Sin gol no hay sonrisa: el análisis del momento del Oviedo

La falta de pólvora sigue lastrando al equipo azul y acaba con la racha en el Tartiere | La integración de Vallejo y Moro, clave para desatascar el ataque

Manu Vallejo y Borja Sánchez, ayer en el entrenamiento de  El Requexón. | |  IRMA COLLÍN

Manu Vallejo y Borja Sánchez, ayer en el entrenamiento de El Requexón. | | IRMA COLLÍN / Nacho Azparren

Nacho Azparren

Nacho Azparren

El estupendo cabezazo de Fer Niño ponía al Oviedo ante un contexto desconocido: tener que remar contracorriente en casa frente al Villarreal B. Obligado a exponer, algo que siempre había hecho que las bisagras azules chirriaran. El equipo no estuvo fino. No pareció cómodo en ese rol dominador. Pero sí creó ocasiones suficientes para rescatar al menos un punto. Al juego ofensivo le falto fluidez, pero los números dicen que llegó con cierta asiduidad al área amarilla. El lastre es conocido: al equipo le cuesta un mundo hacer goles. Ese, el de la pólvora, sigue siendo el hándicap desde que la temporada echara a andar.

Ni con la promesa de Bolo de un juego alegre y decidido, que nunca se vio en la práctica, ni con el intento de Cervera de defender ordenado y matar a la contra el equipo logra maquillar unas cifras en ataque que le sitúan entre los peores de Segunda. Son 16 goles en 25 partidos. Números que incapacitan cualquier intento por estar peleándose entre la élite de la Liga.

El problema en el área contraria fue detectado por Cervera desde la primera semana de trabajo en El Requexón. Pensó el técnico que el primer mandamiento para salir de la zona de peligro era mejorar en la fase defensiva y a ello dedicó cuerpo y alma. Pero nunca descuidó la imagen ofensiva. También en los triunfos, Cervera remarcó que su equipo debía ir a más con la pelota si quería aspirar a metas más ambiciosas en la competición.

La sequía fue tapándose con una inercia positiva, especialmente en un Tartiere que mutó en fortín. Pero ante el Villarreal B las cosas salieron torcidas casi desde el primer impulso, ese gol amarillo a los 7 minutos, y aunque el equipo nunca perdió la fe se dio de bruces con la realidad: su poca capacidad para generar ocasiones claras.

Un par de cabezazos de Bastón y Viti fueron el argumento más convincente de los azules en el área contraria. Razones que en otras ocasiones habrían bastado para triunfar. No el sábado. Y eso que el equipo fue especialmente insistente en incordiar el área del Villarreal B. Por ejemplo, ante el filial amarillo, los azules firmaron su mejor marca en centros (39) y córners (11) de toda la temporada. También fue la quinta actuación con más disparos totales (9) y a puerta (4) del curso. El equipo insistió, pero sin la lucidez necesaria para sacar algo positivo.

Aunque, como dice el técnico, es complicado sacar conclusiones en las derrotas, el choque sí deja algún margen para el optimismo. Sobre todo, por el papel de los mismos. A Vallejo apenas hubo tiempo de verle, pero se le intuyeron cosas en los casi diez minutos, añadido incluido, que estuvo sobre el terreno de juego. Más aceptación llevó el estreno de Moro, que mostró una perfecta síntesis de su juego en los cerca de 25 minutos que pudo lucir sobre el césped. Se sitúa en la izquierda, dando amplitud al ataque y siempre ofreció soluciones. Estuvo notable en los controles y retó siempre que pudo a su par. El primer vistazo confirma lo que se intuía: es un futbolista que casa con el estilo Cervera.

La integración de estas dos piezas, Vallejo y Moro, parece fundamental para que la retaguardia azul parezca mejor engrasada. Llegan con ritmo de competición, aunque ansiosos por contar con más minutos. No parece que Cervera vaya a tardar mucho en contar con ellos de inicio.

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