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EL AUTOR DEL GOL AZUL EN LAS PALMAS EN LA PROMOCIÓN DE 1998 RECUERDA SU ETAPA EN OVIEDO

Gamboa, exjugador del Oviedo: “Fui un bendecido por marcar, entré en un estado de locura porque nos quedamos en Primera”

“Claro que el Oviedo puede ascender al lugar donde tiene que estar, sería un regalo inmenso a la afición”, dice el que fuese defensa carbayón

Gamboa, en su etapa de entrenador en Newell’s.

–Fui un bendecido. El gol fue tras un córner, hubo un bloqueo, creo que de César. Me separé de mi marca, la pelota quedó botando y me cayó en la zurda. Casi no tuve tiempo, le pegué y entró. Entonces entré yo en un estado de locura, de locura linda. Sabía que ya sería muy difícil perder. Hice ese gol y por ese gol nos quedamos en Primera, pero fue circunstancial. Todos hicimos lo que teníamos que hacer.

Gamboa, a la izquierda, con Maradona en su etapa en Boca Juniors. | F. G.

Fernando Andrés Gamboa (Inriville, Córdoba, Argentina, 1969) recuerda bien ese tanto en 1998, en la misma isla, Las Palmas de Gran Canaria, en la que esta noche el Oviedo (22.00 horas, Movistar) persigue el sueño de subir a Primera. Fue en una sufrida promoción de descenso, cuando el equipo azul se codeaba con los grandes del país. Aquel era el Oviedo de Eugenio Prieto, César, Rivas o Tabárez. El del Cuco, Bastón y Borja Sánchez quiere volver donde ellos estuvieron. Para hacerlo debe cumplir hoy. Y Gamboa, ahora entrenador, que figura en la historia del Oviedo por aquel decisivo gol en la eliminatoria de vuelta, recuerda aquellos tiempos y desea suerte al Oviedo.

La acción del gol azul en la vuelta de la promoción del 98 en Las Palmas: César remata de cabeza antes de Gamboa, con el 2, marcase tras el rechace. | LNE

–Antes del Oviedo, ¿cómo fueron sus inicios?

–Mis inicios en el fútbol los recuerdo desde muy chiquitito, cuando estaba en mi pueblo. Tuve la posibilidad de jugar a la pelota todo el día cuando salía del colegio, hacíamos torneos de cinco contra cinco y cada barrio hacía su equipo. Mis viejos me llevaban cada día de la semana a jugar. Así arranqué a jugar a la pelota, siempre amé la pelota, ser jugador y luego entrenador. A los 14 años me voy a Newell’s y arrancó una etapa diferente.

–¿Es cierto que le ofrecieron trabajo a su padre a cambio de que usted jugase al fútbol?

–Fue casual. En mi familia todo el mundo trabajaba, mi papá era metalúrgico y mi madre nos ayudaba. En Inriville, en la provincia de Córdoba, la fábrica metalúrgica quebró y había una persona que venía de otro lugar, en Arteaga. En un momento determinado, cuando quiebra la fábrica, un señor le ofreció a mi padre la posibilidad de ir a la suya. Le daban trabajo, una casa y lo único que le pidió a mi madre era que jugase en el club Arteaga.

–¿Sentía presión por triunfar?

–No sentí ningún tipo de presión. Mi padre y mi madre siempre me acompañaron porque yo fui un enamorado del fútbol desde que nací. Fue bueno para toda la familia y para vivir de una manera digna. Nunca lo tomé como una presión, jamás la tuve; sí tuve pasión, que es muy diferente.

–Marcelo Bielsa fue su mentor.

–Era la persona que nos iba haciendo entender lo que era el fútbol, era un adelantado a su tiempo. Muchas veces me divierto viendo programas donde cuentan cómo los entrenadores innovan haciendo cosas que nosotros ya hacíamos con Bielsa. Presión, ensanchar al rival, todo. Era una persona apasionada, amante del fútbol, que nos cuidaba. Tuvimos la fortuna de crecer al lado de él. El entrenador de mi vida es el profe Bielsa.

–Maradona fue su amigo.

