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Segunda División | El ambiente

Madrugón, vermú, sol y pesadilla en Lugo

La afición azul respaldó al Oviedo en el Anxo Carro y se fue decepcionada con la imagen del equipo

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La afición del Oviedo toma Lugo

Apurando el café, el vermú o la cerveza. Con buenos pinchos, pasando la resaca o sin apenas dormir. Daba igual, la cosa era estar en Lugo con el Oviedín, necesitado de puntos. Es lo que tiene el horario vermú. Madrugón a la gallega para la ¿final de Lugo? Al final, el atragantamiento fue evidente con otra derrota del Oviedo. Esta de las que duelen. Para los hinchas azules que estuvieron al pie del cañón ayer en la coqueta ciudad, alrededor de unos 2.000, no había duda posible: el encuentro era un sí o no. No se respiraba tanta tensión en un desplazamiento desde antaño: "Si perdemos hoy quedan todavía trece partidos, pero?". Es una frase que resumen el sentir general de los desplazados ayer en Lugo y de una buena parte del oviedismo. La mayoría viajaron en el día. Por tanto, poco tiempo para la previa del partido.

El clima acompañó. De eso no hubo queja: sol inmaculado, casi ni una nube. Pero en el casco antiguo de la ciudad, bajo la sombra de los edificios, un fresco amenazante que helaba los huesos. Luego un calor achicharrante. Los oviedistas, desperdigados por casi cada rincón cercano a la plaza mayor, llena de terrazas azules, no las tenían todas consigo, pero había de todo. Estaba Jorge David Pérez, que viajó en el día con unos cuantos colegas. "Hay que ganar, no puede haber otro resultado. Si no?", decía. Con él estaba Miguel Menéndez, colombiano y portando la bandera nacional, pero oviedista sin remedio. "Llevo en Oviedo diez años, mi hija tiene cuatro y ya la hice del Oviedo", explicaba.

La plaza mayor, demasiado silenciosa respecto a las anteriores visitas a Lugo, por eso de la hora, la animaban sobre todo los peñistas de la Colonia y la Teverga. Empezaban a afilar las gargantas sentados en una terraza y los demás acompañaban sin dudar. El "Vamos, vamos Oviedo" como cántico estrella.

Pablo Pozo hacía de portavoz oficioso y no se andaba con contemplaciones. "Mira, es ganar o morir, así de claro". El grupo comandado por Toni García y Raquel Díaz apuraba unos pinchos antes de ir al estadio, a una media hora del centro, una buena caminata, pero cuesta abajo. Eran cinco e hicieron noche en Lugo y de paso, un poco de turismo. Y, casualidades, coincidieron en el mismo hotel de concentración que eligió Oviedo para la importantísima cita. "¿Qué cómo los vimos? Decididos, animaos y muy bien peinados", bromeaba Díaz, que se fotografió con todo el que pilló. Incluso con Vallina y Federico González, presidente y asesor de Carso, que representaron ayer al club en Lugo, entre otros directivos. Toni García, oviedista de los de toda la vida, sufridor a más no poder, fardaba con un poncho bien grande de México. Empresario de éxito, es el presidente de la Asociación Iberoamericana de Logística Sustentable y hace ya más treinta años se trasladó a Cancún a seguir con su carrera. Ahí, en su casa de México, se acordaba de su añorada Asturias con un imponente hórreo, que además hacía la delicia para los visitantes. "Un poco mexicano sí que me considero, sí". Además, fue un futbolista prometedor en sus orígenes. Ayer, antes del partido, no las tenía todas consigo. "A ver si ganamos, a ver...", indicaba, mientras comentaba lo que todos: la llegada del Cuco Ziganda, que ayer debutó en el banquillo.

Ayer, a diferencia de otros años en Lugo, no hubo corteo de la afición desde el centro hasta el campo. Los buses fletados por la Asociación de Peñas (APARO), fueron directamente al campo tras ponerse de acuerdo con la Policía y el dispositivo de seguridad. En los buses aprovecharon para poner la garganta a punto. Y en el terreno de juego, tres zonas copadas por los azules. Tres esquinas mágicas llenas de azul Oviedo que empezaron apoyando y se llevaron un buen chasco con el primer gol del Lugo, en el minuto 14. Con menos ruido que el habitual, la afición intentó levantar al equipo, pero no hubo forma. Tras el partido, ni la mejor ración de pulpo curaba el disgusto, otro más, de una afición que dio síntomas inequívocos de cansancio general.

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