ahí, en ese escenario, el Oviedo se mueve como pez en el agua. De hecho, Folch y Christian rondaron la sentencia en sendos cabezazos. Los de Anquela ajustaron sus líneas, se replegaron y lucieron el traje que más les gusta: dientes prietos, lengua fuera, orden, ayudas e intensidad. Estaban preparados para sufrir, pero esta vez les faltó un pelín de sosiego para dormir el partido. Y sufrir sufrieron, porque el Rayo, por inercia, se fue hacia arriba. Chori disparó flojo y los locales reclamaron penalti a Manucho.

Sucedió que en el último tramo el partido enloqueció. Pérez Pallas apareció en el foco, primero para expulsar a Velázquez por un golpe a Linares y después para pitar un protestado penalti por mano de Christian. El balón impactó después en su cara. Trejo engañó a Alfonso y puso las tablas, que pudieron deshacerse con un zapatazo de Rocha al larguero en el descuento.

El empate deja un regusto amargo en el oviedismo por la sensación de oportunidad desperdiciada, un 1-2 y con un jugador más a falta de diez minutos. Pero no conviene subestimar un punto importante en un estadio durísimo y ante un rival candidato. Los azules dieron un pasito en Huesca y otro pasito ayer. Sumando en dos de las salidas más complicadas. Así, pasito a pasito, se consiguen los objetivos.