Se llama José María Angressola Jiménez, pero en la orla histórica del Oviedo figurará como Mossa. En realidad, Mossa no es un nombre. Mossa es un apodo. Es el apodo con el que se conoce en este tinglado del fútbol al nuevo héroe del oviedismo, responsable de liquidar al Sporting en el primer derbi en el Carlos Tartiere en quince años. El derbi será para siempre el derbi de Mossa.

Cuentan quienes le conocen de cerca que Mossa (El Puig, Valencia, 29 años) es un tipo sencillo y con inquietudes, alejado del estereotipo de futbolista glamuroso, y portador de una apabullante naturalidad. Un hombre de pueblo que está orgulloso de ser de pueblo y de representar sus tradiciones. De hecho, su propio apodo es una tradición. Resulta que en El Puig (8.618 habitantes) hay costumbre de apodar a las familias. El mote de su familia empezó con su tatarabuelo, que tenía una "mossa" -mella, en catalán- en un diente. Una mella en un diente es que lo tienes roto o desgastado por algún lado. El caso es que al tatarabuelo le quedó Mossa y el mote viajó de generación en generación. Lo tuvo su abuelo, lo tuvo su padre y ahora lo luce con orgullo él en su feliz transitar en el Oviedo, titular indiscutible con Anquela desde que apostó por el sistema de tres centrales.

Amante de la paella, su plato preferido, Mossa huye de las excentricidades. "Es agradable, sensato y se preocupa de su futuro", comenta un amigo catalán. El fútbol hoy es su trabajo, pero no su única inversión. Diplomado en Empresariales, hoy alterna las arrancadas por el carril izquierdo con los estudios de un máster en dirección de entidades deportivas. "No es un futbolista al uso,que vive en la burbuja. De coco sobrepasa a la mayoría de los futbolistas, se puede hablar con él prácticamente de todos los temas", insiste su colega.

En el vestuario del Oviedo, Mossa es una persona querida. Su mejor amigo es Rocha, con quien coincidió en el Nástic y con quien queda habitualmente para cenar. Empezó viviendo a las afueras, en una urbanización, pero, según gente cercana, se acabó mudando a la ciudad con su perro Theo, un Border Collie de seis meses, nacido y criado en Asturias. "Le gusta pasear tranquilamente, tomar algo por el centro de la ciudad y empaparse de la vida local. Es muy fácil conectar con él", señalan quienes le tratan con normalidad.

Activo en las redes sociales, fan de las películas de Tarantino y de grupos musicales como Vetusta Morla, Mossa recaló en el Oviedo por expreso deseo de Anquela. El técnico insistió y, de hecho, fue uno de los pocos que pidió. Las dos partes, jugador y club, hicieron un gran esfuerzo para que vistiera de azul.

Ha contado en alguna entrevistas que uno de sus libros preferidos es "Jugar con el corazón" de Xesco Espar, que como futbolista idolatra a Andrés Iniesta y que, en su posición, siempre se fijó en Nacho Monreal, lateral internacional del Arsenal.

En su haber deportivo hay el récord de partidos jugados de un futbolista con el Levante B, un paso por el Valencia y varios golazos parecidos al que le marcó al Sporting. Uno de ellos, con el Nástic frente al Mallorca en 2016. En su piel lleva tatuado la fecha del 31 de mayo de 2015. Ese día, glorioso para el oviedismo en el Carranza, el Nástic ascendió a Segunda División con Mossa (y Rocha) en sus filas.

Le encanta volver a su pueblo, que el pasado septiembre le reconoció con el premio "La Pedrera (lo recogió su padre). Tierra de tradición taurina, allí tiene a sus amigos, alguno con ganadería propia, y con ellos acostumbra a hablar de toros. "Es un chaval muy normal, que se para con la gente y muy trabajador", insisten sus amigos, que advierten de que está "feliz en Oviedo". El oviedismo, hoy más que nunca, está también muy feliz con él.