Si de verdad son fiables las primeras impresiones, el tiempo lo dirá, este nuevo Oviedo motiva. Su puesta de largo ante el débil Extremadura acabó en bajón por un empate inesperado e injusto, pero a la vez resultó ilusionante para quien sea capaz de alejar el análisis del marcador, algo obligatorio en el amanecer de cualquier gran torneo. El equipo carbayón dejó muy buen fútbol, un porrón de oportunidades de peligro y si no ganó fue por dos juanetes de los que se duele hace tiempo: la debilidad a balón parado y la falta de definición, asuntos que no son baladí y que urge remendar para los dos duelos que vienen ahora seguidos en Andalucía (Córdoba y Cádiz).

El partido fue una faena incompleta, una explosión en toda la cara de la Segunda División, categoría, ahí va el tópico que siempre se cumple, en la que cualquiera te pinta la cara. Ya ven.

Quizá en caliente le cueste al oviedismo digerir un empate en casa ante un recién ascendido mermado por más de diez bajas, pero los debuts, que se le resisten misteriosamente al Oviedo desde que volvió a Segunda, son partidos de pistas y sensaciones, más de aventurar que de constatar. Y la primera sensación que dejó ayer el Oviedo fue la de un equipo con mayor potencial en la plantilla, felizmente reseteado en verano y con un centro del campo muy prometedor. La mezcla de Tejera, Boateng y Javi Muñoz en el medio fue sin duda la gran noticia de la jornada. Por primera vez hubo sensación de gobierno en la medular. Mientras le aguantó el motor a pleno funcionamiento, mientras los tres tuvieron gasolina, el grupo carbayón protagonizó un partido estupendo. Dominio, velocidad, juego en corto y en largo, profundidad. Latidos que, por echados en falta, celebró el Tartiere. Llegó el tanto de Toché a los diez minutos y pudieron llegar bastantes más. Falló el gatillo y el asunto se complicó.

La superioridad fue abrumadora, pero al Extremadura, agarrado a su buen portero, le salió su plan: aguantar sin desengancharse del partido y esperar a una acción aislada. Eso ocurrió. Álex Barrera marcó a la salida de un córner a falta de quince minutos y, fatigado el Oviedo, ya no hubo reacción. El Tartiere degustó el menú, pero quedó ojiplático con la cuenta.

El primer once de Anquela confirmó las intenciones valientes del Oviedo, que se organizó a partir del esperado 4-3-3. La mitad de los fichajes, titulares. Tres futbolistas de pie fino en un centro del campo completamente nuevo (Tejera, Boateng y Javi Muñoz) y el incansable Bárcenas en el extremo ligando estupendamente con Diegui. Ninguna cara nueva ni en la portería (se mantiene la apuesta por Alfonso) ni en la defensa. La presencia de sus laterales más largos (Mossa y Diegui) certificó la propuesta ofensiva de un once del que se cayó sorprendentemente Forlín. Al argentino ya le costó ser titular en el centro de la zaga la temporada pasada. Luego fue indiscutible.

Dejaron los azules muy buen sabor de boca en un primer acto con mucha chicha, cuesta abajo por el tempranero tanto de Toché (minuto 10). La nueva sala de máquinas se hizo notar. Aunque falta escrutarla en compromisos más enjundiosos, hubo, por fin, una sensación completa de gobierno en la medular. Tejera actuó de ancla perfectamente escoltado por Javi Muñoz y Boateng. Los tres mezclan bien, se asocian con criterio, tienen desplazamiento largo y llegada. Y trabajan, eso todos. Marca Anquela. Como si hubieran jugado siempre juntos, manejaron a su antojo el ritmo del partido durante setenta minutos. Quiere el Oviedo ser protagonista y con ellos lo consigue. Anquela tendrá un problema cuando quiera encajar a Folch.

Achucharon los carbayones en un inicio arrollador. Antes del gol, minuto 10, Tejera se sacó una espectacular diagonal desde 40 metros que Toché no cazó por poco y Javi Muñoz, que ofreció un recital con y sin balón, no atinó en otra llegada por sorpresa desde atrás. El tanto llevó la firma de la vieja escuela. Mossa milimetró un pase por delante de la defensa que Toché recogió y, de zurda, largó un trallazo que abrazó la red. Estaba hecho lo más difícil, que era abrir la lata. 80 minutos para golear y dar un gran salto.

Corría mucho y jugaba muy bien el Oviedo, presionante y combinativo, al son de sus tres violinistas. La banda derecha era un puñal. Bárcenas se metía al centro para liberar a Diegui, que embestía una y otra vez. El Oviedo mandaba y llegaba sin necesitar al mejor Berjón, cosa que ya de por sí era (buena) noticia.

Antes de la veintena Toché erró una vaselina y no alcanzó un pase de Muñoz. Seguros atrás y con una presión alta, se gustaban los azules para descorche del Tartiere. No había noticias ni de Alfonso ni del Extremadura. Al descanso, ovación cerrada y un lamento: el partido, sin saber muy bien por qué, seguía sin abrocharse. Peligro.

Aceleró tímidamente a la vuelta de vestuarios el equipo de Sabas, con el cronómetro como único aliado. El Oviedo seguía a lo suyo, dominando, llegando y errando en el remate. Boateng lo intentó desde fuera, Toché remató alto un centro de Bárcenas, Javi Muñoz enroscó demasiado una pelota que se fue por poco y Diegui eligió mal el desenlace de dos llegadas claras. Apareció por la derecha de sorpresa y, cuando lo tenía todo para empalar, en una decidió centrar y en otra tiró una vaselina sin éxito. El resultado era corto para tantas llegadas y el runrún se metió en el cuerpo cuando, en la más clara, Ibrahima no atinó. Muñoz filtró un pase que dejó ante Manu al senegalés, lento en el remate desviado.

No había manera de cerrar el partido y descansar y, los tópicos se cumplen, tanto perdonar se paga. En su único córner, el Extremadura cantó bingo. Willy le ganó el salto a Mossa y la pelota le cayó al asturiano Álex Barrera, que empujó a la red. El bajonazo fue tal que al Oviedo se le fue completamente la gaseosa. Intentó mantener los decibelios Anquela dando entrada a Joselu, autor de un cabezazo que despejó Manu, pero no respondió más el equipo asturiano, tocado mental y físicamente, quizá implorando el tercer cambió que no usó el entrenador.

Se abrió el telón en el Tartiere y, más allá del gatillazo en el anecdótico marcador, asomó un Oviedo aseado y perfumado. Las primeras impresiones ilusionan. Falta por comprobar si son fiables.