"Como rival, este estadio siempre me ha puesto los pelos de punta", explicó Anquela señalando con el dedo hacia la puerta, detrás de la que se extiende el pasillo que lleva al terreno de juego, donde medio millar de aficionados le jaleaban. "Ojalá pueda estar a la altura del Real Oviedo", añadió convencido. El 26 de junio de 2017 Juan Antonio Anquela era presentando como entrenador del conjunto azul por, al menos, una temporada tras cerrar el fichaje tres días antes. Aterrizaba el jienense con una maleta de buenas intenciones y con el manual impoluto de cómo competir en Segunda. Un año después de aquella escena en el Tartiere, Anquela descansa antes del encarar su segundo intento en Oviedo. Los primeros 12 meses han servido para integrar su personal método en El Requexón, con sesiones intensas marca de la casa, y para convencer con su discurso a la grada. En el debe, lograr un fútbol más atractivo y exprimir mejor algunos activos de la plantilla.

Sus fortalezas. Un mensaje que cala y un día a día intenso. Hay días en los que a Anquela se le ve algo más apagado al inicio del entrenamiento. Meditabundo, deja el protagonismo de la sesión en sus ayudantes. Le está dando vueltas a alguna jugada. Nunca desconecta del juego. Pero de pronto, y sin previo aviso, algo llama su atención. Anquela abandona el mundo de las ideas para recuperar su habitual rueda de gesto, gritos e indicaciones. El jienense es un torbellino.

Esa forma de entrenar, intensa y apasionada, es marca registrada de Anquela. Y una de las facetas más alabadas por los que le conocen. El entrenador se emplea con vehemencia, transmite pasión, y así es más sencillo llegar al futbolista. Quienes han seguido el día a día de las últimas temporadas ha podido comprobar que la forma de hacer las cosas con Anquela es muy diferente a con entrenadores anteriores. Esa intensidad en la rutina de El Requexón es uno de sus fuertes.

Además, es un técnico didáctico. Y muy práctico. Un día a la semana suele hacer trabajo de campo. Divide al grupo en dos y mientras una parte de la plantilla trabaja el físico con Marcos Marcén, la otra mitad ensaya movimientos tácticos con Anquela. Siempre basado en el rival. Si el rival ataca con envíos desde la banda y dos delanteros, en eso consistirá el ejercicio. Si al contrario se le puede hacer daño presionando la salida de balón, por ahí irá la práctica. Le ayuda su conocimiento de la categoría.

Además de ese modus operandi, Anquela ha destacado por su facilidad para conectar con la grada. La afición, críticas deportivas al margen, cree en su menaje. El jienense es llano, no esconde la realidad, acepta las críticas y se expresa con nitidez. Incluso en las últimas jornadas cuando dejó entrever que el nivel de la plantilla no daba para más, fue apoyado en líneas generales por la afición. Lo que en otras plazas sería un asunto secundario en Oviedo, donde se sigue con avidez el día a día, se convierte en materia de gran importancia.

Hay otra virtud que los que han trabajado con él subrayan para entender su filosofía como técnico. Anquela es un entrenador que se sabe adaptar. Antes que imponer sus ideas, las amolda. Hay presupuestos básicos que son irrebatibles, como el esfuerzo. Pero, al margen de esos principios inalterables, la propuesta se adapta a las necesidades. Si Anquela tiene un equipo para tener la pelota, así se comportará. Si los extremos son rápidos, apostará por la contra. Si la defensa tiembla, forrará el centro con tres centrales. Ejemplo este último visto la última temporada.

Las cuentas pendientes: una propuesta más atractiva y el jugo por exprimir. Pero ese discurso tan aplaudido cuando Anquela hace referencia al club encuentra más detractores cuando se dirige al estilo futbolístico. Porque la propuesta para el Oviedo de la 17/18 ha sido pobre en demasiados momentos. Pesa, parece lógico, el hecho de que el equipo no lograra meterse en el play-off. El fútbol es esclavo de los resultados. El equipo luchó hasta el último minuto del último partido, como había prometido el entrenador, pero no le dio para estar en el play-off de ascenso.

También se ha puesto en entredicho en algunos momentos de la temporada su forma de exprimir los recursos. Todos los futbolistas tuvieron su oportunidad, pero a algunos les faltó continuidad para mostrar su fútbol. Jugadores como Hidi, Yeboah o Mariga son los casos más evidentes. Otras críticas señalan a la insistencia por algunas ideas que se veía que no cuajaban. Como la de situar a Forlín de pivote. Esa falta de cintura para rectificar se ve también en los cambios hechos durante los partidos, casi siempre tardíos y sin efectos.