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Los nueve de Carso

Anquela: “Con el Oviedo llegamos hasta donde pudimos”

“El equipo funcionará cuando la gente se tranquilice y dejen de hacer las cuentas de la lechera”, dice el extécnico del Oviedo en un repaso a su etapa de azul

Anquela, en El Requexón en 2018. | | LNE

Juan Antonio Anquela (Linares, Jaén, 1957) es el segundo protagonista de la serie dedicada a los nueve entrenadores del Oviedo en la etapa del Grupo Carso. Anquela dirigió al equipo azul en la campaña 2017/218 y en la 2018/2019 fue despedido a falta de siete jornadas. En su primer curso, el Oviedo quedó séptimo, igualado con el play-off, y no jugó la promoción por el goal-average. En el segundo, dejó el puesto con el equipo octavo. 

–¿Cómo fue la primera llamada del Oviedo

–Años antes de llegar tuve una reunión con ellos en Madrid. El equipo estaba en Segunda B y yo estaba en el Numancia. Me vi con Joaquín del Olmo y con el presidente (Jorge Menéndez Vallina).

–¿Qué les dijo?

–Hablamos y fue bien, pero yo tenía contrato. Lo primero que hice fue decírselo al director deportivo, que era César Palacios. Le dije, mira, he ido a hablar con la gente del Oviedo, pero aquí estoy, me quedo. Ellos (el Oviedo) ascendieron ese año.

–Años después dijo sí.

–Me volvieron a llamar y fui muy claro. Les dije: “Me suena bien, pero tengo que esperar a que acabe la temporada con el Huesca”. No garanticé nada, porque estaba centrado en el Huesca. El mismo día en el que nos eliminaron del play-off me volvió a llamar Joaquín del Olmo. El acuerdo fue fácil.

–¿Si llega a ascender con el Huesca hubiese dicho “no” al Oviedo?

–No lo sé, ya había dejado pasar al Oviedo una vez.

–Pero entrenar en Primera División…

–Pero escuche, es que no lo sé, porque en mi cabeza el Oviedo es muy importante. No sé lo que hubiese pasado, pero no estaba dispuesto a dejar pasar otra oportunidad

–Cuando llegó a la ciudad entró al hotel por el parking y le escondieron para evitar fotografías, ¿qué pensó?

–Al principio no entendía nada. Me dijeron que subiese a la habitación y que me quedase allí hasta firmar, que no había otra solución. No lo entendía, pero a la vez empecé a entender lo que era el Oviedo. No salí de la habitación hasta que tenía el contrato firmado. Al día siguiente fue mi presentación.

–En su primera temporada hubo muchos fichajes de jugadores extranjeros, ¿era lo que esperaba?

–Yo llegué al Oviedo ilusionado, como todo el mundo, y luego vino la realidad. Era el Oviedo, sí, pero la realidad... A mí me dijeron: “Vamos a firmar a este, a este y a este”. Luego se firmó lo que se pudo e intentamos trabajar al máximo.

–¿Le tocó morderse la lengua sobre lo que pensaba de esa plantilla?

–Yo eso no lo voy a decir jamás, porque siempre fui con el director deportivo de la mano. Pero hay que entender una cosa: hoy en día los entrenadores estamos por debajo del director deportivo. Quien hace los equipos es él (el director deportivo). El entrenador tiene dos opciones: o tragar o irse. Yo, cuando empecé en esto de los banquillos, pedía a un jugador y lo traíamos.

–¿El cambio fue tan grande?

–¡Ni se imagina! Cuando yo empecé en el fútbol, la figura del director deportivo no existía. Había un secretario técnico, que andaba mirando jugadores, y ya. En el fútbol hay que ir de la mano, pero de la mano de verdad.

–En su primera etapa en el Oviedo marcó un antes y un después el cambio de sistema, cuando decidió poner tres centrales y carrileros.

–Nosotros pensábamos mucho qué podíamos hacer para mejor el equipo. Yo lo que intentaba era tener siempre juntos a los mejores, que en ese momento eran Saúl (Berjón) y Aarón (Ñíguez). Y eso era muy difícil. Por eso pasamos a jugar con dos carriles, lo que permitía a Aarón irse al otro lado y pasársela con Saúl. Funcionó.

–¿Por qué se cayó ese equipo?

–Le ganamos al Sporting y todo el mundo pensó que ya estaba hecho. Luego fuimos a Cádiz, nos quedamos con diez, nos pusimos 0-1 y nos remontaron con la expulsión de Rocha.

–Pero, ¿cuál fue el problema?

–Muy fácil: perdimos en Soria (3-0) y se nos escapó el goal-average. Al Numancia le habíamos ganado en casa 3-1. Luego, en León, contra la Cultural, nos valía el empate. Nos anularon un gol legal, nos quitaron un penalti…Llegamos a la última jornada sin depender de nosotros mismos. Y cuando pasa eso…

–El Tartiere le despidió con una ovación y en la siguiente temporada, con una plantilla en teoría mejorada, se le veía más nervioso, ¿lo ve así?

