León como punto final a la temporada. Aún queda un resquicio, pequeño, mínimo. La matemática siempre ofrece una tabla de salvación extra. Una excusa para los más optimistas. Pero las opciones azules de estar en el play-off de ascenso tienen pinta de haber muerto en León. Fue en un partido que funciona como perfecta síntesis de la temporada: un juego ramplón, una actitud batalladora y un final de insatisfacción. Si el equipo se cae de la lucha por la promoción no es por una cuestión de entrega, de pelea. Es por fútbol. Da la impresión de que el equipo ha llegado a donde ha podido y no le ha dado para más. El colofón podría haber llegado incluso antes, pero los frutos recogidos en la etapa de vacas gordas permitió superar el duro invierno. Pero los víveres no alcanzaron hasta la última jornada. El sueño, que viajó con más de 1.500 oviedistas a León, no volvió en el viaje de vuelta. No llegó a superar el Negrón.

La Cultural, ahogada en la tabla mostró en todo momento una actitud mucho más alegre. Ni rastro de la tensión acumulada, al menos en la puesta en escena. Como si los locales tuvieran más cosas en juego que el Oviedo. A los azules, como es habitual, no les iba a salvar su propuesta futbolística. Así que la respuesta estaba en manos de las batallas individuales. Pero tampoco estas cayeron del lado de los de Anquela. Sin juego y sin músculo, el choque estuvo desde el principio inclinado hacia la meta de Alfonso.

La Cultural se comportó desde el inicio con personalidad. Como si no le pesase la tabla. Con Palatsi, portero, como un defensa más. La idea era tratar el balón con un bien preciado. Tenerlo, sobarlo, que el Oviedo no disfrutara de él. Tampoco es que los de Anquela se sintieran incómodos sin la posesión. No suelen hacerlo. El plan de los azules consistía en esperar y sorprender. El Oviedo quería dañar con escenas cortas, de acción, mientras la Cultu prefería los guiones más elaborados.

Berjón presentó al equipo azul en el área leonesa al minuto con un centro de la zurda pero la primera sacudida fue local. Señé se coló entra la espalda de los centrales, solo ante Alfonso. Definió raso, abajo, pero Alfonso le negó el gol con una mano salvadora. En solo dos minutos, el Oviedo había solventado el primer aprieto serio.

Entró entonces el choque en un momento de calma tensa, conscientes los dos equipos de lo que había en juego. Pero la sensación era que el mínimo chispazo haría estallar el partido. Ocurrió cerca de la media hora. Señé encontró en profundidad a Rodri, que salvó la salida de Alfonso y, escorado a la izquierda, chutó a puerta. El poste repelió un tanto que ya se pronunciaba en la grada local. Los dos sustos se interpretaron en la grada azul como un regalo. Había vida.

El Oviedo dominó en la segunda parte, pero sin acierto

Contestó rápido el Oviedo, queriendo pedir el foco en el duelo. Al menos para protestar ante el dominio local. Saúl Berjón y Mossa se encontraron en la izquierda, su sitio para las citas, y el asturiano centró con la precisión habitual. Johannesson, completamente solo, impactó con el interior pero la pelota se fue rozando el poste.

Para entonces, Anquela había ordenado una reorganización. Aarón se metió al medio, reforzando a Rocha y Folch, y Berjón centró su posición, acompañando a Linares. Durante todo el primer acto, el Oviedo fue mutando entre los dos sistemas: con tres el medio y con extremos abiertos. El dominio, no obstante, siguió siendo local. Merodeó un par de veces la Cultu el área de Alfonso y trató de contestar Aarón con disparo desde la frontal. A los 45 minutos llegó la jugada clave del primer acto. Peinó Rodri en el segundo palo y Forlín y Señé pugnaron por la pelota. El local rodó por el suelo y el asistente, no el árbitro situado a un par de metros de la jugada, decretó penalti. El propio Señé lanzó cruzado para batir a Alfonso y convertir el descanso en una película totalmente diferente. Una en la que el Oviedo se le exigía ser protagonista. No parecía, visto lo visto, un castigo excesivo.

Y asumió el mando el Oviedo porque no le quedaba otra. Encerrando a la Cultu en su campo desde el primer minuto del regreso. A los cuatro minutos de volver, Aarón ganó la línea de fondo y cedió a Rocha que, en posición franca, chutó raso al centro. Un golpe tímido, como el papel del Oviedo hasta entonces en la cita decisiva. Mossa puso otro balón peligroso cinco minutos después. Y a los 55, otra jugada polémica. Palatsí salió a despejar un balón colgado y cayó en el intento. El balón le quedó manso a Linares que empujó a la red, pero el colegiado había señalado falta sobre el meta en la acción. Una vez más, la exagerada protección con la que se blinda a los porteros.

Movió el banquillo Anquela tratando de aprovechar que el viento soplaba a favor. Entraron al campo Toché, Fabbrini y Yeboah, de forma escalonada, pero todos antes de los 70 minutos. Con margen de maniobra. El Oviedo pasó a jugar con cierto desorden (Aarón de lateral...), pero a esas alturas parecía dar igual. Ya se estaba jugando con el corazón. El equipo azul, herido, se resistía a perder su última vida en el Reino de León. Quería otra prórroga de 7 días. Otra jornada para la esperanza.

Berjón fue el siguiente en probarlo. Chut duro y ajustado en una falta frontal que Palatsi desvió a córner. La acumulación de hombres de ataque también trajo riesgos. Era obligatorio correrlos. La Cultu pudo sentenciar de haber estado vivo en varias contras pero Carlos y Forlín solventaron los problemas jugando en la cornisa. También les ayudó Alfonso. La última opción azul fue un balón al área, un rebote, una jugada dominada por el miedo (un gol en contra era devastador para las esperanzas de la Cultu). Berjón tocó y la defensa local despejó en el área pequeña.

Ahí se acabaron los argumentos. Porque a la siguiente jugada, Rodri ejecutó la sentencia.

El final del partido significó, prácticamente, el final de la temporada. Y dio paso a esas escenas repetidas en los últimos años; los jugadores pidiendo disculpas a una grada que no se ve recompensada. El primer intento del Oviedo de Anquela se queda en la orilla, salvo milagro. Llegará el tiempo de analizar, de valorar las opciones y de buscar soluciones. Será el análisis sosegado, por todas las partes, el que diga si la etapa del jienense vive una segunda parte, Porque el primer capítulo duró hasta León. No dio para más.