Una acción en la segunda parte del choque ante el Granada creó cierto debate en el oviedismo, azuzado éste por las redes sociales. La cuestión debatida era si la acción de Christian Fernández, un golpe fuerte con Joselu que retiró a éste del partido, había sobrepasado los límites de la dureza. Una semana después, Christian salió del Nuevo Arcángel con el labio partido, en una acción en la que Guardiola le impactó con el brazo. Entonces no hubo revuelo. El zaguero aceptó ambas acciones como lances del juego. Accidentes dentro del campo. Ayer, preguntado por los comentarios sobre su persona, el cántabro expresó su opinión al respecto. "Me dan igual las críticas", dijo (empleando otra expresión); "con 33 años no me importa lo que se diga de mí. Sé a quién le tengo que dar cuentas y atiendo las críticas de quien quiere lo mejor para mí. El resto me da igual".

El cántabro no piensa cambiar su actitud en el terreno de juego. "Voy a seguir dando lo mismo por este escudo, jugando al límite del reglamento. A veces me pasaré y otras, no. Nunca he tenido el cartel de violento y no lo tendré ahora por mucho que alguno quiera ponérmelo", defendió el zurdo.

Antes de la defensa de su estilo, al zaguero se le había preguntado por la marcha del equipo, por los objetivos a conquistar. En un momento en el que todos hacen cálculos con la promoción de ascenso, Christian mostró una lectura diferente: "El equipo no está tan mal. Tras el derbi se sobredimensionó todo. Parecía que ya habíamos ascendido a Primera. No puedes quitarle la ilusión a la gente, pero hay que ser consciente de dónde estamos. A veces se pierde la perspectiva". Y añadió: "Conseguir los 50 puntos con diez jornadas de antelación al final de la temporada es un objetivo que muchos equipos de Segunda firmarían y se le da poco valor. Quizás es por la trayectoria que llevábamos en la competición".