La clasificación muestra turbulencias, pero desde dentro se trata de mantener la calma, de transitar sin sobresaltos. Complicada misión cuando el equipo avanza por los puestos de descenso a Segunda B. Es un mal momento, agravada la sensación por lo vivido el año pasado, pero hay mimbres para alzar el vuelo, se justifican desde el club. El Oviedo navega en posición de peligro, con una sola victoria y 7 puntos después de 9 jornadas disputadas, dos meses de competición. En otras circunstancias, la diana se situaría sobre el entrenador. Y, sin embargo, Ziganda se mantiene firme en su puesto. A pesar de los números, la confianza en el entrenador es plena.

“El equipo está vivo”, argumentan de forma insistente desde la entidad cuando se pregunta si hay preocupación por la situación del equipo. Es la frase más repetida. Y existe preocupación, la tabla manda, pero también confianza en que se salga pronto del bache. Los motivos para esa confianza en la labor del entrenador tienen que ver con la imagen del equipo. Incluso en las derrotas, como la del miércoles en el Tartiere.

El Oviedo, dicen fuentes del club, ha competido siempre, no se ha dejado llevar. Ese es el detalle que, por ejemplo, diferencia la actual deriva de la que hace un año se llevó a Sergio Egea por delante: entonces, el equipo parecía herido, sin rumbo fijo. Con un punto en cinco jornadas pero la sensación de que el barco navegaba a la deriva. Gente del club que vivió ambas situaciones no duda a la hora de señalar las diferencias entre entonces y ahora. Números al margen, defiende, no tiene nada que ver.

Para justificar la tesis de que el Oviedo está vivo en la competición se ponen dos ejemplos concretos, al margen de la única victoria del curso, la lograda en el derbi asturiano: el choque de Albacete (1-1) y el del miércoles ante el Logroñés (derrota 2-3). Escaso botín, con un punto de 6 sumados entre las dos citas, y, sin embargo, queda la sensación en el aire de que el equipo debería haber salido con un pleno.

En ambos casos, las expulsiones afectaron al rendimiento del equipo. Y sin entrar a valorar la justicia o no de esas acciones, sí se considera accidentes que afectaron al resultado final. La idea es que si el equipo se parece al de Albacete o al de la primera parte contra el Logroñés saldrá pronto de los puestos de peligro de la clasificación.

El juego no es el deseado, con graves problemas cuando el equipo tiene que tener la pelota, pero las circunstancias tampoco le están siendo favorables al Oviedo, con la suerte de espalda desde el comienzo de la competición. Se prefiere mirar así el momento del equipo que señalar directamente al arbitraje como causa de todos los males. El choque ante el Logroñés volvió a dejar la sensación de que las decisiones siempre caen del lado contrario. Aunque desde el club se mantiene un perfil diferente: no se quiere justificar la mala posición liguera con los arbitrajes.

En el vestuario se mira la situación con recelo, con impotencia en algunos casos, un “contra todo y contra todos” que pretende ser usado para que el equipo logre la reacción inmediata. Es la idea que presidió el vestuario tras la derrota ante el conjunto riojano. Los futbolistas sí sienten que los arbitrajes no están saliendo de cara y que la suerte tampoco ha echado un cable: que el equipo debería sumar más puntos de los que luce en la clasificación.

En lo que sí coincide plenamente el vestuario con los dirigentes es en la confianza en el entrenador. Ziganda sigue siendo un hombre respetado en el vestuario. Siempre hay algunos casos de insatisfacción por el escaso protagonismo sumado, pero en líneas generales, el equipo está con el entrenador. Así lo perciben en el club carbayón, donde subrayan la fuerza del grupo como otro factor que asienta la continuidad de Ziganda al frente de la nave azul.