Porque la siguiente jugada se encargó de recuperar al Oviedo de los terrores. Luis Suárez recogió el centro sin dueño, en un mar de camisetas azules, recortó hacia dentro y ni Mossa pudo neutralizarlo ni un compañero llegó en su ayuda. Tiró y el balón se fue a la red tras pasar entre las piernas de Alfonso. La poca visibilidad pudo perjudicar al meta en un disparo que, de primeras, no parecía tan temible.

La sensación de inconsistencia azul aumentó cuando 7 minutos después Albentosa batió a Alfonso de certero cabezazo en una falta lateral. Otra vez. El árbitro anuló la segunda puñalada por fuera de juego. Aún disfrutó el Nástic de otra llegada antes del descanso. Coris aceleró en su carril y se coló en el área, pero su centro no encontró rematador. Poco se supo del Oviedo tras ese 1-0 con efectos de directo a la confianza. Otra vez, tocaba reinventarse.

Lo bueno es que el Oviedo ya conocía el camino. Lo recorrió, sin ir más lejos, hace una semana ante Osasuna. Aunque el intento de reacción pudo aumentar de dificultad a los 3 minutos de la reanudación. Luis Suárez, rodeado de zagueros azules, encontró en Manu Barreiro un pie amigo con el que tirar una pared. Controló y disparó cruzado pero Alfonso, ágil, tocó lo justo para desviar al poste. El balón se paseó por la línea hasta que lo recogió el meta, brindando una segunda oportunidad al Oviedo.

Lo interpretó Anquela como una señal y dio paso a la alternativa. Si hay una lectura optimista en los últimos 15 días es que el Oviedo tiene plan B, el que junta delanteros en el campo y ataca sin titubeos. El que surge cuando el resultado adverso deja de lado los complejos. Ahora, solo le queda encontrar su plan inicial.

Entraron (minuto 55) Ibra (músculo) y Javi Muñoz (cerebro) y el equipo se plantó en una especie de 3-5-2 algo asimétrico. Pero decidido. Berjón avisó con un zurdazo arriba antes del empate, a los 64 minutos. Centró el extremo en una falta, peinó Forlín e Ibra, tras rechace en el larguero empujó a la red. El senegalés se fue rápido a por la pelota, evidenciando hacia dónde se inclinaba el partido. El Oviedo ofensivo es ambicioso.

Folch y Joselu rondaron el segundo antes de los minutos que agitaron el choque. Sucedió a partir del 80. Joselu pugnó con Albentosa en el área grana y recibió una patada sin castigo. Pareció un penalti tan tonto como claro. Un minuto después, un futbolista azul cometió una falta en la medular. El árbitro amonestó a Christian. Rectificó después y le sacó la amarilla a Folch. Era la segunda. El pivote no estaba ni cerca de la jugada.

No le queda al Oviedo el consuelo de la desacertada decisión del colegiado ya que los azules fueron mejores que su rival con diez. Entró Borja Sánchez al campo para presentarse en el fútbol profesional y venció la timidez de un estreno con parte del talento que le sobra. Se acomodó en la derecha y combinó con todo compañero que pasaba por allí. El Oviedo, en inferioridad, tenía la pelota, la forma más efectiva de defender. Apenas sufría y el empate parecía una buena salida para ambos.

Pero la tragedia esperaba en la última jugada. Otra vez a balón parado: el asesino de la motosierra. Ibra y Christian midieron mal para despejar un sencillo balón frontal y Albentosa, central con el 9 a la espalda, controló y anotó con la naturalidad de su dorsal. El 2-1 mató al Oviedo en un partido en el que tuvo sus momentos. Los de Anquela no terminan de espantar la pesadilla.