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El tanto de Ontiveros acabó con la resistencia azul

A la izquierda, los jugadores del Málaga tras marcar el 1-0. A la derecha, Tejera trata de superar a N'Diaye. Debajo, Bárcenas intenta sortear la entrada de un jugador del Málaga. LOF

Lo de Málaga siguió un guion similar a otras visitas del año. Actitud, correcta; fútbol, incompleto. Aunque lo cierto es que el los de Egea se plantaron en el césped con una propuesta animada. Con el 4-4-2 como esqueleto, con la firme intención de plantar el campo base en territorio enemigo. Y funcionó durante quince minutos.

Ese cuarto de hora logró silenciar a un bullicioso estadio malacitano. Tampoco es que hubiera muchas opciones azules, pero al menos daba la sensación de que al Oviedo no le incomodaba el escenario. Christian se topó con la defensa en una incorporación al ataque y Berjón buscó con un centro chut algún tropiezo en el área. El guion se alteró repentinamente a los 15 minutos, en lo que pareció un accidente.

Suele suceder cuando a un delantero le toca defender. El habilidoso Ontiveros se las vio con Ibra, como improvisado zaguero. El oviedista se movió con la torpeza de quien no conoce el terreno que pisa. Fue al suelo y cometió penalti. Adrián no desaprovechó el regalo e hizo el 1-0- Territorio fértil para el Málaga.

La roja a los 30 minutos amenazaba con otro giro en el argumento. Bare llevó la pierna al cielo, conducta temeraria, e impactó en Ibra. Fue expulsado, pero el partido apenas cambió. El dominio fue azul, sí. Engañoso, sin chicha. El Málaga replegó demasiado, pero al menos se reservó asustar a la contra. A los 45 minutos, Juankar se topó con Champagne en una galopada. De la continuación de esa jugada salió una pelota a la frontal para Oliveros. El extremo controló y chutó: directo a la escuadra con una rosca imposible. Cuando Víctor, técnico local, decía en la previa que tenía la mejor plantilla de Segunda se refería a jugadores como Ontiveros. El golpe abría un abismo entre los dos contendientes.

Porque el segundo tanto también actuó en la moral de los dos. Al Málaga le dio la consistencia que le faltaba con un jugador menos. N`Diaye demostró ala diferente actitud a los 49 minutos. Robó la pelota a un gris Tejera y, aunque la jugada se quedó en nada, sirvió para poner de manifiesto las dos velocidades del partido. El Málaga, espoleado por la grada y el resultado, creía. El Oviedo parecía haber dimitido hace tiempo.

El Oviedo no reservó ni el derecho a protestar. Apenas alguna aproximación tibia. Como un mal pase de Johannesson en el área o un zurdazo con escasa fe de Bárcenas. Ni con Toché, ni con Omar, ni con Mossa mejoró el asunto. A Joselu, exponente del quiero y no puedo del equipo ayer, se le fue un control sencillo en el área a los 64 que podría haber dado otro aire a lo que restaba de choque.

La sentencia llegó como consecuencia del resultado. Con el Oviedo volcado, Cifu encontró una autopista por la que acelerar. Recibió el pase y solventó su cita con Champagne picando la pelota a la red.

El 3-0 desató la fiesta en la grada. Se entiende viendo los antecedentes: llevaba el Málaga casi cuatro meses sin ganar ante los suyos. Pero la versión tibia del Oviedo fue el remedio para un Málaga que se mete en la pelea. Justo lo contrario que los azules, pendientes ahora de una carambola o de un milagro, como reconocería después del choque Christian Fernández, uno de los pesos pesados.

Con cinco puntos a recortar y 12 en juego el camino parece más que empinado. Con la perspectiva que da todo el año, directamente se convierte en una tarea imposible. Porque no son solo los números. Es que el Oviedo no ha dado motivos para creer en el paso definitivo en todo el curso. La Rosaleda como perfecto resumen de una temporada.

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