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Otra estructura, mismos problemas: análisis del Oviedo de Bolo

El cambio de sistema tampoco aclara la propuesta atascada de un Oviedo al que una sólida defensa le sigue protegiendo

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EN IMÁGENES: el entrenamiento del Oviedo

No se le puede discutir a Bolo su intención de darle nuevos bríos a este Oviedo. El técnico, al que se le agradece su frecuente autocrítica, trata de encontrar ese estilo que convirtió a la Ponferradina que él dirigía en una referencia del juego atractivo en los últimos años. No lo ha logrado aún en el Tartiere, instalado el equipo en un juego plano que se traduce en un pobre bagaje ofensivo. Pero busca soluciones el vasco para que el equipo logre una identidad. Un estilo atacante y atrevido como el que se le supone a un conjunto entrenado por él. En anteriores pruebas, el cambió se limitó a los nombres. En Lugo, también varió el sistema. En todas las ocasiones, con similar resultado: un juego pobre y problemas para la realización.

El planteamiento del técnico en el Anxo Carro respondía a una inquietud básica, lograr generar más juego. Luismi aseguraría varias cosas. Además de un integrante más a la hora de dar salida al juego, la presencia del andaluz en la medular debía darle mayor libertad a Montoro y Koba para incorporarse a posiciones más adelantadas.

Ahí parecía residir la clave. Un sistema para lucimiento de los pivotes. Y ahí se dio el gran problema del Oviedo. Ni Luismi consiguió un inicio pulcro de la jugada, ni sus dos compañeros entraron en juego con continuidad.

Arriba, con Enrich tapando la derecha en la fase defensiva, Bolo pretendía no renunciar al colmillo en el área rival. El balear, ordenado, cumplió con su cometido. Pero a la ecuación le faltó que los balones llegaran en mejores condiciones al área.

Los problemas mostrados por el Oviedo en el Anxo Carro ante un Lugo que fue poco a poco adueñándose del tablero son de sobra conocidos esta temporada. De ahí la sensación de desasosiego: por mucho que cambie el equipo, de nombres o de dibujo, no se ha logrado subsanar los problemas futbolísticos que lastran su paso por la competición.

Bolo, Tito y el doctor César Gómez, ayer, en El Requexón. Luisma Murias / Fernando Rodríguez

El Oviedo sí hace cosas bien. En eso también tiene razón Bolo. Sobre todo, en los aspectos referidos con el rendimiento defensivo. El técnico ha logrado mantener una línea de continuidad con lo que se vio con Ziganda en los últimos años. A pesar del baile de nombres (Tomeu, Tarín y Aceves, habituales atrás, son nuevos en estas lides), el equipo conserva su espíritu de conjunto rocoso, fuerte en el duelo, impecable en los centros laterales y que no se siente incómodo defendiendo cerca de su arco. Quizás este aspecto se valore menos en la propuesta de Bolo porque son condiciones ya vistas el curso anterior, no suponen una novedad, pero también es de justicia reconocérselo.

Pero el saldo total de virtudes y defectos no le da al Oviedo para situarse en el campeonato en los puestos de honor. Al equipo aún le faltan varios pasos adelante para poder considerarse un serio aspirante a las más altas cotas. Y esas mejoras pasan precisamente por la mano del técnico. Por lograr un equipo que se parezca a lo que persigue el entrenador.

La situación está lejos de ser urgente. Tan solo se han disputado 7 jornadas de competición y cualquier conclusión clasificatoria a estas alturas sonará a precipitada. Pero el equipo necesita una actuación convincente. Lo logró ante el Levante, aunque el empate final estropeó que la fiesta fuera completa. Ese, dicen de puertas hacia dentro en el club, es el modelo a seguir. El Oviedo que sometió a un favorito, que le trató de tú a tú, le robó cerca de su área y le llegó en varias ocasiones. De forma sorprendente, a esa actuación tan redonda le ha seguido una caída marcada, de tres partidos con mala imagen y con un pobre bagaje de 2 puntos sobre los últimos 9 en juego.

El duelo ante el Cartagena emerge ahora como otra oportunidad en este accidentado camino, por el momento, del Oviedo de Bolo en la competición.

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