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Los carbayones de sangre azul: ovetenses que jugaron en el Oviedo

Vicente fue todo en el Oviedo: jugador, secretario técnico y entrenador: "Lo más duro fue no cobrar"

“Me incomodó ser capitán porque sabía que a Galán le haría ilusión”, rememora el excentral

Vicente, ayer en su casa

Vicente González-Villamil (Oviedo, 1947) todavía recuerda esa llamada que interrumpió una comida. Fecha: 1970. Lugar, un conocido restaurante de la época. A Vicente, de aquellas un joven central veinteañero, le había decepcionado que unos días antes el Oviedo hubiese decidido cederle al Langreo.

No le quedó otra que acatar. Por eso, la sorpresa fue mayúscula cuando en medio de la primera comida de equipo horas antes del que iba a ser su debut el entrenador del Langreo, le dijo que se levantase de la mesa. Tenía una llamada importante. Un directivo del Oviedo estaba al otro lado de la línea.

–No juegues hoy con el Langreo. Tensi se ha lesionado y necesitamos otro central.

–Tengo que jugar, mi ficha ya está tramitada y no hay marcha atrás.

Y vaya que si jugó. “Yo me sabía bien la normativa y se lo dije al entrenador. Le dije: ‘Usted póngame, que yo juego’”, recuerda ahora el veterano. Para Vicente supuso un máster antes de regresar al Oviedo un año después. De ahí ya no se movió más hasta retirarse. Y tras colgar las botas fue todo: entrenador, secretario técnico. “No puedo pedir más. Es el club de mi ciudad y el club de mi vida. ¡Mi abuelo fue socio fundador!”. Vicente jugó en el Oviedo diez temporadas.

Consiguió un ascenso a Primera y en la máxima categoría estuvo tres cursos. Y fue capitán. El jefe del vestuario tras la retirada de un emblema como Tensi. “Estaba lesionado (Tensi) y no sabríamos quien sería el capitán, aunque los jugadores intuíamos que sería Quique Galán. El míster se me acercó en el vestuario y me habló muy claro: ‘Vicente, el club ha dicho que sea usted’. Me incomodó un poco, porque yo sabía que a Quique le haría ilusión. Me acerqué a él y me dio un abrazo. Me dijo que sería un gran capitán”, rememora el ovetense.

Llevar el brazalete no solo significaba firmar el acta y sacarse la foto reglamentaria. “En aquel momento era una responsabilidad tremenda. Había que tomar muchas decisiones y sobre todo defender a los jóvenes. Había muchos que tenían que ir a renovar y se sentaban solos en un despacho con el directivo de turno, sin tener mucha idea. Un capitán tenía que ayudarles”.

Y así, con el brazalete, finalizó Vicente sus días como jugador. Tenía 34 años y entre los planes del Oviedo no estaba renovarle. “Me di cuenta que se acababa. Me llamaron varios equipos y pensé en probar suerte fuera, pero ni mi familia ni yo lo vimos claro en el momento. Teníamos una farmacia y había que atenderla. Entonces me llamó el presidente, Yagüe. Me dijo que si quería ser segundo entrenador. Acepté”. Ahí empezó una vida diferente para Vicente, entre los banquillos y los despachos.

“Puedo decir con orgullo que fui secretario técnico del Oviedo y ayudé a formar buenas plantillas. Al principio era difícil conocer bien el mercado: solo televisaban un partido a la semana. Pero todo es adaptarse”.

Vicente dejó de ser secretario técnico cuando Miera fue nombrado entrenador. Pasó a ser entrenador del Vetusta, aunque seguía participando en las decisiones deportivas mientras Bango fue presidente. Luego, con Eugenio Prieto, tomó la decisión de marcharse. “No tenía conexión con el club”. Después entrenó al Torrelavega y al Burgos y fue secretario técnico de Las Palmas. Al Oviedo regresó en la 2002/2003, la de la caída a Tercera. Vicente fue entrenador 17 jornadas. “Lo más duro fue no cobrar. Se pasa mal y mi familia estaba disgustada. De esa época me quedo con la profesionalidad de los jugadores”, concluye Vicente, desde hace diez años presiente de la Asociación de Veteranos del Oviedo.

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