Egea aterrizó en Oviedo con las ideas claras. El 4-4-2 como base de su equipo. Se trataba, en primera instancia, de ser más atrevido, de buscar el protagonismo en el terreno de juego. A esa apuesta decidida por el sistema le siguió una igual de firme por los nombres. En tan solo tres semanas, el once de Egea podía recitarse de memoria. Algo inusual en un entrenador que llega con muchas cosas por conocer y pruebas que efectuar. A la cuarta, novedad. Viti irrumpió en el once por un últimamente apagado Bárcenas, en una decisión que pareció lógica: pilas nuevas para la banda derecha.
Viti coleccionó acelerones vertiginosos con malas decisiones o precipitaciones. Pero su influencia estuvo fuera de toda duda. El canterano ofrece esa chispa que en partidos igualados puede desequilibrar.
