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La evolución de Edgar: de proyecto de central a medio centro guerrero

El pivote es el quinto jugador de Segunda que más duelos gana | “Hay un factor físico y algo de intuición; desde pequeño se le ha dado bien defender”, señala Lluís González, su padre

Edgar, en un entrenamiento del Oviedo . | LNE

En el vestuario del Betis B se llevaban los motes. Al recién llegado Édgar González (verano de 2018), un tallo de 1,93 metros, sus condiciones físicas le facilitaron el bautizo. Al hoy jugador del Oviedo le quedó “la jirafa”. “Cuando debutó en el Betis revelé su mote en un tuit y se hizo viral”, señala Diego González, compañero en el centro de la zaga de aquel Betis B. Diego era “el rinoceronte”. Edgar se pasó año y medio en el filial, en Tercera División, esperando su oportunidad en el primer equipo verdiblanco. Y cuando la tuvo, aprovechó para lucirse en una posición, la de medio centro, que no era tan habitual en su carrera. La misma que desempeña ahora en el Oviedo, donde se ha convertido en una de las sensaciones de la temporada. “La jirafa” luce ahora envergadura con los de Ziganda. Es un seguro en el duelo (el quinto de Segunda que más gana, 95) y en los balones aéreos (el cuarto, con 107). Unos registros físicos que domina desde que empezó a pegarle patadas al balón.

Él siempre tuvo claro que quería ser futbolista. Desde pequeño tenía un balón pegado al pie. A todas horas. Y por aquellas era muy fan del Liverpool y de Fernando Torres”. El que habla es Lluís González, padre de Edgar y exfutbolista del Espanyol, con el que goleó durante cuatro campañas en los años 90. Y el mejor asesor del oviedista. “Más que consejos, hablamos mucho. Conversamos sobre fútbol y todo lo que le rodea”, matiza. Nadie como él para valorar la evolución del centrocampista.

Edgar, con su hermano David.

“Desde pequeño era de los más altos, las condiciones físicas siempre le han acompañado. Cuando jugaba al fútbol 7 era centrocampista, incluso alguna vez le pusieron de delantero, pero a partir de que fichó por el Barça le situaron en el centro de la defensa”, relata Lluís. Edgar recaló en el alevín del Barcelona, donde creció durante tres temporadas. Y allí se especializó en la faceta defensiva. “Para imponerte en los duelos y recuperar balones hay un componente físico, pero también algo de intuición. De saber leer las jugadas. Fíjate que en Segunda hay centrocampistas más fuertes que Edgar, más musculosos. Y les lleva muchos balones. Se vio ante el Fuenlabrada. Esa intuición siempre la ha tenido”, razona Lluís.

Así que fue en La Masía donde se especializó en las labores defensivas. Tras formarse como futbolista en Barça, Cornellá y Espanyol, su crecimiento parecía estancado. Hasta que llamó el Betis. Y ahí se abrió una nueva oportunidad en la otra punta de España. “Se adaptó perfectamente al equipo. Dentro y fuera de campo. Es un chaval muy sencillo, humilde. No le gusta el protagonismo, prefiere estar en un segundo plano. En resumen: muy normal”, le define Diego. La de Sevilla fue la primera experiencia de Edgar fuera de casa. Su sueño de ser futbolista exigía algunos esfuerzos.

El catalán, junto a su padre.

Diego y Edgar, que compartían el centro de la zaga, se hicieron íntimos. “No vivíamos juntos, pero casi”, recuerda el actualmente jugador del Llagostera. Diego vivió en primera persona muchas de las aventuras del oviedista en Sevilla. “Un día quedamos para comer y luego queríamos ir, algunos del equipo, a la Feria de Abril. Y, claro, hay que ir de etiqueta. Edgar se había dejado los zapatos en Barcelona y calza un 48…”, cuenta. “Nos recorrimos media Sevilla a las 2 de tarde, antes de comer, para encontrar calzado de su talla. Acabó comprándose unos Martinelli carísimos y solo los usó aquel día en la Feria. Fue la coña del vestuario toda la temporada”, añade entre risas.

El caso es que Edgar se asentó en el filial del Betis hasta que Rubí lo reclutó para el primer equipo. El hueco se abrió en el centro del campo. “Pero con una labor diferente”, matiza Lluís; “en el Betis actuaba casi como un tercer central; en el Oviedo tiene más recorrido, es más libre”. Y esa libertad le está mostrando como algo más que un notable defensor. Como un centrocampista total. Y un espejo para su hermano David, centrocampista a sus 14 años.

Edgar disfruta ahora de su experiencia en Oviedo. “Le ha sorprendido gratamente la ciudad y la cercanía de la gente, a pesar de la situación”, cuenta su padre. Desde un piso en el centro de la ciudad, el centrocampista encara su último curso de periodismo en la Universidad Internacional de La Rioja, a distancia, una pasión que le viene, cómo no, por el deporte. “Es muy pesado con la NBA y le gusta mucho el tenis. Le llama el periodismo deportivo”, dice Diego, que también estudia el mismo grado. Entre estudios, canciones de Txarango y una vida sin sobresaltos, siempre pendiente de la pandemia, “la jirafa” se hace mayor en Oviedo.

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