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Segunda División

Joya del Tartiere, ídolo en Sarriá

José María despuntó en el Oviedo antes de convertirse en mito en el Espanyol Zurdo exquisito, compartió delantera con Di Stéfano y fue internacional

Joya del Tartiere, ídolo en Sarriá

Los 60 era época de dominio claro de Madrid y Barcelona, pero la atención del aficionado empezaba a mirar en otros frentes. A buscar alternativas. En ese contexto, surgen "los Magníficos" del Zaragoza. En Cataluña, a la sombra del Barça, el Espanyol acuna una delantera explosiva. Un periodista, Josep María Ducamp, encuentra un cartel con tirón. Nacen "Los 5 Delfines": Amas, Marcial, Re, Rodilla y el asturiano José María. Pero antes de deslumbrar a Sarriá, erigirse en mito del Espanyol y ser internacional con España, el zurdo despuntó en el Oviedo de comienzos de los 60. "El Oviedo es mi madre y el Espanyol, mi padre", suele bromear cuando se le pregunta por sus amores futbolísticos.

La historia de José María García Lavilla (Pola de Siero, 1942) es la de la última pieza maestra de uno de los equipos azules más brillantes de la historia, el que acabó tercero en la 1962-63. El desmantelamiento de aquel equipo encuentra pocas explicaciones. Salieron primero Paquito y Sánchez Lage, rumbo al Valencia, por 2,5 millones y 400.000 pesetas respectivamente. Escaso saldo para tanta pérdida. José María aguantó hasta el final de la 1964-65, cuando el Oviedo descendió. Dicen que Kubala, ya en el Espanyol, había pedido su fichaje un año antes. Con el descenso azul, el equipo barcelonés logró pescar.

Y lo hizo imponiéndose en la negociación al Barça. ¿Qué tenía José María para seducir a los grandes? "Talento, una zurda excepcional, un fuera de serie técnicamente", resume Juan Manuel, excompañero en el Oviedo. "De lo mejorcito en España en aquella época", corona. José Luis Quirós sólo coincidió un año con el extremo, suficiente para quedar prendado de su calidad: "Mucha clase, muy dotado técnicamente. De los mejores jugadores que he visto en el Oviedo".

Alfredo Relaño, director del diario "As", aún recuerda cómo quedó enamorado de su zurda en un choque del Oviedo en el Bernabéu. "Era un extremo con un centro estupendo. Solía meterse hacia dentro, con ese aire de jugador moderno, capaz de hacer de todo en el campo. Uno de mis jugadores favoritos", señala. A ese desparpajo en el césped le seguía un semblante mucho menos llamativo fuera. "Era un rapaz muy callado, introvertido, pero una persona excepcional", explica Juan Manuel. "Era serio, no hablaba mucho. En aquella época el que cortaba el bacalao en el vestuario era Toni Cuervo", interviene Quirós. Juan Manuel destaca otro aspecto de su personalidad: "Era muy disciplinado, trabajador".

El Espanyol abonó 3,5 millones de pesetas por su traspaso en la 65-66. Le ofrecieron entrar en la residencia para solteros del club, pero, introvertido él, prefirió irse a un piso que compartió con Chus Pereda, delantero del Barça, hasta que se casó y compró una vivienda.

Para entonces, José María ya había lucido los colores de la selección. Y en una posición que se miraba con lupa: el extremo izquierdo había sido propiedad incontestable de Paco Gento. "Le pilló un poco joven la Eurocopa del 64, si no podría haber estado. Es verdad que no tuvo excesivo protagonismo con España, pero se le puede considerar uno de los sucesores de Gento", explica Relaño. Fue internacional en seis ocasiones. Hubo dos factores que impidieron una mayor contribución. Uno, Lapetra, genial extremo izquierdo del Zaragoza. La otra, un cambio de sistema. "El 4-3-3 iba dando paso al 4-4-2. El seleccionador, Toba, empleó un dibujo sin extremos, algo muy criticado entonces, y eso perjudicó a José María", subraya Relaño. Donde brilló sin paliativos fue en el Espanyol: once temporadas, diez en Primera, adornan su currículum. Uno de los históricos Delfines. Haber formado delantera con Alfredo Di Stéfano es la guinda a su trayectoria.

Finalizada su carrera, José María regresó a Pola de Siero para llevar la tienda de deportes familiar. Por "Deportes José María" pasaron ilustres futbolistas de la época. Y alguno con una historia curiosa. Robert Pirès, campeón del mundo con Francia, compró en el establecimiento sus primeras botas. Le había llevado su abuela, la polesa Maribel Fernández.

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