–No lo recuerdo. Yo veía la temporada con ilusión y ganas. Estuvimos siempre en disposición de luchar por el play-off y cuando nos echaron estábamos ahí cerca. La gente se hundió porque empatamos mucho en casa en los minutos finales. Las Palmas, Córdoba, Lugo… La gente se puso nerviosa.

Mi momento con Arturo Elías

“Yo no era de hablar mucho el teléfono, pero hablé con él una o dos veces. Veía su número en mi móvil y pensaba: ‘¿Y ahora qué le digo yo a este hombre?’ Nunca fui de poner excusas. Del Grupo Carso siempre he dicho lo mismo: su gestión es excepcional y va por el buen camino. Primero lo económico y luego lo deportivo. ¿Qué deuda tenía el Oviedo cuando ellos llegaron? El problema venía cuando la gente le calentaba los cascos (a Arturo Elías)”. 

–¿Usted sentía que le podían despedir en cualquier momento?

–Nunca me ha preocupado eso. El puesto del entrenador está en entredicho todos los días y hay que saber convivir con ello.

–¿Le dolió el despido?

–Quedarme sin trabajo me fastidió mucho, porque además yo lo tenía bien claro. Siempre me voy de los sitios con la cabeza alta, haciendo lo que había que hacer. Con el Oviedo llegamos hasta donde pudimos. Si se guarda un poco la calma, hubiésemos estado muy cerca del play-off.

–¿De qué está especialmente orgulloso?

–De que logramos hacer un vestuario bastante identificado con lo que pretendíamos hacer en el campo. Tener un vestuario identificado es lo más importante.

–Sus críticos le achacaron dos cosas: ser especialmente defensivo y la poca participación de los jugadores de la cantera.

–¿Yo defensivo? ¡Si jugábamos con tres delanteros! Si poner a Saúl o a Aarón es ser defensivo…Y en el centro del campo jugaron Folch y Tejera. Mis equipos siempre han jugado al ataque.

–¿Y la cantera?

–¿Cuántos jugaron conmigo? Mírelo bien. Jimmy jugó bastante. Viti también. Y Borja debutó con nosotros.

–Borja jugó seis minutos contra el Nàstic y muchos le criticaron no haberle dado más oportunidades.

–Lo que pasaba con Borja era que estaba Saúl en su sitio, y para mí Saúl era intocable. Lo siento, lo diré una y mil veces: era intocable porque era el único capaz de cambiar un partido. Yo creía en Borja, pero lo veía para el sitio de Saúl o para la mediapunta, y no utilizábamos mucho esa demarcación. Borja ahí está ahora, haciendo las cosas fenomenal, pero ojo, no es titular indiscutible. Nosotros pusimos a Viti cuando nadie creía en Viti. Y a Jimmy. Y a unos pocos más, como Steven. Me acuerdo cuando llegó Javi Hernández y no le dejé ni que fuese para el filial. Si es que lo de la cantera es una mentira detrás de otra.

–¿Le dolía?

–No me dolía nada, me centraba en trabaja e intentar ganar partidos.

–¿Qué hacía en Oviedo?

–De entrenar me iba a casa. Y en algún día de descanso iba de ruta con gente al margen del Oviedo. Con Juanjo (Carretero, su segundo entrenador) iba a comer, a cenar o a dar un paseo. En Oviedo fui muy feliz y es el sitio donde más amigos he hecho. Me faltan manos para contarlos. No puedo ir mucho, porque cuando voy digo: “Tengo que ver a este, a este y a este”. Y no me da tiempo.

–¿Sentía presión extradeportiva?

–Intentaba desconectar, porque pasaba de todo. Yo me dedicaba a lo mío: trabajar y entrenar. Sabía dónde estaba.

–¿Cómo ve al equipo del Cuco?

–Me parece que es la misma historia. Es un equipo muy serio, con una plantilla extensa y con calidad. Si lo dejan tranquilo y la gente no empieza a hacer las cuentas de la lechera estará cerca del play-off. Es que en el Oviedo somos muy de “y sí, y sí…”. Cuando la gente se tranquilice, dejen de hacer cuentas de la lechera y dejen los aires de grandeza, el equipo funcionará.

–¿Qué hace ahora?

–Estoy en casa, en mi Jaén, voy siempre a ver al Jaén jugar. Es mi equipo. Están en la sexta categoría, o qué se yo cuál es ya. Van penúltimos y voy a sufrir, me siento como un aficionado más.

–¿Y le reconocen?

–Sí, noto el cariño de la gente y eso es bonito. Yo me siento ahí como un aficionado más.

–¿Qué dice su mujer?

–No le interesa nada el fútbol. Si le pregunto de qué color viste un equipo no creo que lo sepa. Casi mejor, así hablamos de otras cosas.

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