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Un obseso para Pep

Tras una carrera repartida por el mundo, el Manchester City les junta en la Premier La estrecha relación entre Lillo y Guardiola se inició después de un partido en el Carlos Tartiere

Lillo en el Carlos Tartiere. LNE

El propio Lillo señala Oviedo como el punto de partida de una estrecha relación con Pep Guardiola que ha terminado por unir sus caminos en Manchester. El tolosarra acaba de firmar con el City tras múltiples experiencias a lo largo del globo con una parada especial en Oviedo. Fue al final de un enfrentamiento entre los azules y el Barça, en el que Guardiola actuaba de pivote, cuando se produjo el primer acercamiento entre ambos.

Sucedió el 1 de septiembre de 1996, en el antiguo Tartiere. El Oviedo recibía al Barça en la jornada inaugural. Lillo formó aquella tarde con Rafa; Manel, Gamboa, César, Stoijkovski; Manel, Gay, Iván Iglesias, Paulo Bento, Berto; Maqueda y Oli. En la segunda mitad participaron Dubovsky, Christiansen y Toni Velamazán. El Oviedo cuajó un gran partido, pero cayó 2-4 ante el Barça de Robson. A Guardiola no le pasó desapercibida la propuesta azul. Tanto, que al final del choque se presentó en el vestuario azul para conocer a Lillo. "Dijo que quería conocer mi forma de entender el fútbol y conversamos", ha relatado el tolosarra en alguna ocasión. Aquel fue el primer acercamiento que terminó cuajando en una estrecha relación.

A ambos les une una condición: son obsesos del fútbol. Los futbolistas que han estado a sus órdenes lo atestiguan. Lillo residió aquellos meses de la 1996/97 en La Fresneda, a unos 15 minutos de la capital. Era común verle por la urbanización o el club social. También hizo sus pinitos en el pádel. Dicen los que jugaron con él que era capaz de pasarse un partido entero con el móvil pegado a la oreja mientras golpeaba a la pelota. Hablando de fútbol por supuesto.

De trato cercano al futbolista, a Lillo no le costó ganarse al vestuario. Los que pasaron por sus manos siempre han destacado su capacidad para configurar entrenamientos pedagógicos. Los críticos señalan que los partidos eran otra cosa, que no hallaba las soluciones tan rápido. Con todo, un tipo cercano al jugador.

Aunque cuando tenía que sacar su carácter lo hacía. Algunos amigos asturianos aún recuerdan nítida una anécdota en la que Lillo se puso firme. Los lunes, el técnico solía ir junto a algunos amigos a jugar una pachanga de fútbol en Morcín. En uno de los partidillos apareció Christiansen, futbolista azul con un amigo en común. Cuando lo vio, Lillo enfureció. Cuentan que la reprimenda fue sonada.

Aquella experiencia en Oviedo fue desinflándose hasta el punto de que Lillo fue destituido en la jornada 34.ª, con un doloroso 1-5 ante el Racing. El equipo era 17.º, fuera del descenso y de la promoción. Novo le sucedió y acabó dejando al equipo en el mismo puesto, salvado del descenso.

A la experiencia en el Tartiere le siguió una longeva carrera en los banquillos, con plazas tan dispares como Tenerife, Zaragoza, Real Sociedad, en España, o Dorados de Sinaloa (México), donde dirigió a Guardiola, Millonarios (Colombia), Vissel Kobe (Japón) o Qingdao Huanghai (China). Ahora, se une a Guardiola para poner sus conocimientos a las órdenes de un City en la élite del fútbol continental.

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