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Un modelo de gestión a replantear

El Real Oviedo necesita un plan de futuro claro ahora que ya tiene estabilidad económica

El Oviedo ha enmendado en parte gracias a Javier Rozada la crisis deportiva con la que comenzó está campaña, e intenta superar con un nuevo "ayudante" mexicano, Federico González, su mayor crisis de gestión desde la llegada del Grupo Carso. En este final de año, en menos de un mes, el club se quedó de golpe sin máximo responsable institucional, Joaquín del Olmo, y sin secretario técnico, Michu. Una situación que paradójicamente se produce en el periodo de más apoyo y estabilidad social de los últimos años.

La solvencia y las aportaciones del Grupo Carso para lograr la estabilidad económica del Oviedo están fuera de toda duda. La deuda del club ha pasado de 15 millones de euros en 2012 a su práctica desaparición (78.000 euros a 30 de junio de 2019).

Muy diferente es la gestión del día a día de la entidad, que no hay por donde cogerla. Arturo Elías decidió hace un mes dar un giro radical con la salida forzada e inesperada de Joaquín del Olmo, la persona que había ejecutado todas sus órdenes desde su llegada, en enero de 2014. Es una decisión del dueño y en una sociedad anónima los deseos del capital no se discuten. Los motivos de la decisión no se aclararon y dejaron margen para todo tipo de especulaciones.

En lugar de ofrecer las lógicas explicaciones, el club optó inicialmente por el silencio y luego por ofrecer versiones contradictorias, lo que alimenta todo tipo de rumores negativos en las redes sociales. Bien estaría para acercarse a esa afición clave en la ampliación de capital para la supervivencia del club en 2012 aclarar de una vez la salida.

Joaquín del Olmo dejó de tener la confianza de Elías, y el protagonismo, por decirlo de alguna manera, es ahora de "Don Federico", que llegó para controlar las cuentas y las finanzas y poner orden. Iba a ser por poco tiempo, pero, al parecer, va a prolongar estancia. Una empresa segoviana, Verae, que llegó al Oviedo en 2014 de la mano del presidente Jorge Menéndez Vallina, realiza labores de asesoría jurídica y económica para los azules.

Hasta dónde alcanzan las competencias y responsabilidades de esta sociedad y las del nuevo hombre fuerte nadie todavía lo ha aclarado. Verae llegó a representar al club ante la Liga de Fútbol Profesional y la Federación Española. Y uno de sus empleados actuó desde Madrid como secretario del consejo de administración.

Del Olmo lo acaparaba todo en el Oviedo -no se hacía nada sin su supervisión-. Su salida deja muchos huecos por cubrir y un gran vacío de poder que habrá que recomponer a partir de la junta de ayer. El presidente y el consejo de administración pintaron poco hasta la fecha. Jorge Menéndez Vallina, que, según manifestó en su día, no quería ser ni presidente ni consejero, ve ahora acrecentado su papel, después de unos años en los que fue una figura decorativa a la sombra de Del Olmo.

Vallina, que maniobró en sus tiempos de concejal de Deportes del Ayuntamiento para minar al consejo de administración de entonces -que contaba con el total respaldo de los aficionados- y llegar a la presidencia, tiene ahora que asumir unas responsabilidades demasiado grandes. A los otros dos consejeros -Manuel Paredes y Fernando Corral- no se les da la oportunidad de gestionar de manera independiente sus parcelas, ni muchas veces se les informa de los asuntos trascendentes de la entidad. Para muestra, un botón. Fue una persona ajena al club, pero relacionada con Verae y empresario del sector automovilístico, la que acudió con un poder notarial del Oviedo al acto de conciliación con Esteban y firmó su carta de despido. ¿Para qué están entonces los miembros del consejo?

La gestión del club estaba en manos exclusivamente de Del Olmo, que era quien tomaba todas las decisiones. Cuando se prescinde de sus servicios, el club debería seguir un modelo de funcionamiento y de gestión del que carece, y así, ahora, los problemas se agrandan. Buena prueba de ello es la situación surrealista creada con el casting de directores deportivos.

Es lógico que el club busque opciones de futuro, pero la fórmula ideada no pudo ser más chapucera, con el famoso proceso de selección de directores deportivos en un hotel de Madrid. Una cita alejada de la mínima intimidad y discreción, de la que no se informa a quien iba a ser sustituido, Michu, hasta varios días después, una vez que el propio exjugador ya tiene conocimiento de ella por otras fuentes. A Michu no le quedaba otra que marcharse, dando otra lección de oviedismo. Por cierto, en una despedida en la que estuvo solo, sin la presencia de ninguno de los tres consejeros, ni tampoco Federico González.

El único signo positivo en los últimos meses ha sido la llegada de Javi Rozada al primer equipo. Ahora el técnico, que consiguió sacar al equipo del puesto de colista, está solo ante el peligro. La situación deportiva ha mejorado, pero sin olvidar la zona complicada por la que se mueve todavía el equipo.

El Oviedo debería replantearse el modelo que quiere para el futuro y pararse a pensar por qué símbolos del oviedismo como Esteban y Michu salen por la puerta de atrás. Es evidente que algo se está haciendo mal. La entidad necesita un plan de futuro claro. Lo más difícil de conseguir, la estabilidad económica, ya lo tiene. Se la ha proporcionado el Grupo Carso. A partir de ahí deben ponerse las bases para crecer. No se puede cambiar de estrategia cada temporada. Hay que establecer una línea de continuidad en la gestión y en la política deportiva, con un consejo fuerte al que se le puedan exigir responsabilidades. A Carso ya no se le puede pedir un esfuerzo mayor. De la entrega de Rozada y su plantilla en una situación extrema tampoco hay duda. Lo demuestran cada jornada en el campo. Es a los gestores de aquí a quienes corresponde coger de una vez este toro por los cuernos y rendir cuentas de sus actos, antes de que a la afición se le agote la paciencia.

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