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Cuidar los intangibles

La contradicción del VAR y el peso del Oviedo en los órganos del fútbol

Cuidar los intangibles

El Oviedo no está donde está, coqueteando por el descenso, por culpa del VAR. No ha perdido el doble de partidos de los que ha ganado por culpa del VAR. No tiene la plantilla que tiene por culpa del VAR, ni comete los fallos en defensa o en ataque por culpa del VAR. El VAR no tiene culpa de que en el equipo haya jugadores con sueldos de Primera y rendimientos de Tercera, preocupados antes de reprochar verdades a los plumillas que de dar el nivel. Tampoco tiene culpa el VAR de los incendios internos creados por dirigentes inexpertos que no dirigen y que han pasado al primer plano con la única obsesión de figurar; ni del Carlos Tartiere a media entrada, ni del precio de los abonos, ni de los problemas con el límite salarial, ni de las lesiones de Saúl Berjón, ni de un interminable etcétera.

El VAR, en fin, no es responsable, ni principal ni secundario, de la larga lista de problemas que rodea al Oviedo y por supuesto tampoco de su pobre clasificación. Seguramente, no sea ni un problema real.

Dicho esto, que necesariamente tiene que ir por delante para contextualizar el asunto, sí es cierto que el equipo ha sufrido últimamente algunas decisiones (o no decisiones) del VAR. Ninguna tan escandalosa como la del penalti de Almería, que inclinó definitivamente un partido que ni pintaba bien ni pintaba mal, pero que pintaba, al fin y al cabo: opciones intactas en la segunda parte en casa del segundo clasificado.

Pocas veces una polémica VAR ha generado tanta unanimidad, de Oviedo a Gijón, de Madrid a Almería. Haya contacto mínimo o no de Arribas, es a todas luces insuficiente para señalar penalti. El árbitro puede picar, porque picar es humano y el exagerado piscinazo de Corpas fue de Goya.

El problema está en la sala VOR, donde hay unos árbitros esclavos de una norma rígida y encorsetada que oprime el que quizá sea el elemento de juicio más efectivo en jugadas tan descaradas: el sentido común. Si todos los profesionales en una sala que coinciden en que no es penalti, después de verlo repetido varias veces por televisión y con distintas tomas, es absurdo que, porque conste en un papel, no corrijan la interpretación de un colega que ve la acción a toda velocidad y en milésimas de segundo. Puede estar bien hecho, pero es absurdo. Algo falla cuando la decisión errónea es producto de la correcta aplicación de la norma. No puede ser que una herramienta pensada para hacer más justo el fútbol lo convierta en más injusto porque así lo indica su propia regla. Es una contradicción, en fin, que, lleva a las dudas sobre el sistema y que al final, como ocurrió el jueves, hace quedar a todos mal: al árbitro principal, a los asistentes y a los de la sala VOR. Árbitros juzgando a árbitros con la sospecha eterna del corporativismo: hoy por mí mañana por ti.

El juicio al VAR está tan sometido a la bufanda que, en general, solo será bueno si beneficia y será muy malo si perjudica. El sentimiento en el fútbol está reñido con la razón. Nada nuevo. Pero matizar la herramienta para evitar situaciones como la de Almería, que le dejan a la intemperie y le resta tanta credibilidad, es igual de necesario que complicado, porque salvo el Ojo de Halcón para dilucidar si un balón supera la línea de gol y el fuera de juego, escrutado por la fórmula ya más respetada de las líneas trazadas, el resto de jugadas están sujetas a interpretación y, por lo tanto, a subjetividad.

Luego están ya las teorías conspirativas de fácil adquisición en un entorno tan inflamable como el del Oviedo, acallados los decibelios del personal con la filtración, interesadamente recogida a mediodía, de una presunta queja que al parecer formalizó el presidente del Oviedo a su homólogo en la RFEF. No se sabe muy bien si la supuesta "queja formal" del Oviedo por el no penalti de Almería fue vía WhatsApp, vía mail, vía llamada o vía carta perfumada, pero lo que sí se sabe es que no servirá de absolutamente nada (bueno). Ya ven el pataleo contra Tebas en qué quedó: en unos Reyes Magos desfilando con nocturnidad por el Carlos Tartiere. En el fútbol, como en la vida, el peso en los órganos de influencia hay que ganárselo día a día, cuidando unos intangibles que hay que saber ver y que llevan muchos años sin regarse. Por eso hay que celebrar el reciente gañote saudí del presidente. Por algo se empieza.

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