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La receta del maestro

Miguel Sánchez, entrenador campeón con el Vetusta en 1990, fue profesor en el Meres de Javi Rozada, actual técnico del filial

Rozada. LNE

Miguel Sánchez hizo al Vetusta campeón de Tercera División en 1990. Javi Rozada ha repetido gesta 28 años después (el sábado, 18.00 horas, visita al Mutilvera en la ida de la eliminatoria por el ascenso a Segunda B). Casi tres décadas separan ambos sucesos y sin embargo hay más nexos entre ambos técnicos. Miguel Sánchez fue profesor de Rozada en el colegio Meres, donde impartió durante 12 años clases de educación física. "Era un poco rebelde, sí", comenta Sánchez entre risas. Profesor, técnico y un tipo ordenado. El exentrenador del Vetusta acude a la cita con LA NUEVA ESPAÑA con una carpeta en la que guarda los recortes de aquella campaña 1989/90, de la que conserva un grato recuerdo. Y donde no llegan los documentos lo hace una prodigiosa memoria.

"El ascenso lo logramos en la última jornada. Nos la jugábamos el Hispano y nosotros, y nos valía el empate en casa. Ganamos 6-0 al Santiago de Aller", recuerda de forma nítida. Miguel Sánchez había asumido el reto aquel curso, el 89/90 de que el Vetusta regresara a Segunda B, categoría de la que había descendido meses antes. Eugenio Prieto era el presidente. "La exigencia fundamental era formar jugadores pero teníamos equipo para luchar el ascenso. Son dos aspectos compatibles. Para mí, la clave en un filial es formar futbolistas pero eso solo se consigue compitiendo", señala.

Nadie mejor que Armando representa esa doble vertiente. "Había estado cedido en el Hispano la temporada anterior y fui yo el que pidió su regreso", recuerda. Y fue un acierto. Armando convirtió el flanco derecho del ataque en su zona de influencia. El juego del equipo se amoldaba a sus condiciones. "Era rápido, aunque tenía tendencia a irse al centro. Yo le insistía que no, que se abriera a la banda, que quería que nos diera amplitud. Incluso le ponía cintas en la banda en los entrenamientos para que lo comprendiera", explica. Y el equipo se benefició: "Jugábamos más bien a la contra, a buscar los espacios. Era un equipo que explotaba la velocidad y trataba de llegar por sorpresa. Armando hizo muchos goles llegando a finalizar las jugadas". A Armando le secundaba un grupo compacto y buenas individualidades: César, Tista, Ramón, Pepín, Quiroga?

Y como en todo filial, a Miguel Sánchez le tocaba lidiar con aspectos más allá de los futbolísticos. "Algunas veces tenía que hacer también de padre, es normal con chavales de esa edad. A mí por ejemplo no me gustaba que el día del partido, por la mañana, estuvieran con la novia viendo a los juveniles. No, prefería que estuvieran concentrados en casa", relata. Los castigos de traer una docena de pasteles cuando alguien era expulsado del entrenamiento se hicieron un clásico. Tanto como la "captación de defectos": reuniones en el vestuario para analizar defectos a corregir y que incluía preguntas sobre estadísticas del equipo, los rivales o el calendario.

Aquella generación dio frutos al primer equipo y logró situar al filial en un escenario interesante. 28 años después, el Vetusta de Rozada persigue idéntico objetivo. "No les he visto este año pero me hablan muy bien del trabajo del entrenador. Me encantaría ver más futbolistas de abajo con los mayores, pero eso es cosa del técnico del primer equipo. La cantera siempre está ahí cuando se le necesita. El caso de Steven es el mejor ejemplo", explica Sánchez.

¿Y la educación física? "Ahí también era muy exigente. Les mandaba hacer muchas pruebas, como salto de altura, los 1.000 metros? Les metía caña. A alguno lo suspendía por no traer la ropa de deporte", señala. ¿A Rozada? "No, a Javi, no. En eso, en traer la ropa, sí cumplía", cierra Miguel Sánchez.

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