Seisvictorias en siete encuentros, el equipo atornillado al play-off y el ascenso directo ya más o menos a la vista (cinco puntos). Aunque el partido fue flojo y aburrido, el Oviedo está embalado, impensable hace mes y medio, y así es difícil controlar la euforia, el gran reto para esta semana que entra y que desemboca, ojo, en Albacete. El Tartiere, un espectáculo, rugió de forma estruendosa todo el partido, tanto que hasta el propio Anquela reconoció que a sus jugadores les costaba escuchar sus indicaciones. Una suerte. El duelo tuvo muy pocos quilates (¿los hay de altos quilates en Segunda?) pero la afición vibró porque el Oviedo mantuvo la fe hasta el final. Fue el triunfo de la revolución con la que Anquela sacudió al equipo en el descanso. Con sólo un cambio, Diegui por Javi Hernández, el técnico varió el sistema y movió a cuatro jugadores de posición. Criticado otras veces por su tardanza en reaccionar, ayer Anquela volvió a leer bien el choque, que pintaba regulín en el descanso. El sprint del jienense tras el gol fue ayer revelador. Del sufrimiento al alivio. Tras mes y medio de subidón, el equipo es seguro atrás y acierta lo poco que tiene. Lo difícil ahora es controlar la euforia, difícil con tan buenos resultados. Así que a ello, que toca Albacete.