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Adiós a una figura mítica del Tartiere y de la ciudad

El acuerdo de paz del Nemesio

Artabe zanjó la fría relación entre Lángara y Herrerita gracias a una comida a la que los llevó engañados

La plantilla del Oviedo de la temporada 1959-60, con Artabe agachado a la derecha y Herrerita de pie a la izquierda.

No se puede decir que se llevasen mal, pero la relación más allá del balón tampoco es que fuese muy fluida. Algo habitual hoy en día en dos estrellas de fútbol que comparten vestuario y posición. También ocurría hace casi un siglo. Pero Lángara y Herrerita, icónicos delanteros azules, tenían algo en común: su gran relación con Artabe, exjugador azul fallecido el pasado sábado. El vasco cultivó amistad con ambos. Herrerita fue su segundo entrenador en el Oviedo y su consejero más fiel. Mantuvieron el contacto hasta los últimos días del futbolista gijonés, que recibió las visitas de su discípulo en la residencia donde vivió antes de fallecer.

Herrerita y Artabe, en Pola de Siero, delante del restaurante Nemesio.

Artabe, con Lángara, en una de las visitas del segundo a Oviedo.

Artabe, paralelamente, hizo migas con Lángara gracias a su bar: parada obligatoria para el de Andoain en cada visita a Oviedo tras colgar las botas. Vasco como Lángara, el entendimiento fue instantáneo. Y así Artabe lo tuvo más fácil para reunir en una comida a las dos leyendas del Oviedo. Fue en el restaurante Casa Nemesio, en Pola de Siero, a mediados de los años setenta. Iñaki, el hijo menor de Artabe, conoce la anécdota de boca de su padre. “Lángara y Herrerita no tenían relación y mi padre los juntó. Nos decía muchas veces que los había engañado. De la comida siempre nos dijo que fue bien, pero que hubo cierta tensión. Después de los vinos la cosa mejoró”, recuerda Artabe, que define a su padre como el “amigo de las batallas perdidas”. Hace referencia Artabe hijo a la bonhomía de su padre con los más humildes, una característica que siempre le acompañó pese a que en su vida no abundó nunca el dinero. Por eso le valoraban los amigos en el fútbol. Julio Marigil (1936-2013) fue prácticamente su hermano. Jugaron juntos en el Logroñés y luego ficharon por el Oviedo. Con él compartió infinidad de vivencias y aventuras.

La comida organizada por Artabe –de pie– con Lángara, segundo por la izquierda, y Herrerita, a la derecha, junto a más asistentes.

Artabe, agachado, y Julio Marigil, antes de un partido con el Oviedo.

Artabe, agachado, y Julio Marigil, antes de un partido con el Oviedo.

Una de ellas fue la creación de la Peña Artabe, precursora del equipo Peña Marigil. Artabe, que vivía en la calle Cervantes, se hizo con una finca en Lugones tras retirarse y siempre tuvo la ilusión de crear un gran proyecto deportivo basado en el fútbol. De ahí surgió la Peña Artabe, equipo que llegó a competir y también ganó adeptos. Se reunían en el bar. Luego, en los terrenos de esa finca, abrió Artabe una guardería. Fue de las primeras de Asturias. “Era un precursor”, dice su hijo.

El fútbol fue su vida, aunque en realidad siempre quiso ser ciclista. “Decía que pagaban poco”, bromea Iñaki Artabe. Y así, entre bromas y viendo los partidos de Nadal, se apagó la luz de Artabe, aunque quedará siempre en la historia del Oviedo.

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