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Segunda División

Gorri y el fútbol de antes

Adorado por el Tartiere, Gorriarán es un símbolo del Oviedo de los 90 Metido a empresario, creó la cerveza Iron Beer y visita Covadonga todos los años

Gorri y el fútbol de antes

Su amigo Laude Martínez, presentador de televisión, recuerda en una anécdota la esencia de Antonio Gorriarán: "Él siempre me decía: 'Laude, esto por semana está muy bien. Yo disfruto mucho. Pero luego llega el domingo y me veo en el túnel de vestuarios con Jerkan, Jokanovic, Carlos? Y me doy cuenta de que soy el peor de todos'". Aquí una virtud incuestionable: tener claras tus limitaciones. Desde ese planteamiento y con el trabajo por bandera, Gorriarán disputó 9 temporadas en el Oviedo, 285 partidos. Ascendió y jugó la UEFA. Y se convirtió en un mito, un símbolo de los 90, del fútbol de antes, el que se alejaba de las piernas depiladas, los horarios intempestivos y las redes sociales. El fútbol de verdad. Por eso, Gorri es tan querido en Oviedo.

¿Cómo se explica que "el peor" -Gorriarán dixit- lograra forjarse un nombre en una plaza tan complicada como Oviedo? Vili, que compartió vestuario con él, ofrece las claves. "Porque era pundonor, entrega, trabajo. No había día que no se empleara al 120%. Y no se achicaba con nadie. Así era Gorri", resume Vili.

Antonio Gorriarán Laza (Muskiz, Vizcaya, 5 de noviembre de 1961) llegó a Oviedo en 1986, tras ganarse un hueco en Segunda con el Sestao de Irureta. Tenía 24 años y muchos vieron su llegada con recelo. Era un central aguerrido, de cuerpo a cuerpo. Más efectivo que estético, su estilo pronto enganchó a la afición.

Su carácter caló en la grada, también en el vestuario. "Tenía mucho carácter. Era un muy buen compañero, de los que siempre ayudan, pero exigente. Como hubiera que espabilar a alguien, lo hacía. Por eso lo entrenadores le tenían en tan buena consideración". "En el vestuario era el puto amo", señala conciso Laude Martínez, conocedor de los entresijos de aquella caseta. Ese carácter también le granjeó enemigos.

Gorriarán fue objeto de cánticos por la afición del Sporting. En cada duelo saltaban chispas. Con Luis Enrique mantuvo más de un duelo de altas revoluciones. Cuentan que en uno de ellos el asturiano escupió a Sañudo. Gorriarán se acercó a su compañero y le dijo: "A partir de ahora, me encargo de él". La cultura popular también le atribuye una frase dedicada al Luis Enrique cuando éste reclamaba una amarilla para el vasco. "Tranquilo, la roja la reservo para ti", dicen que le soltó al actual seleccionador.

Competitivo y profesional, su carácter se ablandaba cuando la pelota no estaba por medio. "Le definiría como extremadamente entrañable, romántico, bueno y generoso", dice Laude Martínez. "Un tipo familiar. Y amante de los perros. Por su cumpleaños los compañeros le regalamos un mastín", comenta Vili. Gorri fijó su residencia en Lugones, en un chalet con un amplio jardín. Allí encontró un enemigo inesperado. "Hubo una época que llegaba a entrenar echando pestes. Le preguntabas que qué le pasaba y decía: '¡Los puñeteros topos! Que me están destrozando el jardín'", relata Vili entre risas. "No había forma de librarse de ellos. Ni con veneno. Una noche, harto, se quedó mirando por la ventana con una escopeta en la mano para ver si los pillaba. Pero fue imposible", añade el excapitán azul.

A su carrera futbolística le acompañó visión para los negocios. Mientras jugaba montó una empresa dedicada a la construcción, un campo en el que se mantuvo varios años. Ahora, tiene una empresa de recogida de basuras. También probó con el negocio de las cervezas, una de sus pasiones. El año pasado, junto a un socio, elaboró una tirada de 3.900 botellas: diez céntimos de cada unidad vendida iban para una asociación sin ánimo de lucro. La cerveza fue bautizada como Muskiz Iron Beer (Cerveza de hierro). En su etiqueta, un lema: "No somos los más indicados, pero aconsejamos el consumo moderado".

Aunque reside en su Muskiz natal, Gorri no ha perdido su vínculo con Asturias. Sus dos hijas nacieron en Oviedo, eso marca. Cada vez que puede, pasa por la región. "Una de las últimas veces nos dijo que como mínimo tenía que venir cada tres meses", subraya Vili. El vasco es un hombre de palabra que no falta a su cita anual con Covadonga. Todos los 31 de diciembre sin excepción visita a la Santina.

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