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Nada que celebrar en el Tartiere

Arturo Elías y la cúpula del Oviedo reflexionan tras la salvación y analizan los errores de una campaña que arrancó con el objetivo de ascender | La propiedad del club azul supervisará la reconstrucción deportiva del curso que viene y le dará total autonomía a Francesc Arnau

Treinta y dos minutos después de que Trujillo Suárez pitase el final del Oviedo-Racing (1-0) y el equipo azul pudiese respirar por fin a pleno pulmón tras 41 partidos sobre la cornisa, Arturo Elías, que no se manifestaba públicamente sobre asuntos del club desde el pasado noviembre, tecleó desde México el rumbo a seguir para la reconstrucción. "Tomamos algunas malas decisiones, pero creo que muchas se corrigieron a tiempo. Gracias a la gran afición del Real Oviedo escribió en Twitter el dueño de la entidad. Y es que, en el Oviedo, a falta de una jornada para echar definitivamente el telón a la peor temporada en esta etapa en Segunda División, se ha impuesto internamente el periodo de reflexión, análisis y autocrítica sobre un curso, el quinto con Carso al frente, destinado sobre el papel a dar el salto a Primera.

La salvación matemática del Oviedo tuvo más de alivio que de celebración. Los jugadores tiraron las camisetas a la grada (vacía) de forma simbólica y hasta ahí duró "la fiesta". Internamente, la sensación de los dirigentes del Oviedo es unánime: no hay nada que celebrar. Simplemente se ha salvado la papeleta sobre la bocina. El objetivo en agosto era ascender, recalcan, no lograr la permanencia a falta de un partido. También lo dijo Bárcenas ayer. De ahí que, a partir de ahora, se opte por un perfil bajo en las declaraciones.

Arturo Elías, sin concretar, admitió errores en la gestión del equipo. Un repaso cronológico a este curso desvela los vaivenes ya desde la pretemporada. De hecho, casi no hubo espacio para el sosiego en los despachos. En agosto los problemas fueron para inscribir varios jugadores por el límite salarial; en septiembre Egea fue despedido y lo sustituyó Rozada; en octubre el que cayó fue Joaquín del Olmo, mandamás desde 2014; un mes después dimitió Michu y al siguiente llegó Arnau y en febrero el Cuco Ziganda tomó los mandos de la plantilla. Demasiados movimientos que, como admiten en el vestuario del Oviedo, pasaron factura a la hora competir. En el club, además, se pone el foco inicial en errores en la planificación de la plantilla en verano. Los fichajes de Michu y Del Olmo han respondido en su mayoría y hombres como Nieto, Arribas, Sangalli u Ortuño se han convertido en piezas esenciales. Pero, sin embargo, en la entidad se apunta a que varios puestos clave, especialmente en la defensa tras la marcha de jugadores importantes, y en el centro del campo, no se reforzaron como era debido. De ahí los arreglos en invierno, con Luismi en la medular y la guinda de Lunin en la portería.

El poder del Oviedo que viene, a diferencia de la etapa de Del Olmo, será repartido. Los asuntos de la planificación de la plantilla caen en Francesc Arnau, el director deportivo con más autonomía que ha tenido el Oviedo bajo el paraguas de Carso. Arnau, en línea directa con Elías, tiene poder absoluto en cuanto a los asuntos deportivos, una influencia que no tenían ni Michu ni Ángel Martín González, sus antecesores. Decisión suya fue despedir a Rozada y apostar por Ziganda. En cambio, Michu nunca fue partidario de nombrar a Egea ni tampoco lo fue de nombrar a Rozada. El Cuco, automáticamente renovado tras lograr la permanencia, será el entrenador con el apoyo de Arnau. Los asuntos económicos, en cambio, serán para Federico González, que ya está manos a la obra. El mexicano, hombre de números, llegó al Oviedo en octubre y por primera vez en su larga carrera (tiene 71 años y 20 de ellos al lado del Grupo Carso) se ha encontrado con una empresa, el club azul, que pierde dinero: el consejo ha presentado déficits en sus cuentas en las cuatro últimas temporadas. También se redefinirá, al menos públicamente, el objetivo del Oviedo para el curso que viene. La idea es intentar no hablar de ascenso

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