Uno de los méritos de este Oviedo es la capacidad de adaptarse a las circunstancias, ese espíritu superviviente que le hace sumar en escenarios muy diferentes. Siempre encuentra agua en el territorio más hostil. Sabe cuándo someter y cuándo ser sometido: esperar su momento. Sabe, en definitiva, leer el partido. Se puede concluir, a estas alturas de campeonato, que el equipo de Anquela es un conjunto inteligente. Lo demostró en Reus. Dominado en la primera mitad, el Oviedo supo resistir y esperar sus zarpazos. Llegaron en una segunda mitad que sí recordó al equipo combativo que no se amedrenta ante nadie. El punto (0-0) prolonga la buena racha azul (9 partidos sin derrota), mantiene su plaza en la élite y le hace encarar la semana del derbi con las mejores perspectivas.

El partido presentó desde el primer minuto un choque de estilos. El equipo local esgrimió un solo argumento, pero lo hizo con insistencia: apostó por la pelota. El Oviedo pareció protestar en el inicio, dispuesto a discutirle la posesión, pero el intento no pasó de mera queja. El paso de los minutos fue acentuando las posiciones. El balón era del Reus que crecía en torno a Vitor, acompañado por otros dos pivotes, Ledes y Carbonell. Superioridad numérica y dominio para la medular catalana.

La posición de equipo dominado no evitó que el Oviedo se buscara la vida a la contra. Recuerden eso de equipo superviviente. A los 15 minutos, Berjón y Linares, en un par de ocasiones, habían frecuentado la meta de Carbia. El equipo se apoyaba en Berjón, en la izquierda, para sorprender con Johannesson en el otro flanco. A las incursiones del carrilero le faltaron algo de colaboración de Yeboah, alicaído, ausente.

Carbonell protagonizó la primera opción local tras una salida de Alfonso. Expuestos los argumentos, los dos equipos coincidieron en que el Reus tendría la posesión y el Oviedo se guardaría los sustos. A la media hora, un cabezazo de Verdés se encontró por casualidad con Badia, en el intento final de los de Anquela en el primer acto. A partir de entonces y hasta el descanso se vio a un Oviedo apurado, resoplando, mirando de reojo al reloj en busca del descanso. Ni Carbonell ni Yoda acertaron con la meta azul en un par de acciones embarulladas y el Oviedo alcanzó el descanso con sensación de alivio. El último cuarto de hora no había sido sencilla pero el muro seguía en pie.

El Oviedo cogió aire en el vestuario y regresó con brío. Al poco de regresar al césped, llegó la jugada polémica. Linares, ratonero, olió una distracción y acudió a por la pelota cuando un zaguero se pensaba el despeje. Rebañó el balón y se llevó la patada. El árbitro dudó, mano temblorosa que quería señalar el punto de penalti, y el linier acudió a la escena para aumentar la confusión: fuera de juego que nunca había existido.

Linares repetiría protagonismo en la siguiente jugada. Tito, defensa local, se enredó con la pelota, el delantero la hurtó y encaró a Badia, con tiempo para pensar. Quizás demasiado. Golpeó al centro con el exterior, sencillo para el meta local. El aragonés completó su hat-trick de ocasiones con un zurdazo en el área que Badia repelió.

Fueron tres ocasiones de peso, tres acciones de esas que suelen beneficiar a un equipo con tanta pólvora. Pero la suerte en el área rival, por una vez, no estaba de cara. Llegaba el Oviedo pero no lo hacía por casualidad. El equipo había dado un par de pasos hacia adelante. El centro del campo mordía, a Vitor y los pivotes catalanes les había aumentado el estrés, y los atacantes azules recibían más cerca del área rival. En definitiva, el Oviedo de siempre. O al menos, el de las últimas semanas de crecimiento.

Lució en ese segundo acto esa capacidad del equipo de Anquela de adaptarse al medio. No era su mejor tarde, lo había demostrado en los primeros 45 minutos, pero había aprendido sobre la marcha. Una nueva muestra de un equipo autodidacta, capaz de enmendar los errores. El cambio tenía algo de actitud, mayor atención a la presión y las segundas jugadas, y algo de mano desde la banda. La mano de Anquela.

Que el partido había cambiado de rumbo se percibía en los detalles. Anquela había dado entrada a Toché, ariete, por Yeboah, extremo, manteniendo a Linares en el césped. El Reus parecía conformarse. En cada saque de puerta, Badia se ajustaba las medias, vislumbraba el horizonte, volvía sobre las medias y acababa sacando consumidos un par de minutos de asueto. Sí, el Reus era feliz con un punto en el bolsillo: buen ejemplo para definir a este Oviedo.

Como el 0-0 tampoco incomodaba a los carbayones, el final fue bastante tranquilo. El Reus llegó a balón parado en la recta final, pero más por acumulación que por talento. El punto refuerza la racha, el estado anímico azul, una semana más. Y eso, la moral, parece decisiva en la semana más sentimental del año, la del derbi.

La novena jornada sin perder refuerza las opciones azules al ascenso, un asunto que ha dejado de ser tabú. Sporting y Cádiz, dos rivales de entidad, son las siguientes amenazas de peso en el mejor momento de la campaña.