Uno de los héroes de Cádiz se emociona cuando recuerda la vuelta azul al fútbol profesional hace tres años. "Me acordaré toda mi vida, es un momento indescriptible", dice Sergio García, extremo del Oviedo durante dos temporadas (13/14 y 14/15), ahora en las filas del Toledo. El zamorano fue el comodín de Egea en el año del ascenso, una campaña en la que pese a no ser titular tuvo una importancia capital, siendo el revulsivo habitual desde el banquillo. "Recuerdo la etapa del Oviedo con mucho cariño y me considero oviedista, por supuesto. Además, en lo personal creo que aporté bastante", asegura el zamorano, que anotó ocho goles ese año.

Esta temporada, a diferencia del año del ascenso con el Oviedo, no ha sido fácil para el extremo. El Toledo consumó un agrio descenso a Tercera División con Miguel Falcón en el banquillo, que sustituyó en enero a Onésimo, valedor de Sergio, con el que el zamorano llegó a debutar en Primera en el Valladolid. "Ha sido un año difícil, el fútbol te da y te quita y este año nos ha quitado". El extremo, que goza de cartel en Segunda B, tiene contrato con el Toledo, pero está a la espera de resolver su futuro. Sergio, tras ascender dejó el Oviedo en el verano de 2015 rumbo Cartagena, donde completó dos temporadas en Segunda B. El cambio de aspiraciones de un club es algo que se nota. "Es muy diferente. El Oviedo es un equipo que está en la cumbre del fútbol, el Cartagena venía de un año malo, pero conseguimos rehacernos", dice. Sí de él hubiese dependido, Sergio hubiese seguido con el Oviedo en Segunda. "Me hubiese gustado quedarme, pero no se dio así y no pasa nada", explica. El partido ante el Astorga el año de Egea (0-1 para el Oviedo), un encuentro marcado por el barro que se quedó en la retina de muchos oviedistas como uno de los símbolos de esa temporada, fue el momento clave de todo el año para el zamorano, cuando empezó a vislumbrar la vuelta del Oviedo de las catacumbas. "Fue el partido del barro, literalmente. Nos dimos cuenta que ese era el año", asegura. El buen ambiente entre los integrantes de esa plantilla, algo que se apreciaba desde fuera, también fue esencial para ascender, según el zamorano. "Daba gusto, éramos como una gran familia, unidos a muerte todos los partidos. No podría quedarme con un compañero u otro, éramos un grupo sensacional".

Pero no fue todo bueno lo vivido por Sergio en el Oviedo. El extremo zamorano aún tiene una espina clavada. Fue en el Tartiere, en la ida del play-off de ascenso ante el Cádiz (1-1). Sergio partió desde el banquillo, pero fue el primer cambio de Egea, que le dio entrada por un agotado Héctor. A los pocos instantes de entrar, el extremo, desde de la izquierda, regateó al lateral cadista, y enganchó un zapatazo que se estrelló en la cruceta e hizo vibrar a todo el Tartiere, que ya cantaba el gol de forma eufórica. "Recuerdo ese tiro muchas veces, me acordaré toda mi vida".