–Yo le llamo Armando. Lo amo con todo mi corazón y siempre hablo en presente de él, porque sigue estando con nosotros. Coincidí con Armando en Boca Juniors y ya lo conocía de algunas concentraciones con la selección. En el año 95 tuve la fortuna de estar junto a él y vivir su regreso. Fue maravilloso y mágico.

–¿Impresionaba?

–Todo lo que hacía Armando impresionaba. Era difícil estar al lado de él y no mirarlo. Luego coincidí con él durante años. Yo amo el fútbol y a una persona a la que considero que fue el mejor futbolista que he visto en mi vida. Impresionaba la humildad como ser humano y las cosas únicas que hacía en entrenamientos y partidos. Era como estar viviendo todo el tiempo al lado de un mago, de alguien mágico. Una de las cosas más hermosas que me pasó en mi carrera fue coincidir con Armando.

–¿Tuvo contacto con él en sus últimos años?

–Las personas que lo quisimos bien, de verdad, y sin querer recibir nada a cambio, estuvimos muchos años al lado de él, pero en los últimos tiempos se nos hizo imposible. Hubo personas que le hicieron daño y lo alejaron de sus amigos. Armando se fue joven de este mundo, tenía mucho para vivir, pero eso no ocurrió porque le dañaron muchísimo.

–¿Cómo surge lo del Oviedo?

–Yo estaba en Boca Juniors muy feliz. Terminaba contrato en 1996 y me ofrecían dos años. A mi agente le decía que yo quería irme a Europa, a España o Italia, porque ahí estaba la élite del fútbol. Quería enfrentarme a los verdaderos jugadores para saber si yo era bueno. Nunca se me olvidará el primer partido con el Oviedo. Jugamos contra el Barcelona de Ronaldo, Guardiola Stoichkov, Bakero…

–¿Y por qué el Oviedo?

–Me comentaron la posibilidad y empecé a investigar la historia del club. Hacía pocos años que había jugado la UEFA y me entusiasmó la idea. Pasé el reconocimiento y en junio estaba ahí, muy feliz por llegar a un equipo de Primera División. Para mí todo era nuevo y maravilloso, cumplía el sueño de mi vida, que era jugar en Europa. En toda mi etapa en el Oviedo siempre jugué y disfruté muchísimo del oviedismo, de Symmachiarii y de la ciudad.

–¿Fue feliz?

–A veces me cuesta decir algunas cosas, porque parece que estoy vendiendo algo que no es, pero soy muy sincero y lo digo con naturalidad. Oviedo es una ciudad maravillosa y la extrañé desde que me fui. Mi ciudad en Europa es Oviedo y mi club, el Real Oviedo. Daría lo que tengo por volver. Mi sueño es regresar al Oviedo como entrenador. Me encantaría.

–Su primer entrenador en el Oviedo fue Lillo.

–Juanma, como decimos los argentinos, era un monstruo. Un tipo súper inteligente que siempre priorizó su carrera, y, además, un grandísimo ser humano. Yo sabía, porque hablo con él, que es el mentor de este juego lindo que encarnan Xavi, Iniesta y Guardiola. Cuando llegué al Oviedo Lillo tenía 33 años, no es sencillo dirigir con esa edad. Aprendí muchísimo de Lillo en todos los sentidos, no solamente de táctica o estrategia, también de manejo de grupos. Él se ocupaba de todo. En esa temporada, faltando algunos partidos, se fue y me entristeció, porque él no tenía nada que ver, los culpables éramos nosotros, que no pudimos llevar a cabo lo que nos decía. En su lugar vino Novo, que no tengo mucho que decir sobre él, más allá de que nos ayudó.

–¿En esa temporada se sufrió?

–Tengo una imagen de un partido en el Tartiere contra el Sevilla. Recuperamos una pelota y le tiré un pelotazo a Oli, que como siempre se encargaba solo de molestar y dañar a la defensa. Metió ese gol y ese día nos quedamos tranquilos con los puntos suficientes par la permanencia.

–Después llegó Tabárez.

