Egea y Anquela fueron los tipos que, en los últimos años, más saborearon el turrón. Mantenían al Oviedo por estas fechas en plena zona de play-off, lugar tranquilo en el que descansar, con el ascenso directo a tiro. La perspectiva óptima para el cambio de año con familia y allegados. Esas dos experiencias contrastan con la del curso pasado, con Rozada en el banquillo supliendo a Egea. Entonces, el equipo sacaba la zona de descenso, aunque con serios problemas clasificatorios que arrastraría durante todo el curso. Alejado de los extremos, y en una línea similar a la de Hierro o al segundo Anquela, el Oviedo de José Ángel Ziganda encara el receso navideño en una zona tranquila de la tabla: ve de lejos la zona roja del descenso, pero avanza a una distancia media del play-off, la tierra prometida. Ambos se quedan a 6 puntos de distancia.
La trayectoria de los del Cuco en la Liga invita a varias interpretaciones. Depende de si quiere verse el vaso medio lleno o medio vacío. La entidad no se ha pronunciado claramente esta temporada sobre el objetivo del equipo, se habla de metas a corto plazo, pero en innegable que la ilusión en el oviedismo, también en la plantilla, es merodear la zona de play-off.
La trayectoria del equipo, en líneas generales, ha sido al alza. Al Oviedo le costó al principio, atascado el equipo de cara a gol y con algunas piezas importantes, como Nahuel y Blanco Leschuk, aún en plena fase de adaptación al grupo. Tras unas jornadas con más juego que goles, los de Ziganda afrontaron una pequeña crisis en las semanas que siguieron a la victoria en el derbi, la primera del curso. En la novena jornada, un choque extraño y polémico, el Oviedo perdió ante el Logroñés y cayó a la 20.ª posición de la tabla, con 7 puntos, uno por debajo de la salvación.
Ahí fue cuando empezó la reacción carbayona, asentada en un cambio de sistema, con protagonismo para los medias puntas, que se empezaron a aprovechar del trabajo del incansable Blanco Leschuk. El Oviedo le ganó a Las Palmas, Castellón y Zaragoza, para escapar en la tabla hasta la zona tranquila: 13.º en la jornada 12.ª.
Tras esa dinámica positiva, el equipo entró en una fase más gris, con 3 puntos sumados de 12 posibles. Se situó entonces 15.º, a cuatro puntos del descenso. Y, de nuevo, el equipo se levantó, imponiéndose a Sabadell y Tenerife. La derrota ante la Ponferradina en la despedida del año deja a los azules en la mitad de tabla, a la misma distancia del sexto como del descenso: 6 puntos. Lleva un ritmo de 1,31 puntos por encuentro.
La situación recuerda a la vivida, por ejemplo, en la temporada de Fernando Hierro al frente de la nave azul, la 2016/17. Entonces, el Oviedo alcanzó el descanso navideño en el 12.º puesto, con 26 puntos tras 19 jornadas disputadas, 1,4 puntos por encuentro. El sexto estaba entonces a un solo punto, mientras que le sacaban 5 al descenso.
También se vio una trayectoria similar en la campaña 18/19, la segunda de Anquela como entrenador. El equipo azul cambió de año en la 12.ª posición, con 24 puntos en 19 jornadas (a 1,26 por cita). El play-off se escapaba 8 puntos por delante, mientras que el descenso se alejaba por 7 puntos.
El mejor saldo de puntos a estas alturas se dio en la 2018/19, la del estreno de Anquela. Se habían jugado 20 jornadas cuando se avanzó de año, y el equipo azul, empujado por una racha de cinco triunfos seguidos, se encaramó en la quinta plaza, con un ritmo de 1,75 puntos por choque. El Oviedo le sacaba dos puntos al séptimo y 15 al décimonoveno.
Parecida fue la marcha en la 2015/16, la que siguió al anhelado ascenso. Con Egea a los mandos, el oviedismo pasó la Navidad en el tercer puesto, con 31 puntos (1,7 por choque), 3 por delante del séptimo y con un cómodo colchón de 12 sobre el primer equipo descendido.
En el otro lado, la experiencia del curso pasado, con el Oviedo completando la primera vuelta, que coincidió con el receso, en la 18.ª posición, una por encima de la zona roja, a un punto. El play-off se alejaba entonces a siete.
