Ibrahima Baldé llegó a Oviedo el viernes por carretera. Al aparcar el coche junto al hotel bajó su mujer, Natalia, y empezó a descargar maletas: una, dos, tres...hasta siete. Ayudándoles, Ángel Martín González, secretario técnico del Oviedo, su gran valedor. Las maletas iban embaladas en un plástico azul. Dentro de ellas, un montón de cosas envueltas en chorros de ilusión. El inicio de una nueva vida.

Ibrahima es un tipo acostumbrado a empezar nuevas vidas. A sus 29 años, el delantero senegalés ha jugado en cuatro países (España, Francia, Rusia y Rumanía), en diez competiciones y en varias categorías. El viernes inició una que, él y su esposa, también senegalesa, deseaban mucho. No sólo por volver a España, por el propio club y por la categoría, sino también por la ciudad. Nunca habían estado en Oviedo, pero les habían hablado de ella estupendamente. El viernes por la noche, después de cenar, los dos fueron a pasear por las calles de la ciudad. Muchas estaban vacías, pero quedaron impresionados: "Muy buena pinta".

Después de una odisea cómica, muy de Berlanga, con un visado que se resistió, una cónsul de baja y un embajador ausente, el delantero africano se vistió de azul. Ayer ya se entrenó en El Requexón, al margen de sus compañeros, y mañana será presentado.

Para jugar en el Oviedo no sólo tuvo que resistir el incómodo asunto del visado. También resistió a una tentación mucho mayor y más golosa: la del dinero. Ibrahima fue fichado por el Cluj para un proyecto de Champions y con un contrato muy potente. Le restaba un año entero y renunció a él. Este verano recibió ofertas de países con fama de opulencia económica en el fútbol como Catar, Turquía o Arabia Saudí. También le hicieron una oferta desde Ecuador con sueldo de 500.000 dólares netos al año. Todas las propuestas que le llegaron fueron mucho mejores que la del Oviedo. De hecho, su sueldo bruto en el club azul, cuenta gente cercana, será menos de la mitad del que tenía neto en Rumanía. Un esfuerzo que no le importa. Quería jugar en el Oviedo, quería jugar en España. Quería sentirse bien él. Quería que su esposa se sintiera bien.

No es la primera vez que Ibrahima sabe del Oviedo. Hace tiempo hubo un tibio contacto, nada serio, vía Ángel Martín González, que fue quien hace años le sacó del Numancia para llevárselo a Osasuna. Pero llegó la oferta suculenta del Cluj.

A la segunda, pues, fue la vencida para un tipo "alegre, risueño, que transmite alegría y que es de los que te hacen la vida más fácil". Lo describe así para este periódico Raúl García, jugador ahora del Athletic de Bilbao, que fue compañero suyo en Osasuna.

De hacer la vida más fácil saben mucho en Senegal, su país. Allí es un ídolo. Ibrahima nació en Dakar y se crió en el barrio de Pikine. Toda su familia vive allí. Él es el mayor de siete hermanos y el principal sostén económico familiar. Su padre, ya jubilado, es uno de sus grandes seguidores. A Senegal suele ir dos veces al año: en Navidad y en verano, y suele acudir con regalos para los más pequeños. Cuando jugaba en el Atlético, por ejemplo, recogía las botas gastadas de sus compañeros para repartirlas entre los niños de su país. Él no tiene niños, pero sí mucha conciencia social. Hace un tiempo adquirió unos terrenos junto al aeropuerto de Dakar para empezar a darle forma a su gran sueño: construir una escuela de fútbol para que los niños senegaleses tengan el sitio donde jugar que no tuvo él.

Él salió de Senegal hacia Argentina por medio de un contacto que le ofreció recalar en el país sudamericano y ser una suerte de vendedor ambulante. Nada más llegar le hicieron un hueco en un piso con más senegaleses. Allí hizo una prueba en Vélez y conoció a su agente, una especie de padre para él. Después llegó la prueba en el Atlético una trayectoria futbolística ya conocida que le llevó a debutar con el Atlético en Primera, donde tuvo dos grandes padrinos: Agüero y Forlán, con los que mantuvo el contacto después. Numancia, Osasuna, Kuban Krasnodar ruso, Reims francés y Cluj completan el currículo de un tipo que ahora recala en el Oviedo para llevar al equipo en Primera. De sus goles, entre otras cosas, depende el éxito azul.