La alternancia de sistemas fue una de los pilares sobre los que Fernando Hierro construyó su proyecto en el Oviedo 2016-17, la de su primera experiencia en los banquillos. Sin bagaje anterior, el malagueño argumentaba su propuesta en una confidencia de Radomir Antic, uno de sus maestros, que le había instado, reconocía el propio serbio, a no encorsetarse en un dibujo, a mantener varias vías abiertas. Hierro siguió esa máxima y cayó en un error que en ningún momento fue capaz de solventar: la falta de identidad de un equipo que no tenía un plan maestro, demasiado pendiente de la propuesta de los rivales. Anquela también ha optado desde mediados de la temporada pasada por la idea de un equipo mutable, capaz de adaptarse a las circunstancias de cada partido. La diferencia con Hierro es que parece que el camino seguido por el jienense obedece a una cuestión de necesidad, por la falta de seguridad primero y por las lesiones después.

Un ejemplo claro se vio en el choque del sábado ante el Almería. Anquela optó de mano por el sistema de tres centrales y dos carrileros, con Tejera en esa función más escorado a la banda que tan buenos resultados dio en Las Palmas. Marcó Mossa al minuto y, de inmediato, la propuesta se desinfló. Contribuyó en el desmoronamiento la fragilidad defensiva que parecía superada en las últimas fechas. La solución buscada desde el banquillo fue mutar a defensa de cuatro y acumular más gente del centro del campo hacia arriba. La propuesta no tuvo los efectos deseados.

Da la sensación en las dos últimas temporadas que Anquela ha ido virando el rumbo obligado por las circunstancias, que nunca ha sido su camino ideal. El propio entrenador así lo ha reconocido en más de una ocasión. Anquela ha revelado públicamente que en anteriores destinos su sistema preferido era el 4-2-3-1 y que no había optado nunca por alternar entre sistemas. El primer viraje en sus planes llegó el año pasado, más o menos por estas fechas. El equipo no terminaba de despegar, anclado en la zona tibia de la tabla, algo alejado de la pelea por los puestos de play-off. Fue entonces cuando ordenó un cambio en la meta (Alfonso por Juan Carlos) y la entrada de los tres centrales y carrileros, una salida que tuvo efectos reanimadores inmediatos, con cinco victorias consecutivas que metieron a los azules en el tercer puesto antes de las navidades.

Y la propuesta gozó de continuidad mientras los resultados, de más a menos, la sostuvieron. Pero esa idea de provisionalidad se acentuó en los dos últimos meses de campeonato, cuando los equipos supieron cómo hacer daño al Oviedo y Anquela abandonó el dibujo que tan buenos resultados había obtenido.

La trayectoria de esta temporada se explica desde los resultados y las lesiones. Los primeros, esquivos tras el primer mes de competición, instaron al entrenador a reforzar de nuevo su zaga. Buscaba Anquela una reacción similar a la del pasado curso. Las bajas son las que condicionan las elecciones de los últimos choques: la ausencia de varios extremos ha hecho reforzar el medio, como se vio en Coruña, Las Palmas o el sábado de inicio.

Del Oviedo, como sucedió en la etapa de Hierro, se echa en falta un plan maestro, una idea a la que agarrarse también cuando vengan mal dadas. Un conjunto reconocible. Mientras tanto, el equipo avanza a ritmo irregular, en posiciones templadas de la tabla, dejando el asalto a los puestos de play-off como una cuenta pendiente.