El Oviedo se mete en un lío: derrota justa en Anduva (1-0)
Los de Cervera prolongan su mal momento en un duelo en el que fueron superados por el Mirandés y en el que apenas inquietaron la meta rival
El Oviedo se encargó de chafarle la visita al jefe, un Jesús Martínez que había enchufado a un club alicaído con el anuncio de la futura ciudad deportiva y que vio en directo un resumen de noventaypico minutos de los males de un equipo que, ahora sí, se asoma al precipicio. Si aún no se habían encendido las alarmas era porque los de abajo regalaban dosis de tranquilidad cada jornada. Pero el equipo, se vio en Anduva, no tiene muchos argumentos para pensar en una recuperación. Martínez lo pudo comprobar: antes que armar el Oviedo del futuro urge salvar al Oviedo del presente, derrotado 1-0 en Anduva.
Se suponía que el Mirandés tendría la pelota, no es que el Oviedo ponga muchas objeciones a los equipos que quieren el balón, pero sí sorprendió más lo cómodo que combinaron los locales. Los de Cervera, con Marcelo Flores como llamativa novedad en el once, no lograban interceptar las líneas de pase y, además, los rechaces caían del lado local, síntoma inequívoco de que estaban mejor situados. Gelabert se convirtió en su faro en el medio, como si cobrara peaje por cada posesión, todas las pelotas tenían que pasar por su taquilla. El Oviedo no taponó a Gelabert y a partir de ahí creció el Mirandés.
Superada la primera línea de presión, a los de Cervera no les quedó más remedio que replegar y buscar cobijo. El Mirandés ganaba con cierta facilidad las bandas y lo intentaba con centros desde allí, pero ahí sí relució una de las fortalezas de este Oviedo: lo bien que defiende los centros laterales. Cuando Cervera hace referencia a que hay algunas cosas de los suyos que sí le gustan, la forma de repeler los centros de los rivales debe de estar en su top1.
La coraza en esos envíos le sirvió para limitar a un Mirandés sin plan B. Solo Roberto López con un zurdazo mal ejecutado y un rechace que Salinas mandó a las nubes sirvieron de aproximación en los momentos de más dominio local, la primera media hora. Ni un rasguño sufrió el equipo a pesar de que parecía llegar un segundo tarde a cada acción.
Lo del uso que hace con la pelota es ya preocupante. No suele mostrar criterio y, lo que es más grave, apenas ha evolucionado. Vallejo aterrizó en enero con la promesa de convertirse en una actualización del sistema ofensiva, un parche que hiciera al equipo mejor. Pero el equipo no le encuentra. Ni al pie (difícil con una propuesta tan pastosa) ni al espacio, que era lo que realmente se esperaba con su llegada.
Siempre queda el recurso al balón parado, eso sí. Lo demostró poco antes del 30. Viti se hizo con el rechace de una falta lateral y centró. Calvo, disfrazado de “killer”, impactó de estética volea y el balón rebotó con el larguero.
Fue como si el remate golpeara en el autoestima del Mirandés, que a partir de entonces ya no fue tan decidido. Parecía que dudara. Y lo aprovechó el Oviedo para estirarse. Aunque el equipo siguió sin tener claro su guion con la pelota, al menos logró que las cosas pasaran más lejos de Braat.
Se acercaron los visitantes en un par de faltas laterales para confirmar que la balanza ya no era tan inclinada. Pero cuando las fuerzas parecían más parejas, Raúl García hizo magia. Corrió al espacio, recortó, dejó por los suelos a Tarín (lesión incluida) y batió fácil a Braat. Un golazo en el momento de menos agobios del Oviedo. A pesar de ese detalle, el 1-0 no pareció injusto.
Tampoco a Cervera pareció gustarle un pelo lo que había visto sobre el campo porque al descanso ordenó una reforma profunda de su propuesta con triple cambio. Uno, el de Costas por Tarín, fue por lesión. Los otros, en busca de la reacción. Masca suplió a Vallejo (llamativa decisión) y Montoro a Luismi. No tardó en recurrir a Borja Sánchez por un invisible Flores.
Pero le siguió costando al Oviedo, que tenía futbolistas de tendencia más ofensiva pero que no sabían muy bien qué hacer con la pelota. Superado el 60, sí llegó una ocasión franca. Bretones por fin encontró una pista de 100 metros lisos, que recorrió con zancada larga antes de centrar. Masca se tiró para alcanzar el remate pero Alfonso tapó bajo el larguero. Al menos, el equipo había enseñado las garras.
Pero fue un espejismo. Porque Alfonso Herrero no volvió a testar sus guantes. Fue una tarde plácida para el ex del Oviedo. Ni balones por alto tuvo que temer. Dominó el equipo de Cervera, pero de forma intrascendente, acentuando esa sensación de que cuando se pone por detrás se ha acabado la historia. Que solo sabe actuar con viento a favor. Ahora, toca mirar hacia abajo y cruzar los dedos. La temporada va camino de suponer una lucha por evitar la caída.
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