–El Maestro, un señor del fútbol con todas las letras. Primero, como ser humano. Excelente entrenador y persona maravillosa. Respetuoso, educado… Sucedió ese año que la Liga se puede hacer larga y más cuando además no tienes jerarquía. Nosotros tenemos que ser claros. Había jugadores de diferentes países que no éramos malos, pero tampoco teníamos una gran jerarquía. Tabárez vino del Milán y eso quiere decir que él estaba capacitado. El balance personal mío fue buenísimo, falté a tres o cuatro partidos y por las tarjetas. A nivel colectivo sufrimos. Con el Maestro jugamos la promoción de Las Palmas, que fue un momento crucial y clave en la historia del Oviedo.

–¿Qué recuerda de aquello?

–Fue a ida y vuelta. Ganamos muy bien en el Tartiere (3-0) y fuimos a Las Palmas (3-1). Fue un momento especial, sobre todo por lo que nos jugábamos. Yo, personalmente, cuando tengo puesto un escudo lo defiendo a muerte. El resto también. Berto, César Manel, Onopko, Paulo Bento, Oli… No solo jugábamos para no descender: jugábamos por el orgullo del Oviedo, que es un equipo de Primera. No podíamos permitir ese descenso y afortunadamente y con la ayuda de Dios, nos quedamos en Primera.

–Y eso que había sido expulsado en la ida…

–Me acuerdo del momento. En el partido de ida ganamos 3-0 y creo que me expulsan al acabar el partido. Tenía la tranquilidad de que, como jugábamos tan seguido, la Federación no iba a poder dictaminar. Igual me excedí, pero no me acuerdo de qué manera. Me causó gracia, porque en Las Palmas me echaron quedando muy poquito. Me cayeron 7 partidos en total. Lo único malo es que nunca las pude cumplir.

–¿Había mucha tensión?

–Era inevitable, estaba en juego el descenso. Yo no me hubiese permitido descender con el Oviedo. En Argentina la palabra descenso es muy fuerte. No digo que no pueda pasar, porque pasa. Pero si el Oviedo hubiese descendido me hubiese llevado una marca negativa muy grande. En cambio, recuerdo el hotel, la cena de después del partido, a todos sentados alrededor de una piscina charlando, riéndonos sin saber de qué, pero con la felicidad de saber que íbamos jugar en Primera, como tenía que ser.

–¿Por qué no siguió en el Oviedo?

–Hay temas que prefiero evitar. Simplemente fue un malentendido, una discusión no con el presidente del club, sino con uno de los directivos. Me había enterado de algo que no me había gustado y en el momento que terminamos quedándonos en Primera, cuando nos vino a saludar, se lo reproché y no le gustó. Se enojó conmigo y a partir de ese momento quisieron modificar el contrato, por eso tuve que pasar por un juicio que gané. Me dijeron que para jugar en el Oviedo debía tener doble ciudadanía y yo sabía que no la iba a tener. Esa persona me robó dos años en los que seguramente hubiese disfrutado muchísimo, porque fui muy feliz. Me encantaba defender la camiseta.

–¿Sigue al Oviedo?

–Siempre sigo al Oviedo, miro los resultados y cómo está en la tabla. Casi siempre estamos con posibilidad de subir y al final acabamos lejos. Ahora vamos quintos y ojalá se gane a Las Palmas y al Ibiza. El sueño más lindo que tiene toda la ciudad y el oviedismo es subir a Primera División.

–¿Cree en el ascenso?

–Sí, claro que puede ascender. El Oviedo es un equipo de Primera de toda la vida y estos equipos pueden bajar, pero regresan. Mando un abrazo enorme a todos y les deseo éxitos a los jugadores y al cuerpo técnico, que son los que tienen estos partidos. Se puede hacer un regalo inmenso para toda la ciudad y permitir que el Oviedo vuelva a Primera División, que es el lugar donde tiene que estar y de donde no se debería haber ido. Hay que aunar fuerzas y tener sentimientos positivos. Ojalá que así sea y ojalá que algún día se puedan abrir las puertas del club y transformarme en el entrenador del Real Oviedo, que sería una etapa diferente, pero mágica.

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