El oviedismo vivió ayer demasiadas sensaciones para ser sólo la primera jornada y estar en pleno mes de agosto. La cara de tonto final que se le quedó a más de uno en el Tartiere define el primer partido de los azules a la perfección. Anquela tiene razón, porque es casi inexplicable que el Oviedo no haya ganado ayer por varios goles a los de Almendralejo, que debutaron a lo grande en el fútbol profesional. Pero, y que bien que esto sea así (ya sea en Oviedo o Estados Unidos), esto sigue siendo fútbol, y que lo compre quien lo entienda.

Y es que todo parecía ir sobre ruedas para el Oviedo, visto lo visto en la primera parte del Tartiere. El centro del campo azul,- sí, la zona de juego que más quebraderos de cabeza ha causado al Oviedo desde el regreso a Segunda-, funcionó a las mil maravillas y el Tartiere vio ratos de muy buen fútbol. Este año, bastó con ver veinte minutos, el Oviedo tiene más herramientas y más terreno donde construir. Lo bordó Javi Muñoz, que manejó el tiempo del partido como un metrónomo; destacó Boateng, que dejó mejores sensaciones que en la pretemporada; y actuó de ancla Tejera, que hasta que le aguantó el físico fue un gran pivote. Superada la barrera del primer gol, que le vendrá bien en lo anímico a Toché, pese a que pudo marcar algún tanto más, parecía que era cuestión de tiempo ampliar el saldo. Pero, como Anquela, que lo advirtió en el descanso, la afición también estaba insegura con la corta ventaja. Ya son tres años en Segunda, una categoría ingrata que te lastra al menor descuido, que llegó ayer en un córner mal defendido que dejó en bajonazo al Tartiere. Anquela dice que la pretemporada es mentira y va a resultar que los debuts en Liga del Oviedo también. Ninguna victoria en cuatro años; la maldición continua.