"Derbydays": el rival invisible

La tensión oculta que se genera en un partido de máxima rivalidad y que te puede llevar a la derrota

Diego Crespo

Miren que Asturias es bonita, pero lo de Paraíso Natural es una sobrada. Lo pienso cada vez que viajo. Dicen que viajar lo cura todo, y el que se piense que Asturias es el ombligo del mundo se merece unos cuantos viajes. En cuanto puedo, al Igual que Julio Cesar, cruzo ese Rubicón, o Huerna, que es el alzarse en armas contra ese chauvinismo tan nuestro de que no hay nada mejor en el mundo y me voy lejos. Pero no me tachen de traidor, en cuanto conozco a alguien vendo más Asturias de lo que lo hace el stand del Principado en FITUR. A cada extranjero que me habla de las maravillas de Sevilla y Barcelona le recomiendo que se alquile un coche en Vigo, lo devuelva en Irún y recorra todo el norte de España para conocer la zona más variada y hermosa de la peninsula.

Así estaba yo, en un chiringo en la bahía de Kotor en Montenegro (a ver quién es el guapo que va allí y le dice que el paraíso natural lo tenemos nosotros), una maravilla de sitio donde iba a pasar unos días rodeado de cuerpos de infarto balcánicos, pandillas de jóvenes (de esos que tienen tantas poses como zoolander para realizarse los selfies), un clima perfecto, y 100% de batería en el móvil, algo indispensable para el turista, que no el viajero. Lo tenía todo preparado: la tumbona bajo una sombrilla, factor 50 por la cara, camiseta de Herrerita, la comanda de otra pinta y una cajetilla recién comprada. Mi "upgrade" era de auténtico profesional. Así estaba yo este verano, digo, el día que se anunció el calendario de Liga 2017-2018.

Cargando€ calada€ trago€ cargando€ ¡VAMOS! Puño cerrado y suaves ejercicios de mancuernas en el aire a modo de celebración. ¡Ahora si! Pito, calada y listo para apuntar las fechas de mis partidos favoritos. Pantalla en negro y de repente llamada: "Soy Eli, he visto vuestro calendario, jugáis derbi en septiembre, luego te mando un e-mail con los detalles. Este año iremos a grabar los mejores derbis España y queremos que trabajes con nosotros". Eli es de Copa 90, uno de los canales más famosos de Youtube de fútbol.

Hace años, el canal Copa 90 vino a Oviedo a grabar el que sería su primer documental. Hoy en día, Eli y sus compañeros recorren el mundo grabando historias de equipos de fútbol. En esta ocasión el plan era sencillo: grabar cuatro derbies españoles (el asturiano, el gallego, el sevillano y el mallorquín). Y presentarlos en Londres en marzo. Dentro de un mes.

Fui con ellos a los cuatro, formando parte de su equipo. Durante la grabación de los documentales se aprovechan los días previos a los partidos para encontrar aficionados, que en pleno fulgor de emociones "pre-derbi" nos cuentan sus anécdotas y opiniones. Por delante de las cámaras han pasado en estos cuatro derbis ilustres como Nacho Carretero, autor del bestseller "Fariña", acérrimo seguidor deportivista; o Marcos Cabotá, director de cine con eliculas como "Luke yo soy tu padre" y mallorquinista de pura cepa. O José Lobo, autor del libro "Yonkis y gitanos", un hombre que cuando el Sevilla ganó su primera UEFA se dio de baja de socio. ¿Por qué? "Después de eso, ¿qué mas iba a pedir?". Con él, con José Lobo, entablé amistad y divagamos, cerveza a cerveza a cerveza, sobre el sufrimiento en el fútbol y en los derbis. Recordamos a Enric González en "Los vencidos" cuando explica que lo que marca a fuego a un joven es esa derrota contra su eterno enemigo, ese gol en el último minuto, en resumen esa tragedia que le acompañará para siempre.

A la conversación con Jose Lobo, hace días en Sevilla, se unieron los compañeros británicos y australianos que formaban la expedición de Copa 90. Yo, que aprendí inglés en el colegio de La Ería y en una academia de Pedro Miñor, me vine arriba. Allá me lance a intentar explicar a un auditorio multinacional el ambiente que no consiguen grabar las cámaras en un derbi.

La tensión que envuelve los estadios en un derbi no paga entrada ni ocupa asiento, pero puede hacer perder un partido sin problema. Les puse de ejemplo el partido del Oviedo ante el Caravaca, el Arteixo y otros tantos trascendentales para el equipo azul. En esos partidos el ambiente en la previa era único, horas antes veíamos el Nirvana al alcance de nuestros dedos, pero con el pitido inicial€

Con el pitido inicial esa ansiedad no la calma ningún orfidal. El agarrotamiento, el nudo en la garganta, y lo peor de todo, ese runrún que sale del cemento cuando no se encadenan dos pases seguidos, una horrible sensación de sentirse atrapado en un cuerpo ajeno sin lograr manifestar tu estado anímico. Eso es lo que hay en un derbi y nunca se ve.

Lo sentí al poco de esa conversación delante del Sánchez Pizjuán. Horas más tardes de aquellas cervezas, marcaría el Betis ante su eterno rival. Entonces, ese ser fantasmagórico envolvió el Pizjuán y estoy seguro de que el quinto gol del Betis lo marcó él. El propio nerviosismo contagioso de la grada casi necesitada de una debacle para sentir el dolor y tener algo que les marque para toda la vida, que diría Enric Gonzalez.

La última vez que vivimos eso en el Carlos Tartiere fue en la eliminatoria contra el Cadiz (mayo de 2015), hace ya casi tres años, afortunadamente. Entonces, con 0-1, un magistral giro de cuello sirvió para conectar uno de los testarazos mas memorables del fútbol mundial, mandar el balón al fondo de la red, consagrar a Diego Cervero como leyenda viva del oviedismo y disipar las nubes negras que se cernían sobre La Eria. Tres lustros llevamos viviendo partidos más importantes que un derbi cada temporada, llámense engendro, Arteixo, Caravaca, Pontevedra, Eibar€ No hay derbi ni humillación posible que supere lo vivido.

Por eso creemos tanto en Anquela, porque a él también le marcaron a fuego partidos, partidos que perdió y de los que salió trasquilado, como todos. Él y nosotros aprendimos de ellos. Por eso este domingo, pase lo que pase en el Carlos Tartiere, se vivirá el ambiente que de verdad merece el Real Oviedo, no el que causa el nerviosismo de la imperiosa necesidad de victoria, porque los derbies por nuestra supervivencia ya los jugamos hace años, y de ellos aprendimos a levantarnos de cada caída y a ser lo que hoy, orgullosos, somos.

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