El delantero estrella, el central con más corpulencia y un joven talentoso. Los tres lo dijeron claramente esta semana en El Requexón. Son Blanco Leschuk, Grippo y Borja Sánchez. Analizaron la actualidad azul durante el parón y la sorpresa fue que todos elevaron el nivel de ambición del equipo.
Leschuk dijo que quiere “jugar en Primera División con el Oviedo”, Borja recalcó que “hay que empezar a ganar para mirar hacia arriba” y Grippo, ayer mismo, cerró el círculo y admitió que “la exigencia del Oviedo, para la ciudad, para los aficionados y para el club debe ser el play-off, aunque dependerá de los resultados”.
Varios jugadores, como Nieto o Nahuel, también llamaron a mirar hacia arriba en varias entrevistas radiofónicas en los últimos días. Las reflexiones de los jugadores del Oviedo reflejan un sentir general y serían anecdóticas si la temporada pasada, una pesadilla para jugadores y dirigentes, no hubiese existido en el Oviedo.
Antes no había reparo en hablar públicamente de play-off. En el vestuario y en los despachos. De hecho, la promoción era la cota mínima antes de que el balón echase a rodar. “Debemos pensar en el ascenso”, dijo Egea en el verano de 2019.
Un discurso aplaudido siempre desde México incluso en los peores momentos: Arturo Elías volvió a fijar el objetivo de ascender hace un año, con el Oviedo coqueteando con el descenso. Rozada primero, y Ziganda después, optaron por no hablar de objetivos a largo plazo. Los aprietos vividos en el final de temporada y la posterior salvación cambiaron el panorama del club. Con la salvación ya en la mano y en plena autocrítica tras una campaña bailando en el borde del precipicio se decidió apostar por un perfil bajo de puertas para afuera.
La exigencia disminuyó. Sobre todo, fuera, según observan en el Oviedo. Así lo reconoció recientemente Manuel Paredes, presidente en funciones. La prueba es la situación actual del equipo: 12.º y a 7 puntos del play-off.
Una clasificación que en los primeros años tras el ascenso hubiese supuesto una crisis de aúpa, ahora significa tranquilidad. Por eso las recientes reflexiones de los jugadores marcan un cambio de rumbo. En 2021 se mira hacia arriba. Sin tapujos.
El vestuario, de puertas para adentro, ha situado siempre el objetivo en el play-off. La diferencia es que ahora se dice abiertamente. Desde la plantilla se da normalidad al nuevo discurso, fruto de las buenas sensaciones del equipo, dicen, y no de una conjura interna para encarar el 2021.
Y desde los despachos del club se aplaude y se celebra que la ambición aumente porque la exigencia desde México sigue siendo máxima. De ahí que el empate del Oviedo en La Rosaleda (1-1) supiese a muy poco entre dirigentes y jugadores. Ahora piden dar un paso más. “Sumar de tres en tres”, dicen.