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Cuestión de carácter, y suerte

Las dos caras del Oviedo frente a Osasuna

Cuestión de carácter, y suerte

El Oviedo no jugó a nada ante Osasuna ayer en el Tartiere durante aproximadamente la primera hora de partido. Fue el de Anquela un equipo errante, desmotivado, sin ideas y miedoso, muy miedoso. Y eso que los contrarios tampoco es que asustaran demasiado, que estuvieran bordando el fútbol. Ni mucho menos. Los navarros marcaron a los dos minutos, tras otro grave despiste de los azules en un balón parado, y se retiraron a sus cuarteles de invierno al comprobar cómo los asturianos eran incapaces de hilvanar jugada alguna de cierto peligro. En los primeros 45 minutos sólo es digno de destacar un ataque oviedista, cómo no, por la parte izquierda: una exquisitez técnica de Mossa que finalmente quedó en eso, en una elegancia futbolística. Nada más. Sequía absoluta de juego y oportunidades en un primer tiempo para olvidar.

Y todo discurría igual de mal en los minutos iniciales de la segunda mitad. Hasta que Anquela se percató de que en aquellas condiciones, con tan preocupante falta de espíritu (sobre todo) era imposible plantearse el arreglo del desaguisado imperante. Decidió dar un paso al frente y retirar a un defensa para que entrara al campo un segundo delantero. Y, además, no esperó para hacerlo a que se acercase el minuto 70 como es habitual en él; no, lo hizo en el minuto 55, con tiempo suficiente para que el nuevo esquema pudiese asentarse y surtir el efecto deseado.

El técnico oviedista acertó plenamente con el cambio. Pero no sólo porque al contar con dos delanteros tan pronto dio al traste con los planes del entrenador osasunista Arrasate, si no porque el elegido para acompañar a Joselu en la vanguardia azul fue Ibra, un jugador que salió convencido de que la remontada era posible. Desde el primer momento se le vio que estaba totalmente enchufado al partido. Y así fue cómo lo revolucionó. Fue más que nada una cuestión de carácter. Eso de lo que tanto habla Anquela en sus conferencias de prensa pre y pospartido. Una energía, fuerza, garra, que Ibra logró transmitir a sus compañeros. El encuentro cambió en ese momento: el Oviedo comenzó a dar otra imagen.

Pero también es cierto que la suerte ayudó a los azules para lograr primero el empate y luego el gol del triunfo. Sólo seis minutos después de la entrada del senegalés al terreno de juego Unai García, quien había adelantado a los rojillos en el primer tiempo, marcó en propia puerta el tanto inaugural de los oviedistas. A su lado, en el momento del remate se encontraba, ¡cómo no!, Ibrahima Baldé, quien poco después realizó quizás la mejor jugada del encuentro dejándole el balón franco a Folch para un remate que salvó in extremis el central osasunista Aridane. Suerte de los navarros. La que no tuvieron, y si sonrió a los asturianos, en la falta lanzada por Saúl Berjón en el minuto 90: un balón envenenado que el cancerbero visitante Rubén tocó con la punta de los dedos pero que fue incapaz de despejar y que finalmente introdujo en su portería.

Sí, tiene razón Anquela cuando dice que "podemos jugar de diferentes maneras". Ayer lo demostró con creces ante el equipo de Pamplona. Incluso puede el Oviedo jugar con fuego, como quedó patente en los primeros 45 minutos frente a los de Arrasate. Ahí está el mérito o demérito de los entrenadores; en saber elegir el sistema que más le convenga a su equipo en cada momento. El sistema y los jugadores más adecuados, por supuesto. Porque a lo largo de una temporada los integrantes de una plantilla, todos, pasan por determinados estados de forma física y de ánimo y hay que saber discernir cuándo unos pueden rendir mejor que otros, por muy titulares que se consideren o los consideren.

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