El Oviedo perdió ayer algo más que un partido. Los de Anquela se complicaron sobremanera las opciones de play-off al empatar contra el Córdoba (3-3) y el Tartiere -13.363 espectadores, por debajo de la media habitual - estalló al final del encuentro contra el equipo. La sinfonía de pitidos sonó de lo lindo en el Tartiere en una bronca sin precedentes en toda la temporada, dirigida tanto a los jugadores como al entrenador.
No se libró nadie. Fue, además, la primera gran bronca de la era Anquela en el Oviedo. Ni siquiera a finales de 2018, con su puesto sobre el alambre en el empate ante el Málaga (0-0), el estadio dio signos tan evidentes de hartazgo. Hasta ayer el apoyo al entrenador siempre había sido mayoritario en el Tartiere. El técnico, además, estuvo menos enérgico que lo habitual desde la zona técnica y pasó gran parte del encuentro metido en el banquillo. Nadie hacía presagiar el ambiente final de tensión tras el inicio de partido, con un 2-0 a favor del Oviedo en sólo ocho minutos de encuentro. El estadio comenzó enchufado, coreando a Champagne y, sin embargo, según pasaban los minutos y el Córdoba ganaba metros, el Tartiere comenzó a estar de uñas por momentos.
Los pases horizontales de los carbayones se convirtieron en molestps para la grada, que ya expresó su incomodidad con algún tímido pito. Era una calma tensa, que se cortó con el 2-1 de Piovaccari. Signo de que había sufrimiento por delante. Y en la segunda parte el Tartiere fue un flan. Cundió el pánico en el equipo, como dijo Anquela tras el partido, y también en la grada. Folch, sustituido por Joselu, fue otro blanco de las iras de la afición. El 3-2 de Joselu parecía indicar un final feliz, pero el empate del Córdoba puso a parte de la grada en pie, en cólera, viendo como el play-off, otra vez, se pone cuesta arriba en el último tramo de la temporada.
