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Segunda División | La lucha por el ascenso

La historia que se repite

Las deficiencias en la plantilla y algunos errores de gestión de Anquela pueden llevar al Oviedo a otro año sin play-off - La sensación es que el nivel del equipo ha llegado a donde tenía que llegar, que no tenía para más; no se cuestiona la entrega

Linares se lamenta en el choque del pasado domingo en León. IRMA COLLÍN

Antes de nada, un matiz para contextualizar la situación. Según los datos publicados por La Liga en septiembre, el Oviedo contaba esta temporada con el octavo tope salarial, el techo máximo de gasto, en Segunda, incluyendo a los dos filiales. En la relación gasto-resultados, el puesto natural del Oviedo es el octavo. Otro detalle a tener en cuenta: si los azules hubieran ganado en León, estarían quintos y el juicio, en base a un simple resultado entre 41, sería muy diferente. Conviene contextualizar las cosas antes de entrar de lleno en el problema. El Oviedo se quedará sin play-off salvo carambola (victoria azul más la combinación de otros tres resultados), pero la caída no pude considerarse un desastre, entra dentro de los márgenes lógicos. Sí una decepción. Más aún por cómo se ha dado, con una trayectoria de más a menos que recuerda a las dos últimas temporadas.

La plantilla. Parece que la opinión mayoritaria del oviedismo señala a la calidad de la plantilla como principal culpable de que el equipo se haya quedado fuera de la promoción. El club arriesgó en el verano. Lo reconocieron los responsables de la dirección deportiva: el mercado español, justificaban, está por las nubes; toca mirar al extranjero. Traer a Cotugno, Valentini, Hidi, Mariga, Yeboah, Fabbrini y Olmes además de Owusu, (todos ellos futbolistas sin experiencia en la Segunda española) traía riesgos. La competición, tan especial como asfixiante, ha terminado por ahogar a la mayoría: ninguno de ellos ha sido titular indiscutible. Anquela es un entrenador de método, hecho a la categoría, un clásico. Y a muchos de los fichajes, sin embargo, les faltaba poso en Segunda. La arriesgada apuesta chirría.

El entrenador. Anquela tiene ese pretexto, ese condicionante a la hora de valorar su trabajo. Ha tenido que adaptarse a las exigencias del guion. De ahí los continuos cambios de sistema hasta encontrar una personalidad. Pero hallada ésta, el Oviedo no ha tenido continuidad. No ha sabido prolongar el momento dulce. En la segunda vuelta, el asunto se ha desinflado. A Anquela se le ha visto dudar, especialmente a la hora de buscar soluciones en la libreta. Pero quizás el defecto más evidente es el de la gestión de los recursos. A la plantilla, de la que ya se han subrayado sus defectos, no se le ha sacado todo su jugo. Muchos futbolistas han dejado de contar semanas antes del final de la competición. Algunos por completo, como Valentini o Pucko. Otros, con muy poco peso, los casos de Varela, Hidi o Yeboah. Anquela ha justificado que todos han gozado de su momento pero en algunos casos es evidente la falta de continuidad. Una barrera insalvable para intentar lucir. Tampoco se han visto demasiados guiños al filial. En el caso de no creer en la plantilla, el Vetusta debería haber sido un recurso obligado.

El resultado. Buscar un solo culpable parece injusto. Que el Oviedo no haya dado ese paso que le faltaba es consecuencia de una suma de factores. Pero la idea que planea no es la de que el equipo se haya dejado llevar. No es una cuestión de entrega. Parece que el equipo ha llegado donde tenía que llegar; que no ha dado para más. El motor se podía haber parado antes, pero la inercia de los mejores momentos le permitió llegar un poco más lejos. Hasta la penúltima jornada. Lo peor es la sensación de "déjà-vu". Con Generelo, la caía fue estrepitosa. Se prometió mejorar. Con Hierro el final fue muy pobre. Se prometió mejorar. Ahora, el desenlace ha seguido unas pautas parecidas. Mientras Anquela medita su futuro, la sensación de historia que se repite se instala en el oviedismo. Aún queda una última bala, una combinación improbable (no imposible) que condicionaría la nota final. Así es el futbol, esclavo de los resultados.

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