"A Toché lo veo matarse a correr e irse de los partidos sin chutar a puerta". Lo dijo Linares, el otro delantero del equipo, que reconoció además que a él le ha sucedido lo mismo cuando le ha tocado formar de titular en el once del Oviedo. Doce goles entre los dos delanteros de referencia del equipo son un pobre balance para un conjunto que aspira a meterse en los puestos de play-off de ascenso a Primera. La causa, según reconocía el propio Linares, es que al equipo le cuesta mucho generar ocasiones de gol, servir balones para que sus rematadores puedan aumentar esa cifra. Entre Toché y Linares no llegan ni a la mitad de los goles que ha marcado el máximo realizador de la categoría, el delantero del Valladolid Mata, que lleva 27 tantos.

La ausencia de fluidez en el juego del Oviedo viene de atrás. El hombre que debe dar profundidad al equipo es Fabbrini, un futbolista que se ha pasado más de la mitad de la temporada recuperándose de una grave lesión de rodilla y que en esta recta final de la Liga, a pesar de estar disponible, no ha llegado en su mejor momento. Tampoco Hidi, un jugador con gran visión de juego, ha terminado nunca de tener continuidad en el once de Anquela. El resultado ha sido un Oviedo demasiado plano, previsible, que depende del desborde de Saúl Berjón, de algún chispazo de Aarón Ñíguez y de lo que puedan aportar sus laterales cuando se incorporan al ataque.

El mejor momento del Oviedo llegó precisamente cuando, jugando con cinco atrás, el momento físico y de acierto de Diegui Johannesson y Mossa desequilibraba los partidos. De sus incorporaciones dependía gran parte de la ofensiva azul. Siendo ellos, en muchos casos los que culminaban las victorias con sus propios goles: Mossa lleva dos y Diegui Johannesson, tres.

El sistema de juego del Oviedo, con un sistema y con otro, ha contado además con dos mediocentros, los dos muy similares. Uno, Folch, ha sido insustituible todo el año. El catalán aporta equilibrio al equipo, pero no es un jugador capaz de incorporarse al ataque, apenas remata a puerta y no ha aportado un solo gol. Su labor ha estado más enfocada a evitar el peligro del rival que ha generar nuevos desequilibrios. Su compañero más habitual esta temporada ha sido Rocha.

El extremeño también tuvo incidencia en el juego en su momento álgido y consiguió tres goles esta temporada, alguno, como el que le marcó al Sevilla Atlético, decisivo para que el conjunto azul ganara el partido (0-1). Aún así, tampoco Rocha parece un futbolista de corte tan ofensivo, capaz de generar desequilibrios en ataque ni de dar pases que dejen solos a los delanteros. Además, en esta recta final de la liga ha perdido protagonismo y ha pasado a ser Mariga el elegido para acompañar a Rocha en el centro del campo. Más de lo mimo.

El keniano, intermitente durante los partidos, aporta físico al equipo, contundencia para cortar las incorporaciones del rival, pero no le da para ayudar a los atacantes. El resultado es que el Oviedo se parte y que los atacantes se quedan demasiado solos para buscar ocasiones de gol. En el encuentro ante el Numancia, el Oviedo cayó por sus errores defensivos pero nunca tuvo capacidad de reacción en ataque. En ningún momento el equipo dio la sensación de tener capacidad de darle la vuelta a un marcador que se le había puesto en contra.

A estas alturas, el Oviedo tendrá que intentar recuperar la frescura que al menos le permitió ser un equipo incómodo, robar más balones y más arriba para pillar desprevenido al rival. Volver a ser ese equipo al que los rivales no sabían cómo meterle mano.

Más compilado va a ser que Toché y Linares vayan a disponer de más oportunidades. A los delanteros azules les espera un final de temporada en el que les va a tocar seguir buscando el gol de todas las formas. Los dos han demostrado a lo largo de su trayectoria que cuando tienen una ocasión casi siempre la aprovechan.