De atender en la barra del bar a golear con el Oviedo: la historia de Manu Vallejo

Cada éxito del delantero azul se celebra especialmente en La Venta Espadita, el restaurante de su familia en Chiclana - Su padre, Javier, fue delantero: "Como dice él, en casa había más fútbol que en la comunión de Oliver y Benji"

Vallejo, en La Venta Espadita. Valencia CF

Vallejo, en La Venta Espadita. Valencia CF / Nacho Azparren

Nacho Azparren

Nacho Azparren

Ana paseaba inquieta por los pasillos exteriores de La Rosaleda intentando rebajar los nervios. Mirando a cualquier sitio menos al césped. De pronto, un silencio general roto por el grito de euforia de solo unos pocos. Su experiencia en esas situaciones le decía que eso significaba gol visitante. Accedió acelerada de nuevo a la grada y miró a Javier, su marido, y a Álvaro, su hijo pequeño. "¡Ha marcado Manu! ¡Ha marcado tu niño!", le gritaron. Mientras Manu Vallejo celebraba exultante en la banda, sus padres, su hermano y su novia, Mari Carmen, rompían a llorar en la grada de La Rosaleda. El viaje desde Chiclana de la Frontera, Cádiz, había merecido la pena.

Manu y Álvaro Vallejo.

Manu y Álvaro Vallejo. / Á. V.

El tanto del gaditano en Málaga rompía una sequía de once meses sin celebraciones y suponía para los Vallejo Galván una liberación. Era más que un gol: para ellos, ver sonreír de nuevo a Manu no tiene precio. "Le hacía falta. Manu lo ha pasado mal y ahora parece que en Oviedo ha caído de pie", relata su hermano Álvaro Vallejo. 20 años, 6 menos que Manu.

Para entender la personalidad del héroe de Málaga hay que situarse en La Venta Espadita. Es el bar que la familia regenta desde hace muchos años. Un clásico en Chiclana. Allí hay improvisado un altar futbolístico improvisado para Manu. Y allí es donde el delantero pasó horas atendiendo a los clientes.

De atender en la barra del bar a golear: la historia de Manu Vallejo

Manu, Mari Carmen, Javier, Ana y Álvaro. / Á. V.

"Nos criamos en el bar. Los dos estamos acostumbrados a echar una mano cuando hacía falta, aunque yo me escaqueaba más", reconoce Álvaro. Allí, entre caracoles y sardinas, las dos especialidades de la casa y los platos a la barbacoa, siempre había momentos para el balón. Javier, el padre, tiene la culpa.

"Mi padre jugó al fútbol también. Y era delantero. Más bajo que Manu, pero muy listo. Llegó a Segunda B, con el Marbella. Fue el que nos metió el gusanillo. Como dice él, en casa había más fútbol que en la comunión de Oliver y Benji", relata Álvaro entre risas, actual delantero, cómo no, del Chiclana Industrial.

Javier atendía con devoción el negocio salvo cuando tocaba partido de los chicos. Ahí siempre se escapaba. Destacó en sus primeros pasos y el Cádiz le reclutó cuando tenía 14 años. Pasó al juvenil y de ahí al filial. Jugaba en Tercera con el Cádiz B cuando Cervera le llamó para hacer la pretemporada con el primer equipo. Dicen que, de primeras, fue cosa de Juan Carlos Cordero, el director deportivo que ahora le ha querido llevar a Zaragoza. Cordero instó a Cervera a probarlo en el verano mientras aterrizaban los fichajes. Pero era la oportunidad con la que Manu había soñado y no la dejó escapar. "De repente, empezó a hacer goles como churros y nos vimos obligados a mantenerlo con los mayores", ha confesado Cervera en alguna ocasión.

Un año después de eso, de dejar Tercera División, estaba debutando en la Champions con el Valencia. Entre medias, un temporadón en el Cádiz, coronado con diez goles, de la mano de Cervera.

La familia, en el campo del Betis.

La familia, en el campo del Betis. / Á. V.

El conjunto che pagó por él 5,5 millones más variables. Dejó destellos, pero le costó asentarse. Entre medias fue campeón de Europa con la sub-21, en una generación en la que destacaban los Una Simón, Soler, Ceballos, Olmo u Oyarzábal. Buscó protagonismo en Vitoria y el pasado verano el Girona apostó por él. Le firmó tres años. Tampoco Míchel encontró sitio a su talento y el jugador valoró salir en el mercado invernal. Ahí es donde vuelve a aparecer Cervera para enseñarle el camino a volver ser quién fue.

Desde aquel ascenso meteórico ha habido de todo. Buenos y malos momentos. Y con todos, subrayan desde su familia, le ha tocado lidiar a Mari Carmen, su novia. Un factor decisivo para entender a Manu. Ella es la que le acompaña en sus primeros pasos por Oviedo, junto a Killo, su perro. Como ha hecho en toda su carrera. "A ella le toca aguantar todo, es su apoyo", indica Álvaro. Manu y Mari Carmen llevan media vida juntos. Empezaron a salir en el instituto, iban a la misma clase, y ya no se han separado. "Yo diría que el 50% de lo que es Manu se lo debe a ella", afirma rotundo su hermano.

El mayor de los hermanos empieza a recuperar la sonrisa en Oviedo. Ese era el objetivo: el Carlos Tartiere y su efecto rehabilitador. Afirma su familia que aún queda mucho Manu por ver, que la cosa irá a más. De momento, ya ha dado puntos, que es de lo que se trata. "Que tenga ahí a Cervera ha sido decisivo. Es el que más le conoce. Yo creo que la mejor posición para él es de segundo delantero, con uno más de referencia. Pero si el míster dice que es punta punta entonces no hay debate", asegura Álvaro.

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