Desde que el Nuevo Tartiere se inauguró, allá por septiembre del 2000, cuando el Oviedo estaba en Primera División, todo fueron problemas para el club carbayón, que inició la etapa más negra en sus 92 años de historia. Doce duras temporadas alejado del fútbol profesional, dos veces al borde de la desaparición (2003 y 2012) y un periodo en el que nadie miró demasiado a un estadio que se presupuestó inicialmente en 13,31 millones de euros, pero que finalmente tuvo un coste de 47, 28 millones, según una comisión de investigación de 2014. El Oviedo actual, saneado económicamente desde la llegada de Carso, sigue arrastrando un estadio con muchos inconvenientes, muchos de ellos salvables, otros no tanto.

La mala localización. Es uno de los inconvenientes que ya no tiene solución. El estadio, en la zona de la Ería, está anclado en un sector de la ciudad con poca actividad, poco apto para edificar un campo de fútbol.

Los accesos. Es un contratiempo considerable que provoca que muchos aficionados, sobre todo los más mayores, no acudan al estadio. Las largas e incómodas escaleras son un embudo en días de partido e incluso a veces un peligro por la acumulación. La solución, según los expertos, pasaría por la creación de rampas o escaleras mecánicas.

El césped. Es el problema histórico del Tartiere. En sus 18 años de vida, sólo ha presentado un estado óptimo a tramos. La falta de luz y el drenaje son los principales causantes. Eso y que el estadio está construido sobre zonas con aguas subterráneas.

La infrautilización de los bajos. Apenas tienen actividad (hay un centro de estudios municipal y poco más), lo que difiere de otros campos de Primera, que tienen zonas de ocio y bares en el propio campo. Los bajos del Tartiere, vírgenes, parecen aprovechables.

La estructura. Está muy tocada debido "una mala conservación durante los primeros años de vida", según un estudio del Ayuntamiento, que está centrado en arreglar todos los daños relacionados con vigas, muros y pilares entre otros. Este año el Consistorio presupuestó medio millón de euros para paliar esos desperfectos.

Mal aparcamiento. El Tartiere tiene una capacidad de 30.000 espectadores y sólo 500 plazas de parking, de las cuales 80 son gestionadas por el club. Los días de partido los alrededores del estadio suelen ser un caos, llenos de coches mal aparcados. El párking más cercano es el del Calatrava, a unos doce minutos del Tartiere andando.

La sectorización. Separar las diferentes zonas de los aficionados es algo que exige la Liga y que está pendiente aún en el Tartiere. Es la gran obra, carísima, por hacer.

Estadio frío. Sobre todo en invierno. La zona en la que está el Tartiere provoca que dentro del estadio, sobre todo en invierno, entren corrientes gélidas, de las que se quejan muchos aficionados. La zona más afectada es el Fondo Sur.

Entorno sin ambiente. Era algo identitario del Tartiere antiguo, con muchos bares y sidrerías a tiro de piedra. En el estadio actual la zona de bares más próxima es el entorno de la plaza Pedro Miñor, que tiene ambiente futbolero los días de partido, pero está algo alejado del estadio.

Asientos grises. Un problema estético del que se quejan mucho aficionados. Hay una iniciativa en internet para que sean azules.