La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Análisis

Lo incontrolable

Lo incontrolable

Si los partidos de Segunda División se deciden por los famosos detalles, mantra repetida una y otra vez por los entendidos de este negocio, ayer en El Carranza hubo uno principal que colorea sin remedio cualquier análisis: la expulsión de Rocha en el minuto 34. En un balón dividido, el extremeño se fue al suelo en una pugna dura, pero limpia, con Carpio. La grada del Carranza, con su habitual adrenalina irracional, siempre ruidosa, presionó al unísono y el árbitro, Juan Pulido Santana, canario, 34 años, mordió el anzuelo. Vio mala intención donde no la había y echó al futbolista para indignación azul (Linares llega a hacer el gesto de abandonar el campo). Para quien ha jugado alguna vez a esto, la expulsión es a todas luces injusta. Los árbitros también se equivocan, sólo faltaría, y ayer el perjudicado fue el Oviedo. En una batalla en la cornisa entre dos candidatos al ascenso, de poder a poder y en la que los milímetros cuentan, una acción así acaba desnivelando irremediablemente las fuerzas. Aunque públicamente se mordieron la lengua más de lo que quisieran, Anquela y sus chicos estaban ayer que les llevaba Dios. Con toda la razón. Es lo incontrolable del fútbol. ¿O se puede controlar?

Con la cabeza alta. En realidad, la inferioridad numérica sólo la notó el Oviedo a la larga. Porque los azules se mantuvieron en pie durante un buen rato, con la cabeza alta, hasta que Perea la clavó en la escuadra y el derroche físico empezó a pasar factura. El equipo está tan engrasado que es capaz de minimizar los daños hasta en las plazas más complicadas. Buenísima señal para quien baje el pistón y piense solo en el play-off. Hace tiempo, pensar en acariciar el triunfo en casa del segundo clasificado y con uno menos a la media hora era impensable. Ayer fue una realidad. El gol de Linares en la portería mágica del Carranza situó el partido en un plano en el que el Oviedo es especialista: apelar a la épica para defender contra viento y marea un resultado. Lo consiguió en Sevilla, también con uno menos, ante el colista. Ayer el rival era el Cádiz, palabras bastante más mayores que entonces. Aunque no fue superior al Oviedo, el cadista es un grupo bien trabajado y con las ideas claras. Una roca, como el Oviedo.

Cinco minutos fatales. Habrá quién pueda señalar a los cambios de Anquela como uno de los motivos del paso atrás azul: Cotugno y Verdés, dos defensas, por Berjón y Ñíguez, "los buenos". La realidad es que el Cádiz, que tiene dos balas en las bandas, fue empotrando desde el inicio de la segunda parte hacia su portería al equipo azul, con la lengua fuera por la inferioridad. El técnico quiso fortalecer el muro con dos cambios lógicamente defensivos. No contaba con el perdigonazo de Perea que lanzó al Cádiz. Los amarillos remontaron en cinco minutos con una genialidad y después de una jugada a balón parado. ¿Les suena?

Dos equipos similares. Oviedo y Cádiz tienen muchas cosas en común. A día de hoy, nadie duda de que lucharán por subir a Primera. De su choque resultó un partido táctico y poco vistoso, con más protagonismo para la lucha que para la poesía. Como Salvi y Álvaro tenían preparado el puñal, Anquela ordenó a Diegui y a Mossa ser un pelín más conservadores de lo normal. Se le notó especialmente al canterano en la primera mitad. El plan le funcionó mientras hubo igualdad numérica. Ordenado y junto, el cronómetro corrió sin sobresaltos y el Oviedo llegó hasta donde le dejaron.

Reforzados. Hay derrotas y derrotas. La de ayer en Oviedo tiene la musiquilla de injusta con el colegiado en la diana, pero si se quita el filtro arbitral la sensación es que los azules no fueron inferiores al Cádiz. El equipo de Anquela compitió con uñas y dientes, nunca le perdió la cara al partido y estuvo muy cerca de sumar ante uno de los principales favoritos al ascenso. El Oviedo debe pasar página y no desenfocar el camino. Perder en El Carranza con diez jugadores desde el minuto 34 entra dentro de lo lógico.

Fin al embrujo del Carranza. Con la derrota de ayer también se acabó el embrujo con el Ramón Carranza, hasta ahora talismán desde que los azules volvieron a nacer. La racha sin perder se quedó en diez partidos y ahora toca empezar una nueva. De lo incontrolable es mejor pasar.

Compartir el artículo

stats