El acierto de los azules pasó por salir al campo con la misma intensidad que los locales. La renta pudo ampliarse apenas cuatro minutos después, con el Extremadura groggy. Centró Carlos Martínez y Folch, solo en el área, cabeceó fuera en una posición ideal. Daba la impresión de que el plan ideado por Anquela había dado sus frutos. Por dentro, el Oviedo repelió todo. Ayuda el sistema de tres centrales, por supuesto, pero el trabajo oscuro de los pivotes también puso de su parte. A Folch y Tejera les tocó lucir en esta ocasión fuera de foco.

Por fuera es donde llegaba la chispa. El dibujo que premia los carrileros contó en esta ocasión con ayuda extra. Bárcenas y Johannesson siempre abrieron el campo. Ahí es donde el equipo azul encontró la superioridad. La buena noticia fue la aparición siempre correcta de Carlos Martínez en la derecha. Los halagos de Anquela han sido el mejor carburante para sus piernas.

El Oviedo olió la sangre tras el tanto pero apenas alteró su plan. Ayer tocaba la versión más madura. El paso a los vestuarios parecía venirle mejor al cuadro local, inferior antes del gol, inoperante tras el mismo.

Un chut de Bárcernas a los 26 segundos de la reanudación sirvió para advertir de que en ningún caso el Oviedo iba a atrincherarse atrás. No iba a renunciar a hacer daño cuando encontrara un hueco por el que colarse. Parece una declaración de intenciones para no repetir errores del pasado, cuando a los azules les temblaban las piernas cuando el argumento se desarrollaba cerca de su meta. El disparo del panameño pareció tener efectos anestésicos: quien esperara una salida en tromba del Extremadura se habrá decepcionado.

A la confusión local contribuyó la banda derecha azul. Un cuchillo tras el descanso. A los 54 minutos, Carlos Martínez volvió a labrase una posición para el centro. La puso exacta en busca de la puntualidad de algún compañero. A la cita prevista llegó Bárcenas, en estado de gracia en este 2019, para golpear de un toque a la red. El 0-2, un gancho que dejó al Extremadura en la lona.

Aunque el primer impulso local fue irse hacia al área ovetense. Más por respuesta que por convicción. Un par de llegadas visitantes advirtieron al Oviedo de que en Segunda siempre toca sufrir. Aunque sea durante unos minutos. Se trata, en esos momentos, de reducir al mínimo el tiempo de encogimiento.

Y los de Anquela supieron resguardarse en su fuerte, aguantar a que pasara el chaparrón y volver a lo suyo. A los cinco minutos del intento de respuesta local, el Oviedo construyó una jugada desde abajo. Quería bajarle revoluciones. Le convenía un choque de pocas pulsaciones. Fue así, con la pelota, como logró mandar el mensaje de que el partido estaba perfectamente controlado.

No hizo falta en esta ocasión ni siquiera mirar al banquillo. Toché por Joselu fue la única pincelada en busca de sangre fresca. Los dos últimos cambios llegaron ya cuando el Extremadura había dimitido.

El choque deja la sensación de que este Oviedo, el que emerge en las dos últimas jornadas (lo de Soria, a pesar del resultado a favor, fue otra historia), se acerca bastante a lo que Anquela demanda de los suyos. No es un equipo que enganche por un fútbol preciosista, raro sería en Segunda, pero sí es un conjunto al que cuesta horrores hacerle daño. Un bloque granítico, que empieza a ganar el partido cuando incomoda al rival. El paso adelante con la nueva fórmula llega avalada por los resultados. Sumar tres victorias seguidas es un reto mayúsculo en Segunda. El Oviedo se ha ganado empezar a mirar de tú a tú a los seis primeros.