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El legado del primer capitán

Oscar Álvarez fue la figura del Oviedo inicial, en 1926, y elemento clave en la fusión entre el Deportivo y el Stadium - "Era un adelantado a su tiempo", señala su nieto Óscar, que mantiene vivo su recuerdo con una escuela de porteros

Oscar Álvarez, despeja ante los delanteros del Sporting Adolfo y Pin. Ó. C.

La coplilla, creada en 1923, hacía furor por las calles de Oviedo.

"Puede ser, puede ser,

que cuando Oscar se planta

no entra un gol en su red".

Oscar (así, acentuada la segunda sílaba) Álvarez (Oviedo, 1902-1972) fue la primera figura futbolística en la capital de Asturias. Y, además, un factor decisivo en la creación del Real Oviedo en 1926 y el primer capitán del club azul. Un símbolo que va más allá de los terrenos de juego. Un icono en su época. Y una persona diferente. "Era un adelantado a su tiempo", resume para LA NUEVA ESPAÑA Óscar Campos Álvarez, nieto del exfutbolista carbayón, que conserva con orgullo el legado de su ancestro desde Madrid, donde dirige una escuela de tecnificación de porteros. Se llama Escuela de Porteros Óscar Álvarez. No podía ser de otra forma.

Cuando el fútbol llegó a Oviedo, su efecto se propagó en poco tiempo. En la ciudad, se formaron dos bandos. Estaba el Club Deportivo Ovetense, fundado en 1914. El equipo de las clases pudientes. Zabala, fichado de la Real Sociedad, era su estrella. Y estaba, desde 1919, el Stadium Ovetense, formado por estudiantes, obreros de la fábrica de armas y algunos profesionales liberales. En la meta de los segundos, Oscar Álvarez. Imbatible, según decían. El Stadium logró el campeonato regional de 1925 pero el entorchado no apagó el debate que se mantenía en las tertulias de la capital desde algunos meses antes: la posibilidad de fusionar los dos clubes para competir con garantías contra el Sporting Gijonés.

"Mi abuelo fue de los que más insistieron en la fusión. Fue un elemento clave en la creación del Real Oviedo", relata Óscar Campos, de sangre azul: su padre, Campos, fue un defensa que jugó en el conjunto carbayón en las temporadas 50/51 y 51/52. "Siempre iba un paso por delante. Por ejemplo, fue de las primeras personas que practicaba la educación física. Iba hasta el Naranco y hacía allí sus ejercicios. La gente se extrañaba al verle", añade.

Los registros de prensa le dan la razón sobre su rol en el nacimiento del club. "Decidí entrevistarnos con los directivos del Deportivo y proponerles la unión. Se trataba de hacer un equipo potente que pudiera darle réplica al Sporting", explicaba el propio Oscar en 1968 en La Voz Deportiva. La fusión se cerró en un suspiro. El 26 de marzo de 1926 se firmó la creación del Oviedo. Oscar Álvarez fue su primer capitán.

También fue su primera estrella. Estuvo presente en el estreno (derrota 4-6 ante el Arenas de Getxo) y en el primer triunfo (2-1) ante el mismo equipo, al día siguiente. El mito de Oscar está salpicado por las leyendas de la época. La más comentada era que el guardameta era tuerto. Se decía que tenía un ojo de cristal. Su nieto matiza la anécdota: "Cuando era pequeño le explotó un petardo pequeño, un restallón como se dice en Asturias, cerca de la cara. Aparentemente su ojo era normal, pero no veía nada de nada. Eso me lo confirmó mi madre".

A unas condiciones sobresalientes, a pesar de las limitaciones en la visión, le unía una determinación implacable. "Su padre tenía una ebanistería en la calle Rosal. Sus hermanos, ocho en total, ayudaban en el negocio familiar. Algunos optaron por ser pintores de brocha gorda. A Oscar, en cambio, no le gustaba ninguna de las opciones. Él quería jugar al fútbol y empezó como recogepelotas de chaval en el campo del Stadium", recuerda su nieto; "Al principio era delantero, hasta que un día le dijeron: 'Tú, a la portería'. No le gustaba, pero cuando vieron sus condiciones no le quedó otra".

Oscar Álvarez fue el capitán del Oviedo una década, desde su creación hasta 1936. Con los azules vivió el primer ascenso (1933) y se consolidó en Primera. Fue tal su fama que era el suplente habitual de Ricardo Zamora en la selección. "Tuvo mala suerte. Fue muchas veces convocado, pero no llegó a debutar. Cuando se lesionó Zamora, él se había roto la clavícula", cuenta su descendiente. La Guerra Civil puso fin a su carrera en los terrenos de juego, pero se pasó a los banquillos.

Tampoco en su nuevo rol pudo olvidarse del conflicto nacional. Era entrenador del Oviedo, temporada 41/42, cuando en un partido en San Sebastián le llegó una denuncia por su pasado republicano. Fue sancionado por el franquismo hasta 1955. "No diría que era un revolucionario pero sí era testarudo, de ideas fijas", defiende Óscar Campos en relación a aquel incidente.

Desde su domicilio en Madrid, los descendientes del primer capitán azul han acogido con especial ilusión el guiño del Oviedo al Stadium rememorando al histórico club en su camiseta de aniversario. Óscar Campos ya tiene la zamarra en su hogar. A su hijo, también Óscar Campos, de 18 años y juvenil de segundo año, le toca defender el legado bajo los palos. "Juega en el Boadilla, en Liga Nacional. Tiene buenas maneras", dice su padre, que desliza que ya ha recibido alguna propuesta del Sporting juvenil. Pero tienen claro sus colores. "Ya hemos enviado al Oviedo un video con algunas de sus actuaciones, por si le quieren tener en cuenta?", dice con evidente orgullo.

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