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La ventana del peñista

Setenta años de oviedismo

Álvaro Fernández, de la peña Albéniz, se gastó su primer sueldo, 87 pesetas, en el abono del Oviedo

Álvaro Fernández, en la sede de la peña Albéniz. LAURA CARADUJE

Álvaro Fernández (Oviedo, 1944) podría impartir un máster de oviedismo a los más jóvenes del Tartiere. Presidente y fundador de la peña Albéniz, una de las más antiguas del club, vicepresidente de la Asociación de Peñas Azules (APARO), también lo fue de FAPAS, la anterior federación (la abandonó cuando se creó el Oviedo ACF en 2003). Más de setenta años de auténtica pasión militante, aunque en realidad se sacó el abono del Oviedo con su primer sueldo, cuando tenía quince años: "87 pesetas al mes, fui corriendo a Marqués de Santa Cruz para hacerme socio en las oficinas, fui del Oviedo siempre, pero antes no era como ahora, que te sacan el carnet al nacer".

Álvaro, pintor de coches retirado, se sienta en la sidrería Albéniz, sede de la Peña en Pumarín, a escasos metros de su casa, y rememora sus vivencias con el club de su vida. Tuvo confidencias con muchas de las anteriores directivas ("Eugenio Prieto, con sus errores, fue el mejor presidente de la historia del Oviedo") abandonó a su mujer en una boda para ver un partido y en la actualidad, sobre todo, se le ilumina el rostro al hablar de sus nietos, Miranda y Álvaro, tan azules como su abuelo. "Soy muy optimista, por naturaleza, pero también nostálgico. Sánchez Lage, Paquito, Prieto...El Oviedo tuvo unos jugadores extraordinarios y ahora es duro vernos tantos años alejados de Primera, pero hay que confiar", recuerda. Álvaro vivió la época del fútbol cuando todo era más natural y un hincha podía comentar tranquilamente el partido con un jugador en un entrenamiento. El ovetense, de hecho, conoció El Requexón cuando no había campos de fútbol, sino sólo un frondoso bosque. "Cuando el Oviedo compró los terrenos se corrió la voz por toda la ciudad y bajamos unos cuantos en bicicleta. Nos parecía imposible que allí se construyesen campos para jugar al fútbol, sólo había vaques pastando", dice riendo el oviedista, que se ilusionó con el nuevo estadio, aunque la alegría le duró escasos meses, "nos plantaron el campo en una escombrera y mal construido, fue un desastre total". Álvaro tiene una estrecha relación con Eugenio Prieto, con el que cultivó una amistad que comenzó en la etapa del primero en la presidencia y se mantiene en la actualidad: "Le regalo puros cada vez que puedo, pero como peñista nunca le pedí nada. Fue un gran gestor, de los que confiaban en la cantera de verdad y sabía mucho de fútbol", asegura sobre Prieto, que recoge el guante y define a Álvaro "como un ejemplo de oviedista".

El Oviedo le causó al veterano hincha algún momento embarazoso con su mujer, Nievines, como cuando tuvo que marcharse en plena boda de unos amigos, en los setenta, para ver un partido contra el Madrid en el Tartiere: "Le dije mira, vamos a la boda, tú que quedas aquí bailando y luego ya vuelvo. Volví cabreado, porque perdimos, pero eché unos cuantos pasodobles". Álvaro, que cuando el Oviedo moría en 2012 sacó mesas a la calle para vender acciones, conoció a Arturo Elías en su primera visita a Oviedo: "Mucha educación y saber estar, tenemos mucha suerte". En lo que confía menos, muy a su pesar, es en el entrenador del Oviedo: "Mira, yo no soy Anquelista, es que no saca a un chaval de abajo y eso me duele. Se me cae la baba con el Vetusta en El Requexón", remata.

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