La primera novedad fue el azul. Azul intenso en el cielo, que por muy anunciado que estuviera en los partes meteorológicos no deja de ser milagro en este verano desesperadamente grisáceo que va acumulando Asturias. Azul también, era de esperar, en varios turistas: ya se sabe que oviedistas hay en cualquier sitio y más en el "corazón de Asturias", que diría después Adolfo Mariño, abad de Covadonga. Y azul también en la Santina, la virgen de Covadonga, que ayer se vistió con capa a juego para recibir la visita del Oviedo, tradicional ya por estas fechas. El acto, al que acudió la plantilla y la directiva y en el que estuvieron presentes decenas de turistas, consistió en una ofrenda floral de los capitanes a la virgen, que bendice al equipo para que tenga buen curso y alcance todos sus deseos.

El Oviedo, el oviedismo, en realidad solo tiene un deseo: subir a Primera División. Lo tiene, especialmente, desde hace 15 años y un día, que son los que han pasado hasta hoy desde aquella jornada nefasta en la que la entidad azul se precipitó por el desagüe del fútbol hasta caer a Tercera División. Ayer, 15 años redondos después, el oviedismo en las redes recordó la jornada. Fue a modo de homenaje, de reconocimiento a una lucha conseguida. Ha pasado tiempo, pero no se olvida. El equipo estaba vivo. El equipo está vivo.

Se demostró ayer, una vez más, en una cita de oviedismo desbordante en la que, curiosamente, no se pronunció la palabra ascenso. Ni el capellán del Oviedo, Santiago Heras, que ofició la misa en la cueva. Ni Toché, capitán, que habló después junto a la Basílica. Nadie quiso decir "ascenso". Se habló de "objetivo deseado", "recompensa" o, más directo, "llegar a la máxima categoría". Pero no ascenso, "palabra que luego nos hace quedar mal", según avanzó Heras al principio de su intervención. No es casualidad. Hace tiempo que es norma en el club no pillarse los dedos. Se impone la prudencia. Se habla de "ilusión", de "alegría", de "unidad", de "sacrificio", de "esfuerzo". " La recompensa", dicen, llega después de todo. La recompensa, claro, es el ascenso. Hay veces que no hace falta verbalizar las cosas para que se sobreentiendan. En el fútbol, casi siempre.

"Pongo ante la Santina el proyecto de la alegría y la ilusión. Queremos lo mejor para nuestro club, que nos proteja y nos guíe esta temporada", arrancó Santiago Heras ante una audiencia repleta. En primera fila, el cuerpo técnico, con Anquela al frente, y los cuatro renovados capitanes (Toché, Berjón, Diegui y Christian Fernández). Después, en los bancos disponibles, el resto de jugadores y directivos. Los que juegan, de chándal, muchos móvil en mano, selfie va, selfie viene. Los que dirigen, de vaqueros, camisa y americana. Con el móvil en la mano, pero atento a la ceremonia, también estuvo Ángel Martín González, secretario técncio, por si hay algún fichaje.

Santiago Heras pidió "alegría" para crear "buen clima", pidió también "unidad, valentía, coraje, concentración y esfuerzo" para sacar adelante un proyecto que definió como el de la "ilusión y el de la alegría" y que, confió, permita al equipo azul "llegar a la máxima categoría". Y aquí dejó caer una especie de promesa: si el Oviedo logra "el objetivo deseado", a ver si el peregrinaje "es a pie y no en autobús". Apuntado.

Heras puso también el foco en los jugadores. Saludó a los nuevos, agradeció a los que no están su contribución y pidió a todos que, como referencias que son, tengan "humildad y humanidad" , sean sencillos y "cuiden y mimen" a la afición azul, a la que calificó de "incondicional" porque "ha demostrado estar ahí en los momentos difíciles". Heras también tuvo palabras para el Vetusta campeón de Rozada, a quien trasladó el "reconocimiento" y el "apoyo" de todos. El Oviedo 2018-2019 quedó bendecido en una misa de media hora con un emotivo acto del que salió una promesa: el peregrinaje a pie si se consigue el objetivo. El camino, aunque en autobús, ya se lo saben. La Santina espera en junio.